Epílogo: paso segundo

Está oscureciendo ya y me siento terriblemente confuso y agotado. Hace varios días que dura ese experimento, y siempre a esta hora mi mente se adormece por el esfuerzo, sin que consiga afianzarse lo más mínimo en la contradicción; muy al contrario, en el fondo del marasmo en el que pretendo meterme se perfila cada vez más una sólida y persistente lucidez.

He negado todos los hechos y sensaciones por los que atravesó mi vida (la anterior), pero con ello no estoy consiguiendo otra cosa más que afirmarme. Este deseo de negación procede únicamente de una necesidad, por lo tanto es una afirmación.

Puedo pasarme años negando mi persona, y tras cada negación aparece siempre la razón de estar negando, y por lo tanto se diluye instantáneamente. Lo mismo ocurre si trato de afirmar lo que nunca he conseguido ser o hacer. Si afirmo, lo hago también por necesidad… Cansancio. Callada desesperación…

Además, he equivocado el camino: la contradicción es el medio espontáneo del hombre, y por lo tanto lo único que consigo es afirmarme, o a lo sumo sumirme en una nebulosa de cansancio inútil.

Me es imposible destruirme; siempre que pueda elaborar una afirmación o una negación, y en suma un yo antagónico, estaré reflexionando, y por lo tanto comprendiendo por qué lo hago… Cansancio.

Si pudiera concentrarme, meditar en mi anti yo… Mi anti yo como sujeto existente y sólido… Algo así como una sucesión de asanas yóguicas, pero en sentido contrario; es decir, encaminadas hacia una conciencia patológica. Mover mi yo hacia estados inferiores por medio de la meditación… Intentémoslo…

Inútil… Es absurdo. ¿Cómo se me ha podido ocurrir? Podría pasarme meses intentándolo. Años. La meditación pura (y no tengo más alternativa que lo sea) conduce siempre a estados superiores al de vigilia, nunca a estados patológicos, a menos que no se produzca una causa externa… ¿Cuál podría ser…?

Fatiga. Pero eso no ayuda; la fatiga es consecuencia del esfuerzo, y necesariamente entreacto del descanso, de la relajación. Y ésta es, a su vez, consecuencia del movimiento, de una cierta dinámica, y la dinámica nunca puede destruirme. Al contrario, aporta un consuelo para mi vida físicamente estática.

Se ha hecho evidente que hay que seguir otro camino. Han pasado muchos días. Qué sé yo. Meses. Y no he conseguido nada, ni la más leve perturbación. Cuando las corrientes cerebrales han sido muy intensas en algunos momentos, la computadora automáticamente ha suministrado la necesaria dosis de ATP, y asunto arreglado. Todo lo que consigo son los comentarios sarcásticos del doctor Quorz relativos a mi intensa actividad mental. ¡Al diablo!

No sé si sospecha algo, y esto sí me llena de intranquilidad. (Esta avanzada tecnología. Aún no sé de lo que puede ser capaz. Esperemos lo peor). Pero es tan inexpresivo que no puedo adivinarlo… ¿Será imposible terminar?