Agradecimientos
Gracias a mi editora, Kathy Dawson, por proporcionarme más ayuda práctica de la que puedo cuantificar y, en especial, por ayudarme a pasar de la ciénaga que fue el primer borrador a una segunda versión del mismo con la que poder trabajar. Agradecerle también su amor a este libro, su apoyo incondicional y la «paciencia» que ha demostrado al no intervenir de forma activa. Sé lo afortunada que soy.
Gracias a Faye Bender, mi agente y una acérrima partidaria, por darme su apoyo en todo momento. Sin ella no habría logrado terminar este libro con la claridad mental intacta.
Gracias a la primera tanda de lectoras: Catherine Cashore, Dorothy Cashore y Sarah Prineas. Y a la segunda: Deborah Kaplan, J. D. Paul y Rebecca Rabinowitz. Vuestra ayuda es inestimable y vuestra generosidad me abruma.
Un aviso para aquellos que lean los agradecimientos antes de haber leído el libro: a partir de aquí, está plagado de detalles reveladores sobre el contenido de Bitterblue. ¡Quedáis avisados!
Doy las gracias al doctor Lance Nathan, el lingüista que ha creado el bonito alfabeto valense así como el idioma de Los Vals, el cual podría haber evolucionado de una manera plausible sin estar en contacto con su protolenguaje madre, el «gracelingio». Lance también me ayudó con el cifrado inicial de los escritos de Leck. (Los entusiastas de los criptogramas reconocerán la variante del «cifrado polialfabético de Vigenère», que escogí para los diarios de Leck). Junto con Deborah Kaplan, Lance también me ayudó a entender cómo guiarse por un laberinto y cómo saber la hora en un reloj de quince horas, así que, gracias por ello… ¡También!
Gracias al otrora físico J. D. Paul, quien respondió una interminable retahíla de preguntas sobre Po y la óptica para que pudiera determinar si era posible que Po distinguiera los colores o supiera si era de noche o de día. Gracias a Rebecca Rabinowitz y a Deborah Kaplan, quienes, después de leer uno de los últimos borradores de Bitterblue, me aconsejaron en lo concerniente a Po respecto a la estrategia con su discapacidad y si había alguna manera de contrarrestar las consecuencias de haber hecho que la gracia de Po fuera tan grande como para compensar su ceguera al final de Graceling. (Por aquel entonces, no pensé sobre ello. No se me pasó por la cabeza, hasta que fue demasiado tarde, que había creado a Po como discapacitado y al mismo tiempo le había dado una cura mágica para su ceguera, con lo que podía insinuar que no podía ser una persona «perfecta» si era un discapacitado. Ahora entiendo que la utilización de una cura mágica es algo demasiado habitual en los libros de ficción y de ciencia-ficción y que es irrespetuoso para la gente con discapacidades. Soy la única responsable de mis fallos en este aspecto).
Gracias a mi hermana, Dorothy Cashore, que diseñó el cifrado de los bordados de Cinérea sin pestañear siquiera cuando le di instrucciones tales como «¡Hazlo con estilo lenita!». Gracias a mi madre, Nedda Cashore, que hizo las funciones de cobaya y además me bordó alguno de los símbolos, a pesar de que me negué a decirle la razón por la que le pedía que los hiciera de esa forma.
Gracias al doctor Michael Jacobson por responder a mis preguntas sobre las quemaduras. Gracias a mi tío, el doctor Walter Willihnganz, por aclararme las dudas respecto a heridas causadas por armas blancas, a globos oculares, y a si amasar pan podría ser un buen método de rehabilitación tras curarse un brazo roto. (¡La respuesta es que sí!).
Gracias a Kaz Stouffer de la TSNY (Trapeze School of New York, Escuela de Trapecistas de Nueva York) de Beantown por enseñarme cómo sujetarse a las cuerdas —literalmente— y ayudarme a discernir el modo en que Danzhol iba a llevar a cabo su malicioso plan.
Gracias a Kelly Droney y a Melissa Murphy por responder a mis extrañas preguntas de lo que ocurre a los cadáveres en las cuevas y a los huesos arrojados a un río.
De vez en cuando, varias personas me respondieron con mucha amabilidad preguntas concretas o me dieron su opinión cuando se la pedí. Con referencia a otras cuestiones, ya he mencionado a algunas de estas personas, incluyendo a mi primera y segunda tanda de lectores; ¡y algunas han aparecido más de una vez! Imprescindibles entre las personas que aún no he nombrado son Sarah Miller (que me ayudó con la escena de Po en el juicio) y Marc Moscowitz (quien me ayudó con las partes del reloj, el camuflaje del barco y un montón de cosas más). ¡Gracias!
Cualquier error que haya en este libro es mío.
Gracias a Danese Joyce por su sabiduría y su guía.
Gracias a Lauri Hornik y a Don Weisberg por su paciencia y su apoyo, y a Natalie Sousa por diseñar la hermosa portada del libro. Gracias a Jenny Kelly por el precioso diseño interior. Mil gracias al resto del equipo de Penguin, que ha trabajado con ahínco a fin de ultimar todos los preparativos para el lanzamiento de Bitterblue. Gracias a mis editores, agentes y ojeadores de todo el mundo que han hecho que el aspecto comercial de mi trabajo sea un placer.
Como da la impresión de que he hecho de repetirme una costumbre, y porque ellos son los que más lo merecen, gracias de nuevo a mi editora y a mi agente.
Y para finalizar, gracias, como siempre, a mi familia.