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Vestida con un chándal, Kate Ramsey salió por fin del despacho a última hora de la tarde, se subió a un Volkswagen Escarabajo y se marchó. Michelle y King la siguieron a una distancia prudencial mientras se dirigía a Bryan Park, situado en las afueras de Richmond. Una vez allí, Kate se bajó, se quitó el chándal y se quedó con unos pantalones cortos y una camiseta de manga corta. Hizo unos estiramientos rápidos y empezó a correr.

–Fantástico -dijo King-. Quizá se ha citado con alguien y nosotros no podremos ver nada.

–Sí que veremos.

Michelle pasó al asiento trasero del todoterreno.

King la miró.

–¿Qué estás haciendo?

Le agarró por el hombro y le indicó que se diera la vuelta.

–Mantenga la vista fija en lo que tiene delante, caballero.

Empezó a desvestirse.

–Siempre llevo el equipo para correr en una bolsa bajo el asiento trasero. Nunca sé cuándo me apetecerá.

La mirada de King se desvió hacia el retrovisor, por donde vio una pierna larga y desnuda y luego otra mientras los pantalones largos bajaban y unos cortos subían por unas pantorrillas musculosas y unos muslos esculturales.

–Sí -dijo él, que desvió la mirada cuando ella empezó a quitarse la camisa-, nunca se sabe cuándo te apetecerá. – Miró al exterior y observó las zancadas rápidas de Kate Ramsey, que se alejaba cada vez más. Ya casi la habían perdido de vista-. Michelle, mejor que te des prisa o nunca alcanzarás…

Se calló cuando la puerta del todoterreno se abrió y se cerró y vio a Michelle con una minúscula camiseta de atletismo, pantalones cortos y zapatillas, cruzando el césped como un rayo con sus piernas largas moviéndose con fuerza y los músculos de los brazos siguiendo el ritmo. Se quedó boquiabierto al ver que cubría la distancia que la separaba de Kate en un abrir y cerrar de ojos.

–¡Jodidos olímpicos! – musitó.

Al principio, Michelle intentó pasar desapercibida, hasta que quedó claro que la joven sólo había salido a correr. Entonces Michelle cambió de táctica. En vez de seguir a Kate, decidió intentar hablar con ella de nuevo. Cuando se colocó a su altura, Kate la miró, frunció el ceño e inmediatamente aceleró la marcha. A Michelle le costó poco seguirla. Cuando Kate aceleró todavía más y se dio cuenta de que Michelle la seguía sin problemas, redujo la velocidad.

–¿Qué quieres? – preguntó Kate con voz tensa.

–Hablar.

–¿Dónde está tu amigo?

–Lo suyo no es correr.

–Ya te he contado todo lo que sé.

–¿Seguro, Kate? Mira, sólo quiero intentar comprenderte. Quiero ayudar.

–¡A mí no me vengas con coleguismos! No estamos en ninguna serie de policías donde de repente todos nos hacemos amigos.

–Tienes razón, esto es la vida real, y varias personas han perdido la vida o han sido secuestradas. Intentamos averiguar qué demonios ocurre porque queremos detener a quien esté detrás de todo esto, y creo que puedes ayudarnos.

–No te puedo ayudar ni a ti ni a nadie.

–Me parece que ni siquiera lo has intentado.

Kate se paró, puso los brazos en jarras, tomó aire a bocanadas rápidas y miró enfadada a Michelle.

–¿Qué coño sabes tú de nada? No sabes nada de mí.

–Por eso estoy aquí. Quiero saber más. Quiero saber todo lo que estés dispuesta a contar.

–No te enteras, ¿verdad? He dejado todo eso atrás. No quiero revivir esa parte de mi vida. – Empezaron a correr otra vez-. Y además, no sé nada.

–¿Cómo sabes que no sabes? ¿Has repasado todos los pequeños detalles, te has hecho todas las preguntas posibles, has apurado todas las líneas de investigación?

–Mira, intento no pensar en el pasado, no sé si me comprendes.

–Entonces lo tomo como un no.

–¿Pensarías tanto sobre el tema si hubiera sido tu padre?

–Lo que no haría, Kate, es intentar huir de la verdad. ¿Has hablado del tema alguna vez en serio? Si no, estoy aquí para escuchar. De verdad.

Mientras las lágrimas empezaban a surcar las mejillas de la joven, Michelle le apoyó una mano en el hombro y las dos se detuvieron. Condujo a Kate hacia un banco y se sentaron.

Kate se secó los ojos con la mano y dejó la mirada perdida con obstinación. Michelle esperó pacientemente.

Kate empezó a hablar con vacilación y con un hilo de voz.

–Estaba en clase de álgebra cuando vinieron a buscarme. Estoy haciendo problemas de Y más X y al cabo de un momento resulta que mi padre es la noticia nacional. ¿Sabes lo que supone eso?

–¿Que se acaba todo tu mundo?

–Sí -repuso Kate con voz queda.

–¿Pudiste hablar con tu madre sobre ello?

Kate hizo un gesto despectivo con la mano.

–¿Qué había que hablar? Ya había dejado a mi padre. Ya había elegido.

–¿Así es como lo veías tú?

–¿Cómo iba a verlo, si no?

–Debes de tener alguna idea de por qué se separaron, aparte de lo que nos dijiste antes.

–No fue por mi padre, eso sí lo sé.

–Así que fue decisión de tu madre, y dices que no sabes por qué, aparte de que quizá sintiera que había desperdiciado su vida con tu padre…

–Sé que cuando mi madre se marchó, la vida se acabó para mi padre. La adoraba. No me habría sorprendido que se hubiera suicidado.

–Bueno, a lo mejor fue una especie de suicidio.

Kate la miró fijamente.

–¿Y se llevó a Clyde Ritter con él?

–Dos pájaros de un tiro.

Kate se observó las manos.

–Todo empezó como un cuento de hadas. Mi padre era activista universitario. Manifestaciones en favor de los derechos civiles, protestas contra la guerra, sentadas, todo lo que tocaba. Mi madre era la actriz hermosa destinada al estrellato. Pero se enamoraron. Mi padre era alto y guapo, un hombre inteligente que quería hacer el bien. Era noble, sin duda. Una persona cabal. Todas las amistades de mi madre eran actores, la gente del mundo del espectáculo. Mi padre era algo totalmente distinto. No sólo interpretaba el papel: salía y arriesgaba su vida para mejorar el mundo.

–Bastante difícil de aguantar para una mujer -comentó Michelle con voz queda.

–Sé que mi madre le quería. Lo que te acabo de contar son cosas que sé por ella y algunos de sus amigos. Y también encontré algunos diarios de cuando estaba en la universidad. Se querían de verdad. Así que no sé por qué no funcionó. Quizá duró más tiempo de lo que debía, teniendo en cuenta lo distintos que eran. Pero a lo mejor si no se hubiera marchado, él no habría hecho lo que hizo.

–Pero a lo mejor no actuó solo, Kate. Eso es lo que intentamos averiguar.

–Vuestras pruebas nuevas que no podéis revelarme -dijo con desdén.

–Un arma -dijo Michelle con firmeza. Kate se sorprendió, pero no dijo nada-. Un arma que encontramos y que creemos que escondieron en el hotel Fairmount el día que asesinaron a Ritter. Sospechamos que había un segundo asesino en el edificio, pero esa persona no disparó.

–¿Por qué no?

–No lo sabemos. A lo mejor se echó atrás. A lo mejor él y tu padre tenían un pacto para hacerlo juntos y al final dejó a tu padre con toda la responsabilidad. – Michelle hizo una pausa y luego añadió con voz queda-: Y quizá fue la persona que convenció a tu padre para que hiciera lo que hizo. Y en ese caso, a lo mejor viste u oíste algo que pueda ayudarnos.

Kate se miró las manos y se mordió las uñas con nerviosismo.

–Mi padre no tenía muchas visitas y pocos amigos de verdad.

–Así que si alguien hubiera venido a verle, probablemente te acordarías-sugirió Michelle.

Kate permaneció callada tanto rato que Michelle estuvo a punto de levantarse para marcharse.

–Fue más o menos un mes antes del asesinato de Ritter.

Michelle se quedó pasmada.

–¿Cómo?

–Debían de ser las dos de la mañana, me refiero a que eran las tantas. Estaba dormida, pero me despertó un ruido. Dormía arriba cuando vivía con mi padre. Él podía estar levantado a cualquier hora, y al comienzo pensé que era mi padre, pero luego oí otra voz. Me acerqué a lo alto de la escalera. Vi una luz en el estudio. Le oí hablar con alguien, o mejor dicho había alguien hablando y mi padre se limitaba a escuchar.

–¿Qué estaba diciendo la otra persona? Espera, ¿era un hombre?

–Sí.

–¿Qué dijo?

–No entendí gran cosa. Oí que mencionaban el nombre de mi madre. «¿Qué pensará Regina?» O algo así. Y entonces mi padre respondió que los tiempos habían cambiado. Que la gente cambia. Y entonces el otro dijo algo que no oí.

–¿Le viste?

–No. El estudio de mi padre tenía una puerta que daba al exterior. Debió de marcharse por allí.

–¿Qué más oíste?

–Nada. Empezaron a hablar en voz baja. Seguramente no querían que me despertara. Pensé en bajar y ver quién era, pero tuve miedo.

–¿Tu padre mencionó alguna vez quién era el visitante, algo sobre aquella visita?

–No. Me daba miedo que supiera que les había oído, así que nunca saqué el tema.

–¿Podría tratarse de alguien que trabajara en la universidad?

–No, creo que habría reconocido la voz. – Había algo en su actitud, un sigilo, que a Michelle no le gustaba, pero decidió no presionarla.

–¿Oíste en algún momento que el hombre mencionara el nombre de Ritter? ¿Algo de eso?

–¡No! Por eso nunca se lo comenté a la policía. Te… tenía miedo. Mi padre estaba muerto y no sabía si había alguien más implicado, y no quería sacar nada a relucir.

–Además, la persona había mencionado a tu madre y pensaste que podía perjudicarla de algún modo.

Kate la miró con ojos dolidos y enrojecidos.

–La gente puede escribir y decir lo que quiera. Puede destruir a otras personas.

Michelle la tomó de la mano.

–Haré todo lo posible por solucionar este caso sin causar más daño. Te doy mi palabra.

Kate apretó la mano de Michelle.

–No sé por qué, pero te creo. ¿De veras esperas descubrir la verdad, después de todos estos años?

–Haré todo lo posible.

Mientras Michelle se levantaba para marcharse, Kate añadió:

–Quería a mi padre. Todavía le quiero. Era un hombre bueno. Su vida no tenía que haber acabado de ese modo. El hecho de que acabara así me hace sentir como que no hay esperanza para el resto de nosotros.

A Michelle, esas palabras le sonaron casi suicidas. Volvió a sentarse y la rodeó con el brazo.

–Escúchame. Tu padre hizo lo que quiso con su vida. Tu vida no es exactamente igual. Has soportado mucho, has logrado tanto que deberías tener más esperanza que nadie. No lo digo por decir, Kate, lo siento de verdad.

Por fin, Kate esbozó una pequeña sonrisa.

–Gracias.

Michelle regresó corriendo al todoterreno y se subió en él. Mientras King conducía, le informó de los pormenores de la conversación que había mantenido con Kate.

King golpeó el volante.

–Maldita sea, así que había alguien. El tipo que habló con su padre podría ser el mismo que escondió la pistola en el cuartillo.

–Bueno, vayamos por partes. Había dos asesinos, pero sólo uno materializó el plan. ¿Deliberadamente o no? ¿Se echó atrás o se trataba de tenderle una trampa a Ramsey?

King negó con la cabeza.

–Si es deliberado y sabes que no vas a utilizar el arma, ¿para qué llevarla al hotel?

–A lo mejor él y Ramsey se encontraron con antelación y el otro tipo al menos tuvo que fingir que intentaría perpetrar el asesinato. De lo contrario, Ramsey habría sospechado.

–Sí, es posible. Bueno, ahora necesitamos analizar con profundidad el historial de Ramsey, probablemente en la universidad. Si el hombre conocía a Regina Ramsey y Arnold Ramsey habló de que las cosas habían cambiado, la respuesta quizá radique en el pasado.

–Y tal vez explique por qué una estrella de Berkeley daba clases en una pequeña universidad de provincias.

Michelle volvió a pasarse al asiento trasero.

–Tú conduce mientras yo me cambio de ropa.

King se centró en la carretera mientras oía el sonido de las prendas que se quitaba y las que se ponía.

–Por cierto, ¿sueles quedarte como Dios te trajo al mundo en compañía de hombres desconocidos?

–Tú no eres un desconocido. Por cierto, me siento halagada.

–¿Halagada? ¿Por qué?

–Mirabas de reojo.