Mientras King y Michelle subían al Land Cruiser de ella, King miró sorprendido el interior del vehículo.
—Has limpiado el coche.
—Oh, sólo he quitado cosas de aquí y de allá —replicó ella con aire despreocupado.
—Michelle, está impecable y, además, huele bien.
—Había varios plátanos pasados. No sé cómo llegaron aquí.
—¿Lo hiciste por lo mucho que te di la lata?
—¿Bromeas? Me sobraba el tiempo, eso es todo.
—De todos modos, te lo agradezco. —Se le ocurrió algo—. ¿Qué hiciste con todas las cosas? No has estado en casa.
Michelle pareció avergonzarse.
—Estoy segura de que no te gustaría ver la habitación del hostal.
—Sí, yo también estoy seguro.
Llegaron a Bowlington y se reunieron con Tony Baldwin. Con su permiso y el del sheriff local registraron la casa de Loretta Baldwin.
—¿De qué vivía tu madre? ¿La Seguridad Social? —le preguntó King mientras inspeccionaban el interior.
—No, sólo tenía sesenta y un años —replicó Tony
—¿Trabajaba? —Tony negó con la cabeza al tiempo que King observaba el mobiliario y las alfombras, los detalles aquí y allá. En la cocina había aparatos mucho más nuevos que la casa y en el garaje un Ford último modelo.
King miró a Tony fijamente.
—Bueno, me rindo, ¿la mantenías tú o un pariente rico le dejó una herencia?
—Tengo cuatro hijos. Apenas llego a fin de mes.
—A ver si lo adivino, ¿Loretta te enviaba dinero? —Tony parecía incómodo.
—Venga, Tony —intervino Michelle—, sólo queremos averiguar quién le hizo esto a tu madre.
—Vale, vale, tenía dinero guardado. Pero no sé de dónde salía y nunca se lo pregunté. Cuando tienes varias bocas que alimentar no le haces ascos a ningún regalo de ese tipo, ¿no?
—¿Te mencionó en alguna ocasión de dónde podría proceder? —Tony negó con la cabeza. King añadió—: ¿Cuándo fue la primera vez que te percataste de ese flujo de dinero?
—No estoy seguro. La primera vez que me envió dinero fue hace años.
—¿Cuántos años? Piénsalo bien, es importante.
—Unos seis o siete.
—¿Cuándo dejó de trabajar en el Fairmount?
—Cerró poco después de que dispararan a Ritter.
—¿Volvió a trabajar desde entonces?
—Nada fijo, y durante los últimos años, nada de nada. Tuvo trabajos mierdosos toda la vida. Le había llegado el momento de tomárselo con calma —dijo a la defensiva.
—O sea, que tu madre nunca te comentó de dónde procedía el dinero, ¿no? ¿Algún amigo o familiar al que pudiera habérselo contado?
—Yo soy el familiar más cercano. Amigos, ni idea. Tenía un buen amigo, Oliver Jones, pero está muerto. A lo mejor se lo contó a él.
—¿Podríamos hablar con su familia?
—No tenía. Vivió más que todos ellos. Murió hará cosa de un año.
—¿Se te ocurre algo más?
Tony caviló al respecto y le cambió la expresión.
—Bueno, las Navidades pasadas mamá dijo algo extraño.
—¿El qué?
—Durante los últimos cinco o seis años siempre había enviado regalos a los niños, pero no las Navidades pasadas. Mi hijita, Jewell, le preguntó a la abuelita que por qué no les había regalado nada, que si ya no les quería. Ya sabéis cómo son los niños. En fin, da igual, mamá dijo algo como, «Ay nena, todas las cosas buenas llegan a su fin», o algo así.
Michelle y King se miraron de manera expresiva.
—Supongo que la policía habrá registrado la casa a conciencia —dijo King.
—De arriba abajo; no encontraron nada.
—¿Ningún talón, comprobante o sobres viejos para saber de dónde procedía el dinero?
—No, nada por el estilo. A mamá no le gustaban los bancos. Sólo usaba efectivo.
King se había dirigido a la ventana y observaba el patio trasero.
—Parece que a Loretta le gustaba mucho el jardín.
Tony sonrió.
—Le encantaban las flores. Les dedicaba mucho tiempo cuando podía. Yo venía todas las semanas para ayudarla. Se sentaba fuera y se pasaba horas mirando las flores. —Tony comenzó a decir algo, pero se calló antes de preguntar—: ¿Queréis verlas? —King se disponía a negar con la cabeza, pero Tony se apresuró a añadir—: Hoy era el día que solía venir a desherbar. Sé que ya no podrá verlo, pero para ella era importante.
Michelle sonrió.
—Me encantan los jardines, Tony —dijo Michelle en tono comprensivo mientras daba un ligero codazo a King.
—Por supuesto. A mí también me gustan los jardines —dijo King sin excesivo entusiasmo.
Mientras Tony Baldwin arrancaba hierbajos de uno de los arriates, Michelle y King recorrían el jardín y admiraban las flores.
—El flujo de efectivo de Loretta comenzó a ponerse en movimiento poco después de la muerte de Ritter —dijo King.
—Exacto. ¿Crees que es una cuestión de chantaje?
King asintió.
—Aunque me pregunto cómo es posible que Loretta chantajeara a alguien sólo por haberlo visto en el cuartillo.
—Sobre todo porque podía tratarse de alguien que hubiese entrado allí por el mismo motivo que ella, porque tenía miedo.
—Pero eso no es todo. Recuerda que cuando estábamos inspeccionando el cuarto te dije que era probable que Loretta se hubiera acurrucado al fondo. Lo pensé porque ella podría haber pensado que el tipo llevaba un arma. —Se calló y, de repente, la miró con los ojos bien abiertos.
—¿Cómo? ¿Que vio entrar a alguien con una pistola?
—O con algo. ¿Cómo explicas entonces que estuviese intranquila? Seguramente habría mucha gente corriendo en busca de refugio.
—Pero ¿por qué una pistola?
—¿Por qué no? Que un tipo esconda una pistola en el cuarto de los suministros justo después de un asesinato tiene más sentido que ocultar unas gafas o un fajo de dinero. Un arma es incriminatoria. De acuerdo, digamos que el tipo todavía lleva el arma. Tiene miedo de salir del hotel con la pistola porque podrían detenerle y cachearle. O sea que cuando se arma todo el jaleo entra corriendo en el cuarto y la esconde allí, sin saber que Loretta está dentro. Es posible que hubiera planeado ocultar la pistola allí desde el principio. Tal vez pensara ir a buscarla más tarde o dejar que la policía la encontrara. Seguramente no tendría ninguna prueba incriminatoria. O sea, que guarda la pistola entre unas toallas o algo y se marcha. Loretta sale de su escondrijo y se la lleva. Quizá tiene la intención de entregarla a la policía pero luego cambia de idea y se le ocurre lo del chantaje. Puesto que trabaja en el hotel saldrá a hurtadillas por un lugar que nadie vigile o esconderá el arma y la vendrá a recoger después.
Michelle sopesó ese razonamiento.
—Vale, ella tiene el arma, ve al tipo y, si no sabe quién es, es bastante fácil averiguarlo. Se pone en contacto con él de manera anónima, seguramente con una fotografía del arma, y le explica dónde estaba ella cuando le vio y comienza a chantajearle. Resulta tan creíble como cualquier otra cosa, Sean.
—Y por eso le registraron la casa. Buscaban el arma.
—¿De verdad crees que Loretta la guardó aquí?
—Ya has oído a Tony, Loretta no creía en los bancos. Seguramente era de las que guardaba las cosas importantes al alcance de la mano.
—Entonces, la pregunta clave es: ¿Dónde está el arma?
—Quizá deberíamos levantar la casa tabla por tabla.
—Eso no tiene sentido. A no ser que haya un compartimiento secreto en alguna parte, esconder el arma en una pared no es demasiado práctico que digamos.
—Cierto. —King observaba el jardín con mirada distraída. Se detuvo en un lugar, pasó junto al mismo y volvió sobre sus pasos. Se dirigió hacia la hilera de hortensias. Había seis de color rosa y en el centro del grupo una azul.
—Bonitas hortensias —le dijo a Tony.
Tony se le acercó, limpiándose las manos en un trapo.
—Sí, eran las preferidas de mamá, seguramente le gustaban más que las rosas.
A King le pareció curioso.
—Interesante. ¿Alguna vez te dijo por qué?
Tony parecía desconcertado.
—¿Por qué qué?
—¿Por qué le gustaban más las hortensias que las rosas?
—Sean, ¿de verdad crees que eso es importante? —preguntó Michelle.
Tony se frotó el mentón.
—Bueno, ahora que lo dices, más de una vez me dijo que para ella esas hortensias eran inestimables.
King miró repentinamente a Michelle y luego clavó la vista en la hortensia azul.
—¡Joder! —exclamó.
—¿Qué pasa? —preguntó Michelle.
—Se me acaba de ocurrir la posibilidad más remota del planeta, pero quizá resulte. Rápido, Tony, ¿tienes una pala?
—¿Una pala? ¿Por qué?
—Siempre me han llamado la atención las hortensias azules y rosas.
—No tienen nada de especial. Hay personas que piensan que son arbustos diferentes, pero no es cierto. Puedes comprar rosas y azules, pero también puedes cambiar el rosa a azul al aumentar el nivel de pH de la tierra y volverla más acida, o de azul a rosa al disminuir el pH y hacerla más alcalina. Hay una sustancia para volverla más acida, creo que se llama sulfato de aluminio. También se pueden poner limaduras de hierro en la tierra, latas e incluso clavos oxidados, y eso también las hace pasar del rosa al azul.
—Lo sé, Tony, por eso quiero la pala. Date prisa, por favor.
Tony fue a buscar la herramienta al garaje y King comenzó a cavar alrededor de la hortensia azul. Al poco, la pala chocó contra algo duro. King extrajo un objeto de la tierra.
—Una buena fuente de hierro —dijo King mientras sostenía en alto la pistola oxidada.