12
La compulsión
—Hoy es el primer día del resto de mi vida —le dijo Gemma a su reflejo. Su intención era darse unas palabras de aliento, pero no fueron muy eficaces que digamos.
Al fin había caído en la cuenta de lo que le había dicho Penn hacía unos días. Gemma había elegido estar con las sirenas y, como ellas eran inmortales, era un compromiso a muy largo plazo. No podía pasarse el resto de la eternidad deprimida porque eso no fuera lo que ella quería. Llevaba casi una semana viviendo con ellas, y eso ya suponía bastante tiempo de mal humor.
Había que reconocer que había tenido que dejar atrás todo lo que le importaba: sus amigos, su familia, su novio y su carrera como nadadora, a la que tantos esfuerzos le había dedicado. Eran razones suficientes como para tener el corazón destrozado, pero ya había tenido tiempo para pasar por el duelo. Por fin había llegado la hora de afrontar la situación como buenamente pudiera.
Se sentía mucho mejor desde que iba todos los días a nadar. No estaba genial, pero sí mejor. Había dejado de notar esas náuseas que hacían más intensa su hambre y, de momento, se las estaba arreglando.
Thea le había dicho que Aggie había sido buena, y la misma Thea no parecía tan mala. Eso quería decir que, si bien no se podía elegir ser una sirena, ser malvada sí era algo optativo. Así pues, Gemma decidió que no sería malvada y trataría de sacar el mayor provecho posible de todo cuanto pudiera ofrecerle la vida.
Se despertó decidida a tomarse las cosas de otra manera. Se levantó, se duchó, se vistió y bajó a ver qué planes tenían las sirenas para aquel día.
Gemma encontró a las tres y a Sawyer en la sala de estar, viendo 1, 2, 3… Splash en la pantalla plana gigante. Thea estaba despatarrada boca abajo con el mentón apoyado en las manos, mientras que Lexi y Penn estaban sentadas en el sofá blanco con Sawyer entre las dos.
Lexi se reía de lo que ocurría en la pantalla, pero Gemma no habría sabido decir si se debía a que la película le parecía graciosa o a la manera en que se representaba a las sirenas.
—¡Eh, chicos! —dijo Gemma.
Penn se volvió hacia ella. Tenía los ojos tan oscuros y siniestros como siempre, pero una sonrisa seductora le bailaba en los labios.
—¡Mirad, chicas! ¡Pero si está viva!
Sawyer pareció confundido por un momento, pero cuando Lexi rio, él rio con ella.
—Como te has pasado toda la mañana durmiendo, Penn creyó que a lo mejor te habías muerto —le contó Lexi con una risita.
—Bueno… Pues no me he muerto.
—¿Qué necesitas? —Penn apoyó el codo en el respaldo del sofá para poder verla de frente.
—Nada. —Gemma trató de esbozar una amplia sonrisa—. Sólo quería saber qué planes teníais para hoy.
Penn entrecerró los ojos.
—¿Por qué?
—Quería preguntar si podía unirme a vosotras —dijo Gemma.
Thea se volvió para mirarla por primera vez. Durante unos minutos, las tres sirenas sólo tuvieron ojos para ella. Sawyer estaba demasiado ocupado viendo la película como para darse cuenta.
—Sólo estábamos viendo una película —acabó por decir Lexi, con lo que interrumpió el duelo de miradas—. Lo más probable es que no hagamos nada más en todo el día, así que si quieres unirte a nosotras…
—Claro que sí. Suena divertido.
Gemma iba a sentarse en el otro sofá de la sala, pero Lexi se hizo a un lado y se deslizó junto a Sawyer. Él estaba sentado más cerca de Penn, con la mano en el muslo de ella, pero cuando Lexi se acercó, él sonrió y la rodeó con el brazo.
—Aquí tienes. —Lexi dio una palmada en el hueco vacío del sofá—. Puedes sentarte junto a mí, Gemma.
—No hay espacio suficiente —dijo Penn, y le lanzó una mirada fulminante a Lexi.
—Penn, sí que lo hay.
Lexi señaló el hueco que había junto a ella, que era más que suficiente para Gemma. De hecho, ni siquiera habría hecho falta que Lexi se moviera.
—No, no lo hay —gruñó Penn.
—Está bien. —Lexi suspiró y se volvió otra vez hacia Gemma—. Lo siento, supongo…
—No, Lexi, no hay sitio para ti —la corrigió Penn.
La cabeza de Lexi se volvió de golpe para mirar a Penn.
—¿Qué?
—Tranquilas, estoy bien aquí —se interpuso Gemma mientras se arrimaba al sofá vacío que había al lado de la sala—. La televisión se ve genial desde aquí.
—Siéntate en el suelo, Lexi —ordenó Penn, sin hacer caso a Gemma.
—Penn —intentó protestar Lexi, pero Penn siguió fulminándola con la mirada—. Lo que tú quieras. —Lexi puso los ojos en blanco, y luego se levantó y se tiró en el suelo, al lado de Thea.
Ahora que Lexi se había colocado en el suelo, Penn sonrió a Gemma con dulzura.
—¿Por qué no te sientas con nosotros en el sofá?
—Hum, ¿estás segura? —Indecisa, Gemma se sentó en el sofá, con cuidado de dejar el mayor espacio posible entre ella y Sawyer.
A decir verdad, no le importaba dónde sentarse. Estaba claro que existía cierto tipo de lucha de poder entre Penn y Lexi, y ella no quería estar entre dos fuegos. Sobre todo ahora que acababa de decidir arreglárselas de la manera más llevadera. No quería empezar molestando ni a Penn ni a Lexi.
—Ay, por Dios. —Sawyer se rio y señaló el televisor—. Cree que las cámaras de vídeo la dejan atrapada en el aparato. Qué gracioso.
A la larga, y en buena medida gracias a los comentarios esporádicos de Sawyer sobre la película, la tensión que había en la habitación empezó a relajarse. Gemma se instaló en el sofá y acabó por disfrutar la película, en cierto modo. No la había visto nunca, y tenía su gracia.
Lo más divertido, con todo, eran las reacciones de Sawyer. Casi cada vez que Thea, Lexi y Gemma se reían era por algo que había dicho él. En cambio, Penn no se rio ni una sola vez.
De vez en cuando, Gemma le echaba un vistazo a Penn y veía que tenía los ojos fijos en la pantalla, inexpresivos. A pesar de eso, Gemma no pudo quitarse de encima la sensación de que Penn la estaba espiando con el rabillo del ojo, para asegurarse de que se estuviese portando bien.
Después de que terminara la película, las chicas debatieron qué otra película podían ver, y Lexi acabó poniendo El maniquí.
Gemma empezó a relajarse entonces. ¿Y qué más le daba si Penn la observaba? Ella no estaba haciendo nada malo. Estaba viendo una película, como todos los demás.
Aparentemente surgida de la nada, el hambre atacó a Gemma de nuevo. El hambre voraz que parecía extenderse desde el estómago hasta el resto del cuerpo. Se mordió el labio, y luchó para tragarse esa sensación.
Entonces, Sawyer se rio y Gemma se volvió para mirarlo. Pero fue casi como si no lo hubiera visto hasta entonces. Debía de ser la persona más atractiva que había conocido jamás. La piel suave y bronceada, los pectorales bien marcados, y la línea fuerte de la mandíbula, hasta la forma en que su cabello rubio tocaba la nuca.
Sintió un cosquilleo en todo el cuerpo mientras la invadía un calor intenso. Una especie de lujuria ancestral nació en su vientre y le recorrió los muslos.
Lo que más deseaba Gemma en el mundo era tocarlo, besarlo y saborearlo. Las manos le temblaban sólo de pensarlo, y se relamió los labios.
—¿Todo bien, Gemma? —preguntó Penn, quien interrumpió el trance en el que Gemma se encontraba.
—¿Qué? —preguntó esta.
Ella parpadeó, tratando de despejarse, pero todos sus pensamientos seguían concentrados en besar a Sawyer y arrancarle la camisa. Él estaba tan cerca de ella que casi podría hacerlo, y fue entonces cuando Gemma se dio cuenta de que, de alguna manera, se había acercado a él. Ya casi tocaba la piel suave y cálida de su brazo.
—Gemma —repitió Penn, esta vez en un tono más severo—. ¿Te está gustando la película?
—Hum…, sí. —Haciendo uso de toda su fuerza de voluntad, Gemma se obligó a apartarse de Sawyer. Para mayor seguridad, se sentó encima de las manos—. La película está bien.
Los minutos que siguieron parecieron durar horas. Gemma no podía pensar en otra cosa más que en Sawyer. Era muy apuesto y estaba muy cerca, y ella estaba segura de que nunca había deseado tanto a nadie. Trató de pensar en Álex, pero apenas se acordaba de su cara, ni mucho menos de lo que sentía por él.
Sin previo aviso, Penn se inclinó y empezó a besar a Sawyer. Y no fue sólo un pico en los labios. Penn se le subió encima, a horcajadas sobre sus piernas, mientras le daba un beso profundo. Empujó su cuerpo contra el de él, y él gimió.
—Mierda —murmuró Gemma para sí misma, y después se levantó.
Ver a Penn besándose así con Sawyer la perturbó aún más. De algún modo, aquello aumentaba el deseo y le producía repulsión a la vez.
Por suerte, ganó su lado lógico, y se alejó del sofá.
—Creo que me voy a ir a dar un baño —dijo Gemma; por alguna razón, estaba casi gritando.
—Voy contigo —dijo Thea, poniéndose de pie de un salto.
Lexi seguía en el suelo, pero se había vuelto para ver a Penn y a Sawyer besándose, cosa que a Gemma le pareció bastante repulsiva.
Thea cruzó la casa con Gemma. Salieron por la puerta trasera. En cuanto Gemma sintió la brisa del océano, pudo pensar otra vez con claridad. La extraña lujuria se había batido en retirada, dejándola confundida y avergonzada, y ahora trataba de encontrarle sentido a sus sentimientos.
Nunca antes se había sentido así, ni había albergado pensamientos tan extremos. Aquello debía de guardar alguna relación con el hecho de ser una sirena. Definitivamente, no era Gemma. Ella amaba a Álex, y lo deseaba pero, sin embargo, nunca había querido atacarlo del modo en que había querido atacar a Sawyer.
—Me alegra mucho que te hayas decidido a nadar —dijo Thea, mientras caminaban por la playa hasta el agua—. Ya me estaba hartando de verte sufrir.
—¿Cómo es que Lexi no ha venido con nosotras? —preguntó Gemma cuando llegaron al agua—. ¿Qué está haciendo allí dentro con Penn y Sawyer?
—¿Quieres que te diga la verdad? —Thea se volvió para mirarla de frente, de modo que se metió en el mar de espaldas—. No quiero ni saber lo que hacen Lexi y Penn cuando yo no estoy cerca.
—Qué asco —dijo Gemma, y Thea se rio, dando a entender que estaba de acuerdo.