A la mañana siguiente, al despuntar el alba, partieron en tres vehículos. Parks iba en el coche con King y Michelle, y les seguían los dos Suburban repletos de agentes federales de expresión adusta y armados hasta los dientes.
King y Michelle habían puesto al día a Parks sobre lo que Kate les había contado, así como la teoría de Michelle de que todos los puntos estaban interrelacionados, aunque de manera un tanto endeble.
Parks no parecía convencido.
–Tal y como han ido las cosas hasta ahora, estoy seguro de que todavía no se han acabado las sorpresas.
Mientras se tomaban el café, Parks repasó el plan de ataque:
–Enviaremos una de las camionetas a la casa tras hacerla pasar por un vehículo de inspección del condado. Uno de los hombres se dirige a la puerta con la carpeta sujetapapeles mientras otro saca el equipo de inspección. Algunos de nuestros hombres estarán dentro de la camioneta. Los otros habrán rodeado el lugar y acordonado el perímetro. El tipo llama a la puerta y cuando abran, todos salen listos para el ataque, sin miramientos. Si no hay nadie en casa, entramos sin problemas y ejecutamos la orden de registro. Con un poco de suerte, no habrá disparos y volveremos a casa vivos y contentos.
King iba en el asiento trasero. Alargó la mano y le tocó el hombro a Parks.
–Ya sabes que Bob Scott es un fanático de las armas, pero también es un experto en el cuerpo a cuerpo. Así fue como escapó del Vietcong. Dicen que se pasó seis meses limando una hebilla de metal hasta convertirla en una cuchilla y luego degolló a sus captores con ella. Un tipo con el que más vale no meter la pata.
–Lo capto. Entramos por sorpresa y con superioridad numérica. Como dicen los manuales. No se me ocurre un método mejor. – Y añadió-: ¿Crees que encontraremos a Bruno y a Joan allí?
–Es posible -replicó King-, pero no sé si seguirán con vida.
El hombre del Buick y Simmons estaban ultimando los preparativos. Los generadores estaban colocados y en funcionamiento. Habían tendido los cables, ubicado los explosivos y preparado los detonadores. Los objetos que el hombre del Buick había creado con tanta diligencia también estaban donde correspondía, listos para el gran momento. Habían comprobado el equipo una docena de veces. Si funcionaba a la perfección tenían la victoria asegurada.
Mientras el hombre del Buick inspeccionaba su obra, después de tanta planificación y trabajo, ni siquiera se permitió una expresión de satisfacción. Simmons se percató de ello y apartó la caja que comprobaba por enésima vez.
–Bueno, el espectáculo está a punto de comenzar. Parece que lo conseguiremos. Deberías enorgullecerte.
–Vete a echarles un vistazo de nuevo -ordenó el hombre del Buick con resolución, tras lo cual se sentó y repasó todos los detalles mentalmente.
Simmons fue a ver a los prisioneros y los observó por las puertas de las habitaciones en las que estaban encerrados. Estaban inconscientes, ya que les habían adulterado la comida con drogas, pero se despertarían en breve. Si todo iba según lo planeado saldría del país con dinero suficiente para vivir varias vidas. Regresó al lugar donde se encontraba el hombre del Buick, todavía sentado y con la cabeza gacha.
–¿Cuánto crees que tardarán en llamar? – inquirió Simmons rompiendo el silencio no sin vacilación, ya que sabía que al hombre del Buick le gustaba la tranquilidad.
–Pronto -replicó-. Llegarán al bunker de Tennessee de un momento a otro.
–Se llevarán una buena sorpresa.
–Ésa es la idea. – El hombre del Buick le miró con desdén-. Ni te imaginas la planificación que ha supuesto todo esto. ¿Es que acaso crees que se ha hecho para que te diviertas?
Simmons bajó la mirada, nervioso.
–Entonces, ¿cuándo volverá ella?
–Volverá a tiempo. No querrá perderse la siguiente parte. Yo tampoco quiero perdérmela. – Miró a su compañero-. ¿Estás listo?
Simmons se puso derecho y adoptó una expresión confiada.
–Nací para esto.
El hombre del Buick le miró fijamente durante unos instantes y luego agachó la cabeza y volvió a cerrar los ojos.