A pesar del ajetreo, King había encontrado tiempo para concertar una cita con una empresa de seguridad con sede en Lynchburg. Por la ventana principal observó que se detenía la furgoneta con el rótulo «Seguridad de primera».
Se reunió con el representante comercial en la puerta de entrada y le dijo lo que quería. El hombre miró a su alrededor y luego a King.
–Su cara me resulta conocida. ¿No es usted el tipo que encontró un cadáver?
–Exacto. Supongo que coincidirá conmigo si le digo que necesito un sistema de seguridad más que nadie.
–Vale, pero que quede claro, nuestra garantía no cubre cosas así. Es decir, si aparece otro cadáver no se le devolverá el dinero ni nada parecido. Eso es una especie de acto divino, ¿de acuerdo?
–De acuerdo.
Concretaron lo que debería hacerse.
–¿Cuándo podrá empezar? – preguntó King.
–Bueno, andamos algo retrasados. Si alguien cancela su petición entonces usted tendrá más preferencia. Le llamaré.
King firmó el papeleo, cerraron el trato con un apretón de manos y el hombre se marchó.
Al anochecer King pensó en llamar a Michelle e invitarla a su casa. La había mantenido al margen demasiado tiempo y ella no se lo había tomado muy bien. Pero él era así. Siempre se guardaba un as en la manga, sobre todo si no estaba seguro de la respuesta correcta. Ahora ya se sentía más seguro.
Llamó al apartamento de Kate Ramsey en Richmond. Sharon, la compañera de habitación, contestó al teléfono; Kate todavía no había llegado.
–Espera ahí y te llamaré si aparece. Tú haz lo mismo.
Colgó y contempló el lago por la ventana. Normalmente, cuando no estaba de humor, salía en la embarcación para pensar, pero hacía demasiado frío y viento. Encendió la chimenea, se sentó frente a la misma y disfrutó de una comida sencilla. Para cuando se hubo convencido de que debía llamar a Michelle ya era demasiado tarde.
Reflexionó sobre el secuestro de Bruno. Ahora le resultaba obvio que le habían secuestrado porque, al parecer, había destruido la vida de Arnold Ramsey con acusaciones de homicidio falsificadas. Los cargos sólo se retiraron después de que interviniera un abogado cuya identidad King ahora conocía. Quería compartir esa información con Michelle, e incluso llegó a mirar el teléfono y pensó en llamar a pesar de lo avanzado de la hora. Decidió que podría esperar. Luego pensó en lo que Kate les había dicho que había oído por casualidad, o creía haber oído. El nombre de Thornton Jorst que, al parecer, el hombre misterioso le había dicho a su padre. Sin embargo, King estaba convencido de que el hombre no había dicho «Thornton Jorst» sino «caballo de Troya»[1]
Le inquietaba otra de las cosas que Kate les había contado. Según Kate, Regina Ramsey había dicho que un policía había sido asesinado durante una manifestación contra la guerra y había dado a entender que él incidente había empañado la carrera académica de Arnold Ramsey. Sin embargo, también les había dicho que la Universidad de Berkeley había permitido que su padre obtuviese el título oficial de doctor porque ya se lo había ganado. Kate tenía que saber que ellos averiguarían fácilmente que Ramsey se había doctorado en 1974 y que, por lo tanto, la manifestación no había sido contra la guerra. ¿Por qué lo había hecho? No se le ocurría ninguna respuesta plausible.
Consultó el reloj y se sorprendió al ver que era más de medianoche. Tras asegurarse de que todas las puertas y ventanas estaban bien cerradas, subió la escalera sin olvidarse el arma que Michelle le había dado. Cerró con llave el dormitorio y luego colocó la cómoda contra la puerta por si acaso. Comprobó que el arma estaba cargada y que había una bala en la recámara. Se desvistió y se arrastró hasta la cama. Con el arma en la mesita de noche, se durmió enseguida.