El problema de todas las historias es que se cuentan después de que hayan pasado.
Hasta los comentarios jugada a jugada que hace la radio de los home runs y los strike outs llevan unos minutos de retraso. Hasta la televisión en directo lleva un par de segundos de retraso.
Hasta la luz y el sonido tienen un límite de velocidad.
Otro problema es el que las cuenta. El quién, el qué, el dónde, el cuándo y el porqué del reportero. La influencia del medio. La forma que el mensajero da a los hechos. Lo que los periodistas llaman «el Guardián». El hecho de que la presentación lo es todo.
La historia que hay detrás de la historia.
Todo esto lo cuento yendo de café en café. Este libro lo estoy escribiendo, capítulo a capítulo, desde pueblos y ciudades y paradas para camiones en medio de la nada que nunca son los mismos.
Lo que tienen en común todos estos sitios son los milagros. Esa clase de noticias que salen en los periódicos sensacionalistas, la clase de curaciones y visiones que nunca salen en la prensa de masas.
Esta semana es la Virgen de Welburn, Nuevo México. La semana pasada recorrió Main Street volando. Con sus rastas rojas y negras flotando a su espalda, con los pies descalzos y sucios, con una falda india de algodón estampada en dos tonos distintos de marrón y un top vaquero sin espalda. La noticia sale en el World Miracles Report de esta semana, al lado de la caja registradora de todos los supermercados de América.
Y aquí estoy yo, con una semana de retraso. Siempre un paso por detrás. Después de que haya pasado.
La Virgen Voladora llevaba las uñas pintadas de rosa brillante con las puntas blancas. Manicura francesa, de acuerdo con algunos testigos. La Virgen Voladora llevaba un bote de aerosol insecticida de marca Bug-Off y lo usó para escribir por todo el cielo azul de Nuevo México la siguiente inscripción:
PARAD DE TENER IJOS
(Sic.)
Luego dejó caer el bote de Bug-Off. Ahora el bote está de camino hacia el Vaticano. Para que lo analicen. Ya se pueden comprar postales del fenómeno. Y hasta vídeos.
Casi todo lo que se puede comprar aparece después de que los hechos hayan pasado. Está muerto. Listo. Fiambre.
En los vídeos de souvenir, la Virgen aparece agitando el bote de aerosol. Flota por encima del final de Main Street y saluda a la multitud con la mano. Y tiene una mata de pelo castaño en el sobaco. Justo un momento antes de que empiece a escribir, una ráfaga de viento le levanta la falda y se puede ver que la Virgen Voladora no lleva bragas. Tiene la entrepierna rasurada.
Hoy estoy escribiendo desde aquí. Desde una cafetería de carretera, hablando con testigos de Welburn, Nuevo México. Conmigo está sentado el Sargento, un viejo poli irlandés con pinta de patata asada. Tenemos sobre la mesa el periódico local, doblado de forma que se ve un anuncio a tres columnas que dice:
ATENCIÓN, CLIENTES DE LAS TIENDAS DE MUEBLES
ALL PUSH INTERIORS
El anuncio dice:
«Si han salido arañas venenosas de sus muebles tapizados nuevos, tal vez reúnan los requisitos para entablar un pleito por demanda colectiva».
Y el anuncio da un número de teléfono para que la gente llame, pero no nos sirve de nada.
El Sargento tiene esa clase de piel fláccida en el cuello que si la pellizcas y la sueltas se queda con la forma del pellizco. Tiene que irse a buscar un espejo para alisarla otra vez.
Fuera de la cafetería, la gente sigue llegando al pueblo. La gente se arrodilla y reza para que haya otra aparición. El Sargento junta las manazas y finge que reza, mirando de reojo al otro lado de la ventana, con la pistolera desabrochada, con la pistola cargada y lista para tirar al plato.
Cuando terminó de escribir en el cielo, la Virgen Voladora tiró besos a la gente. Hizo la señal de la paz levantando dos dedos. Flotó en el aire por encima de los árboles, sujetándose la falda con un puño, agitó hacia atrás las rastas rojas y negras, saludó con la mano y amén. Desapareció, tras las montañas, en el horizonte. Desapareció.
Pero uno no se puede fiar de lo que dicen los periódicos.
La Virgen Voladora no era ningún milagro.
Era magia.
No se trata de santos. Se trata de conjuros.
El Sargento y yo no estamos aquí para presenciar nada. Estamos cazando brujas.
Con todo, esta historia trata del aquí y el ahora. De mí, del Sargento y de la Virgen Voladora. Y de Helen Hoover Boyle. Lo que estoy escribiendo es la historia de cómo nos conocimos. De cómo llegamos hasta aquí.