Prólogo

Es difícil que al prologar un libro, alguien pueda experimentar una sensación más gratificante que la mía, rememorando secuencias profesionales imborrables y otras que quedarán depositadas en el baúl de los recuerdos personales. Unas y otras, enaltecen al autor de este libro. En mi ámbito familiar, dejó huella la figura de mi tío materno Torcuato Fernández-Miranda, cuya trayectoria discurrió por caminos distintos a los de Manuel Puerto, pero que en su momento, pude apreciar un paralelismo por lo que respecta a sus comportamientos éticos y la indomable vocación por defender lo que en conciencia uno y otro consideraban justo, aun enfrentándose a quienes por diversas razones parecían tener la partida ganada. La profunda convicción en la defensa de unos principios, hicieron en más de una ocasión batirse en retirada a eventuales opositores que a buen seguro no estaban revestidos de las mismas certidumbres.

He sido testigo de cómo el autor de este libro, expulsaba de su despacho —como si fuera una mercader del templo— a una acaudalada y altiva clienta por poner en duda su profesionalidad y regresar ésta a los tres días con un presente, suplicando perdón. No he conocido a nadie que supiera combinar de mejor manera la amabilidad en el trato con la firmeza en defensa de unos principios. Pendía sobre su cabeza, la responsabilidad sobre decisiones diarias de inversión, pero paradójicamente, le he visto atravesar por sus momentos más amargos, cuando una colaboradora en la que durante años había depositado su confianza, le defraudó al cometer un pequeño desfalco.

No tuvo reparos en enfrentarse al mismísimo presidente de SEAT, cuando éste, exigió un trato de favor en detrimento de otros clientes y amenazó con retirar del Grupo todo el negocio de la empresa automovilística. Mi admirado jefe, gozó de gran prestigio en el ámbito profesional y sus sugerencias fueron siempre valoradas hasta que a mediados de los noventa, BANIF dejó de ser BANIF y nuestros caminos se separaron. Experimenté una gran alegría cuando me propuso prologar este libro y no tanta cuando me sugirió rebajar los elogios. Antes de leerlo, estaba convencida una vez más de que no me defraudaría, pero en esta ocasión, se han visto superadas todas mis expectativas. Espero que ustedes puedan compartir tan agradables sensaciones, y disfrutar de la valiente sinceridad de un personaje que combina como pocos, ironía, intuición y experiencia, sin hacer concesiones a lo políticamente correcto.

Silvia Alonso Fernández-Miranda