33
Iniquidad
Lexi se desprendió de Sawyer de un empujón, y el cuerpo de este patinó con un sonido resbaloso y nauseabundo antes de caer de cara sobre el muelle. Casi como quien no quiere la cosa, pateó el cuerpo, que rodó hasta caer al agua.
Gemma quería gritar o hacer algo, pero apenas acertó a mirar, impresionada y horrorizada. La había salpicado parte de la sangre, y todavía la sentía cálida en la piel. Ella había tratado de salvarlo, pero Lexi le había arrancado el corazón.
—Esa bruja se las trae —dijo Álex, que sonaba tan aturdido y horrorizado como Gemma—. Tenemos que salir de aquí. Digamos que ya.
—Exacto —coincidió Gemma.
Lexi estaba ocupada lamiéndose la sangre de la mano, así que Gemma pensó que ese sería el momento perfecto para escapar. Tomó a Álex de la mano y dieron media vuelta para salir corriendo.
Pero Lexi los rodeó a tal velocidad que Gemma no habría podido adelantarla ni aun queriendo. Corrió tan rápido que la veían como una mancha de color. Se detuvo delante de ellos.
—Soy muy rápida —les dijo Lexi, con una alegre sonrisa—. Esto es lo que pasa cuando comes mucho, Gemma. Te vuelves más rápida y más fuerte y mejor. Qué lástima que no siguieras mi consejo cuando te dije que comieras, ¿eh?
—Sin embargo, eso no te hace más lista, ¿verdad, Lexi? —preguntó Gemma—. Porque, de lo contrario, muy estúpida tenías que ser antes de convertirte en sirena.
—Mira quién habla, alguien que está a punto de morir —dijo Lexi—. Aquí tienes. Seamos justos. Cómetelo.
Estiró la mano con el corazón de Sawyer hacia Gemma, que tuvo que esforzarse para no tener arcadas.
—No me lo voy a comer —dijo Gemma—. No seré una de vosotras.
—En realidad, yo tampoco tengo tiempo de comérmelo. —Lexi contempló el corazón y suspiró—. Ay, bueno. —Lo tiró hacia atrás y aterrizó en el muelle, donde rebotó una vez antes de caer al agua—. De todos modos, ya va siendo hora de que te mueras.
Y entonces Álex se abalanzó contra Lexi. Gemma no estaba segura de si había oído lo que había dicho ella o si, sencillamente, ya había tenido suficiente. Le pegó, pero Lexi se deshizo de él de un golpe, y lo hizo caer de espaldas sobre el muelle.
—¿Sabes qué sería divertidísimo? —Lexi sonó entusiasmada cuando Gemma corrió a ayudar a Álex—. Ya que tanto os gustáis, sería muy gracioso que fuera él quien te matara. O al menos, que lo intentara. Dudo que fuera capaz de terminar el trabajo, pero me reiría mucho viendo cómo lo intenta.
—Mira que estás desquiciada… —dijo Gemma—. En serio, Lexi, eres una arpía morbosa.
—Ay, gracias. —Lexi le guiñó el ojo, y cuando habló otra vez, la voz le salió en forma de canción—: Álex, fatigado viajero, mi voz es el camino. Álex, joven amor mío, haz lo que te digo.
En su aparente confusión, Álex soltó la mano de Gemma y caminó hacia Lexi. Gemma gritó su nombre, pero él no le hizo caso y siguió la canción hasta los brazos de Lexi.
Ella le sonrió a Gemma mientras abrazaba a Álex. Con un brazo le rodeaba el hombro, y con el otro le acariciaba el cabello, peinándoselo hacia atrás. Se inclinó hacia él, como si fuera a besarlo y, cuando Álex se acercó más, ella se apartó y se echó a reír.
—Ay, esto es demasiado fácil para resultar divertido —dijo Lexi, que miraba a Gemma con el rabillo del ojo.
—No, Álex, no la escuches —dijo Gemma. Él había estrechado la cintura de Lexi con un brazo y ella vio que se metía la mano en el bolsillo de atrás para sacar algo—. Álex. No la escuches. Te quiero.
—Álex, amor mío —dijo Lexi, con el tono más seductor que pudo—. Quiero que mates a Gemma.
Justo antes de que los labios de Lexi tocaran los suyos, él levantó el brazo, abrió su navaja y se la clavó a Lexi justo en el corazón. La presionó contra él para poder clavar el cuchillo más adentro.
—Pero ¿qué diablos…? —preguntó Lexi, con los ojos muy abiertos por el impacto.
—Tapones para los oídos —se limitó a decir Álex, y volvió hacia donde estaba Gemma.
Lexi retrocedió, con las palmas de las manos abiertas. Todavía estaba impactada y aturdida. Empezó a toser, y Gemma tomó a Álex de la mano y se la apretó, esperanzada.
—¡Eres una bruja estúpida! —Lexi escupió sangre y luego se arrancó el cuchillo.
—Bien, supongo que eso no las mata, entonces —dijo Gemma.
—¡Por supuesto que no me mata! —gritó Lexi, y le empezó a cambiar la voz, que perdió su cualidad aterciopelada y comenzó a sonar como la de un demonio—. ¡Sólo me enfurece!
Le cambiaron los ojos, que perdieron su habitual color azul brillante y adquirieron un verde espeluznante, y su tamaño aumentó hasta hacerlos casi demasiado grandes para caber en su cara. Los dientes se le hicieron más puntiagudos. De pronto le salieron varias hileras, unas detrás de las otras, que le sobresalían como serruchos de sus labios todavía humanos. Lo último que cambió fueron los brazos, que se alargaron, y entonces le brotaron dedos con garras.
Lexi había empezado a transformarse en pájaro, pero se detuvo a mitad del proceso. La bestia con todos sus atributos tal vez fuera un poco aparatosa para aparecer en público, pero incluso un cambio menor como ese la haría más fuerte. Gemma ya lo había notado cuando forcejeaba con Sawyer. Le había bastado un pequeño cambio para zafarse de él.
Álex arremetió contra Lexi mientras Gemma corría y levantaba un pesado cabo que habían dejado en el muelle. Cuando Álex corrió para atacar a Lexi, ella lo echó a un lado, pero eso era lo que Gemma quería. Él estaba tumbado en el muelle y, mientras Lexi se encorvaba encima de él, Gemma corrió y saltó sobre la espalda de ella. Enroscó el cabo alrededor de su cuello, como si fuera a ahorcarla, y le envolvió la cintura con sus piernas para sostenerla mejor.
Lexi graznó y trató de tumbar a Gemma, pero esta se aferró con más fuerza. Álex le dio a Lexi una patada en el estómago, y ella cayó de rodillas. Levantó el brazo detrás de la cabeza, y sujetó a Gemma del cabello.
Tiró de él con tal fuerza que casi la hace gritar, pero Gemma se negó a soltar el cabo. Álex pateó a Lexi en la cara, probablemente por miedo a que si le pegaba un puñetazo se hiriera la mano sin querer por culpa de sus afilados incisivos.
—Pero ¿queréis dejaros ya de estupideces? —dijo Penn bruscamente, y los tres se volvieron para verla parada en el muelle. Tenía los brazos en jarras. Thea estaba justo al lado de ella.
Lexi graznó de nuevo, tratando de hablar sin ningún éxito, ya que Gemma le apretaba el cabo muy fuerte alrededor del cuello.
—Suéltala ya, Gemma —dijo Penn, cansada—. Si no lo haces, iré hacia donde estás y le arrancaré la cabeza a tu novio. Es tan simple como eso. Estoy harta de peleas, o haces lo que te digo u os mato a todos.
De mala gana, Gemma soltó el cabo y dejó de aferrarse a Lexi. Apenas lo hizo, esta se volvió hacia ella como si tuviera la intención de atacarla, pero Penn emitió un silbido.
—Lexi —ordenó Penn—. Cuando digo que estoy harta de peleas, lo digo en serio. Límpiate y levántate.
—Lo siento —dijo Lexi con torpeza, con su boca llena de dientes.
Los fuegos artificiales terminaron con una rápida traca final y luces que estallaban a cada segundo en el cielo. Lexi recuperó su forma normal y se levantó. Gemma y Álex se habían puesto de pie y estaban juntos, aferrados el uno a la otra.
—Pero ¡qué insoportable es todo esto! —dijo Penn cuando hubo terminado el espectáculo de fuegos artificiales y la multitud que había en la playa prorrumpió en aplausos—. Los humanos son muy estúpidos.
—Así es —coincidió Lexi, y ocupó su lugar al otro lado de Penn.
—Y bien, ¿qué estaba pasando aquí? —Penn señaló la sangre que llenaba el muelle—. ¿De quién es?
—Es de Sawyer —dijo Lexi, y después hizo un puchero—. Iba a dejarnos, así que lo maté.
—Lexi. —Penn sonó sinceramente irritada; luego meneó la cabeza—. Está bien. Como quieras. Genial. Estoy harta de todo esto.
—Si os limitarais a dejarme ir, podríais olvidaros de todo esto —dijo Gemma.
—No puedo dejarte ir —dijo Penn bruscamente—. ¿Por qué no te metes eso en la mollera? Si quieres liberarte de esta maldición, de buena gana te dejaré en libertad, pero entonces tendré que matarte primero. ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres morir?
—Penn —terció Thea con cuidado—. Fue dificilísimo encontrar un reemplazo para Aggie. Y será igual de difícil reemplazar a Gemma. No tomes decisiones precipitadas.
—¡No me estoy precipitando! —gritó Penn.
—Espera —dijo Gemma—. Estabais equivocadas.
—¿En serio? —Penn arqueó una ceja—. ¿Así es como piensas luchar por tu vida? ¿Diciéndome a mí que yo soy la que está equivocada?
—No, lo que digo es que estabais equivocadas en una cosa, así que muy bien podríais estarlo en otras —replicó Gemma—. Tal vez haya alguna manera de romper la maldición.
—¿Y la conoces?
—No, pero… —Respiró hondo—. Álex me quiere.
—Los chicos mienten, so idiota. Es todo puro blablablá —dijo Penn, agitando la mano.
—¡No, de veras está enamorado de mí! ¡Pregúntale! —Gemma señaló a Álex, y él se quitó los tapones de los oídos—. Diles lo que sientes por mí, Álex.
—¿Que te quiero? —preguntó Álex, confundido.
Penn puso los ojos en blanco.
—Ay, Dios mío. Os voy a matar a los dos por esto. Sólo te iba a matar a ti, Gemma, pero ahora también lo voy a liquidar a él, por haberme hecho perder el tiempo.
—¡No, Penn, espera! —Thea levantó la mano para hacerla callar.
—¿Y ahora qué? —gruñó Penn.
—Álex —dijo Thea, y se acercó a él.
—No le hagas daño —dijo Gemma, poniendo la voz lo más firme que pudo.
—No voy a hacerle daño —le dijo Thea a Gemma, pero tenía los ojos puestos en él. Lo miró fijamente a los ojos y se puso a cantar—: Álex, dime la verdad. ¿La quieres?
A Álex se le dilataron las pupilas y se le aflojó la boca, y durante un segundo no dijo nada. Gemma esperó conteniendo el aliento hasta que él habló por fin.
—Sí —dijo con voz somnolienta—. Estoy enamorado de Gemma.
—Eso no prueba nada —dijo Lexi.
—¡Sí que lo prueba! —insistió Gemma—. Él me quiere, y vosotras dijisteis que eso era imposible.
Thea tragó saliva y bajó la vista. Su expresión se había llenado de dolor, pero Gemma no podía leerla con exactitud.
—Esto no cambia nada, Thea —dijo Penn, haciendo un enorme esfuerzo por sonar calmada y por tranquilizarla.
—Esto lo cambia todo —dijo Thea, y se volvió para mirar a Penn a los ojos—. Nos hemos pasado miles de años creyendo en algo que no era cierto. ¿En qué más nos equivocamos?
—Tal vez sea una simple casualidad. —Penn se encogió de hombros—. Pero ya resolveremos eso. Sigo creyendo que deberíamos matar a Gemma. Nos trae más problemas de los que merecemos.
—No, yo creo que no. —Thea negó con la cabeza—. Deberíamos mantenerla viva.
—¡Es que se va a seguir escapando! —Penn señaló a Álex—. ¡Y si está enamorada, razón de más para matarlos!
—Entonces nos quedamos —dijo Thea.
—¿Qué? —preguntó Lexi, espantada—. No podemos quedarnos aquí. Este pueblo es un asco.
—Sólo por un tiempo —dijo Thea—. Hasta que descubramos qué está pasando.
Penn suspiró y pareció pensar en ello.
—¡No podemos! —insistió Lexi—. No podríamos alimentarnos todas las veces que quisiéramos. Tendríamos que ser discretas para que los humanos no nos persiguieran y nos echaran del pueblo con horquetas y antorchas. Eso significa que tal vez tendríamos que pasar semanas sin comer.
—Eso es cierto —convino Penn—. Pero está pasando algo muy extraño con los chicos de este pueblo.
—¿A qué te refieres? —preguntó Thea.
Penn se limitó a mover la cabeza como respuesta.
—Está bien. Nos quedamos. Y Gemma puede vivir. Por ahora.
Lexi rezongó en voz alta y Gemma trató de que no se le escapara un suspiro de alivio.
—Pero vas a hacer lo que yo te diga. —Penn rodeó a Thea y caminó directa hacia Gemma—. Se acabó esta mierda de escapar, y lo de hacer lo que te dé la gana. Te voy a dejar quedarte aquí, vivir con esa hermana espantosa que tienes y corretear con este idiota. Pero si me desobedeces, si actúas en contra mía o de las otras sirenas, no dudaré en mataros a todos. ¿Me entiendes?
—Sí, te entiendo. —Gemma asintió con la cabeza.
—¿Seguro? —preguntó Penn—. Porque no creo que lo entiendas. Ya hicimos un trato parecido antes, y lo rompiste. En realidad, en este momento debería estar arrancándole el corazón a tu novio sólo para castigarte.
—Penn, por favor, haré lo que tú me digas —insistió Gemma, casi sin aliento—. Lo siento, no volverá a pasar.
—Sé que no volverá a pasar —dijo Penn—. Porque te he dado más oportunidades que a ninguna otra persona. Y lo has echado todo a perder una vez más, y destruiré a toda la gente que te importa. Si hace falta, mataré a todos los habitantes de este pueblo roñoso.
Gemma tragó saliva.
—Entendido.
—¡Gemma! —gritó Harper mientras bajaba corriendo por el terraplén en dirección al puerto—. ¡Gemma!
—La verdad es que no quiero tener que lidiar con ellos otra vez —dijo Penn, y se volvió hacia Lexi y Thea—. Vayámonos de aquí.
—Será un placer —dijo Lexi, y se sumergió en el agua.
—Espera —dijo Gemma, y detuvo a Penn antes de que esta siguiera a Lexi—. ¿Qué quieres que haga?
—Vete a tu casa, a jugar con tus amiguitos —dijo Penn—. Yo buscaré un lugar donde vivir y, cuando te necesite, iré a por ti.
Antes de que Harper y Daniel los alcanzaran en el muelle, Penn y Thea se metieron en el agua y desaparecieron entre las olas. Nadaron tan lejos y tan rápido como pudieron, y Gemma supo que extremaban precauciones para evitar que las distinguieran las personas que estaban en los barcos, en la bahía.
—¿De modo que nos vamos a quedar aquí y dejar que Gemma haga lo que quiera, y ya está? —le preguntó Lexi a Penn una vez se hubieron alejado lo suficiente del puerto como para poder hablar. Thea se les había adelantado, pero Lexi se había rezagado para hablar con Penn.
—No, claro que no —dijo Penn—. Primero buscaremos un reemplazo, y después la mataremos. Pero tenemos que averiguar qué diablos les pasa a los chicos de este pueblo. Hay algo extraño en este lugar, y quiero averiguar qué es para restregárselo por la cara a Deméter.