A Michelle, mi fan número uno, mi mejor amiga y el amor de mi vida. No estaría aquí sin ti.
A Rick Horgan, por otra gran labor editorial. Creo que nos debemos una cerveza.
A Maureen, Jamie y Larry por toda vuestra ayuda y apoyo.
A Tina, Martha, Bob, Tom, Conan, Judy, Jackie, Emi, Jerry, Karen, Katherine, Michele, Candace y el resto de la familia de Warner Books, por ir siempre un poco más allá por mí.
A Aaron Priest, mi guía en más de un sentido.
A Maria Rejt, por la perspicacia de sus comentarios.
A Lucy Childs y Lisa Erbach Vanee, por todo lo que hacéis entre bastidores.
A Donna, Robert, Ike, Bob y Rick, por toda vuestra ayuda e inestimables aportaciones.
A Neal Schiff, por añadir tu sabiduría y ayuda.
A la doctora Monica Smiddy, por todas tus ideas y conocimiento específico. Aprecio sobremanera tu entusiasmo desbordante.
A la doctora Marina Stajic, por toda tu ayuda. Hablar contigo ha sido fascinante. A Jennifer Steinberg, por volver a encontrar un montón de respuestas.
A mi maravillosa amiga, la doctora Catherine Broome, por responder pacientemente a todas mis preguntas.
A Bob Schule, por ser tan buen amigo y asesor de primera clase, por leer los primeros borradores y darme una buena dosis de sabios consejos.
A Lynette y Deborah, por mantener el buen rumbo de la «nave».
Y por último, pido disculpas a los pasajeros del tren Amtrak Acela que me oyeron hablar con varios expertos sobre técnicas de envenenamiento para el argumento quienes, con toda probabilidad, se llevaron un susto de muerte por mis intenciones aparentemente diabólicas.