—Todavía no sé cómo lo averiguaste, Sean —dijo Williams.
El jefe de policía, Sylvia y Bailey estaban en el despacho de King y Maxwell.
King dobló un sujetapapeles hasta formar un triángulo antes de responder.
—Siete horas —dijo—. Siete horas, eso fue lo que me hizo pensar en Eddie.
—Ya lo habías mencionado —le recordó Williams.
—Pero era una pista indirecta. Me recordó la droga que le dieron a Eddie o, mejor dicho, que se autoadministró.
—Sulfato de morfina —precisó Michelle.
—Exacto. Hablé con un experto en narcóticos y me dijo que la dosis media te deja sin sentido durante ocho o nueve horas, a no ser que la persona esté acostumbrada a los narcóticos fuertes, con lo cual su efecto es menor. Pues bien, Dorothea consume habitualmente estupefacientes. Creo que Eddie le administró la droga a eso de las dos de la madrugada, después de hacer el amor. Sin embargo, dado que estaba habituada al consumo, el efecto de la morfina fue menor de lo normal. De hecho, se había recuperado por completo al cabo de menos de seis horas, antes de las ocho, cuando Savannah le anunció la muerte de Sally.
—Dijo que se sentía mareada —comentó Bailey.
—Cierto, pero estaba recuperándose. Creímos que mentía, que intentaba disimular. Sin embargo, Eddie no pudo haber tomado el sulfato de morfina hasta después de asesinar a Sally, digamos que a eso de las seis de la mañana. Comenzó a recuperarse a las tres de las tarde, más o menos nueve horas después, el período normal que permanecería inconsciente una persona. Eso fue así porque la tomó después de matar a Sally. La referencia de las siete horas me volvía loco porque Sally había muerto antes de que transcurrieran siete horas desde que me contara lo de Júnior. Eso me hizo pensar en el tiempo que Eddie habría permanecido inconsciente, y las cuentas no salían. Sobre todo si Dorothea también estaba drogada, ya que se recuperaron a horas muy distintas. Incluso con la tolerancia que ha desarrollado, la discrepancia era excesiva.
Williams se dio un golpecito en la pierna.
—Joder, ni siquiera se me había ocurrido. —Señaló a Bailey—. Y a ti tampoco.
—Si el asesino era otra persona —prosiguió King—, cabía que hubiese drogado a Eddie, pero lo habría hecho mucho antes de matar a Sally para asegurarse de que estuviera bien inconsciente. No tendría sentido que lo hubiera drogado después de matarla. ¿Para qué?
—Suena lógico —admitió Bailey.
—Lo de las siete horas también me hizo pensar en otra cosa. Si Sally había muerto por lo que me había contado siete horas antes, entonces alguien había colocado micros ocultos en mi casa flotante. ¿Cómo si no lo habría sabido Eddie tan rápidamente? Es posible que siguiera a Sally hasta mi casa y escuchara desde el coche. De cualquier modo, no podía quedarme de brazos cruzados, así que compré esto. —Sostuvo en alto un pequeño dispositivo—. Es un transmisor-detector y captador de frecuencias con un alcance de uno a tres megahercios. También tiene un gráfico de barras de dieciséis secciones que indica la intensidad de la frecuencia de radio, por lo que alcanza el máximo cuando está junto a un micro oculto.
—¿Encontraste el micro pero no lo quitaste? —preguntó Bailey.
—Exacto. Mientras Eddie creyera que la información que averiguaba era válida, yo podría usarlo para tenderle una trampa.
—Harry y Remmy han sido muy valientes al participar —dijo Michelle.
—Ninguno sabía que era Eddie hasta que él habló —explicó King—. Siento haber conmocionado a Remmy de este modo, pero creí que sería mejor que viese por sí misma que su hijo era culpable.
—No ha sido fácil —reconoció Williams—. Aunque la casa estaba rodeada cabía la posibilidad de que Eddie disparase.
—Estaba seguro de que no lo haría, sobre todo después de saber que Harry no tuvo nada que ver con la muerte de Bobby. Eddie ha jugado limpio, eso es indudable. Asesinó, pero por motivos concretos. Sin embargo, por si acaso, le pedí a Harry que llevara un chaleco antibalas; hacía que el traje le quedara bastante ajustado, pero la molestia valía la pena. Además, doce agentes armados en la misma habitación no estorbarían a nadie. —Abrió el cajón del escritorio y sacó otro objeto.
—¿Qué es eso? —preguntó Sylvia.
—Un disco de claves para descifrar mensajes codificados. El ejército confederado lo empleó durante la guerra de Secesión. Eddie tenía uno en el estudio. —Movió el disco—. Si te equivocas en un solo tic, como un minuto en la esfera de un reloj de pulsera, el significado cambia por completo. Un tic, con eso basta. Estoy seguro de que Eddie sacó de aquí la idea de cambiar la hora del reloj dependiendo de la víctima. Así satisfacía su vena creativa y su pasión por la guerra de Secesión.
—Lo que no entiendo es que tenía coartadas —observó Bailey—. Las comprobamos. Por ejemplo, cuando mataron a Canney, Pembroke y Hinson estaba participando en las recreaciones de la guerra.
—Sí, pero por la noche los recreadores duermen en sus coches o en tiendas de campaña. Eddie pudo marcharse sin que nadie lo notase. Lo cronometré sobre el terreno. En cada asesinato estaba a un máximo de dos horas de distancia en coche. Tenía tiempo de sobra para regresar y participar al día siguiente.
—Un momento —dijo Bailey—. Hemos hablado con personas que estuvieron en las recreaciones. Recordaban que el todoterreno de Eddie estaba allí casi siempre. Está documentado.
—Estoy seguro de que el todoterreno estaba allí —replicó King—, pero su todoterreno también tenía un enganche para remolques, lo comprobé. En las dos recreaciones que mencionas no fue con el remolque para caballos, pero pudo haber remolcado otro coche hasta un lugar cercano y ocultarlo en el bosque. Luego usaría ese vehículo para ir al lugar de los asesinatos y luego volver. Todos creerían que no se había movido de allí porque el todoterreno seguía en el mismo sitio. De hecho, creo que descubriremos que tenía otro coche escondido en alguna parte.
—Por Dios —dijo Sylvia exhalando un largo suspiro—, ¿cómo hemos podido estar tan ciegos?
—Vale, Sean, ya nos has contado cómo lo averiguaste, ahora dinos por qué. ¿Por qué asesinó Eddie a esas personas? —inquirió Williams.
—Y en lenguaje para tontos, si es posible —dijo Sylvia sonriendo, en alusión a lo que King le había dicho en el depósito de cadáveres cuando ella se disponía a explicarle la causa de la muerte de Rhonda Tyler.
King no le devolvió la sonrisa.
—Eddie Battle es un hombre muy complejo y lleva mucho tiempo urdiendo este plan. Creo que todo comenzó tras la muerte de su gemelo.
—Bobby Jr., el que nació retrasado mental —explicó Bailey.
—No, Bobby Jr. no nació así, sino con sífilis —replicó King—. Las lesiones cerebrales fueron posteriores.
—¿Sífilis? —exclamó Bailey.
King cogió dos fotografías del escritorio.
—Cuando Michelle y yo estábamos en el dormitorio de Remmy, Savannah nos enseñó esta foto de los gemelos cuando eran bebés. No sabía diferenciarlos. —Sostuvo la otra fotografía—. Esta es de Bobby Jr. poco antes de morir, nos la enseñó Mason. Se aprecia bien el cambio en los rasgos, la manifestación de la hidrocefalia y los problemas en los dientes y ojos. Su madre se la transmitió cuando estaba en el útero.
—Dientes de Hutchinson, muelas deformadas y atrofia del nervio óptico —dijo Sylvia mientras observaba la foto—. ¿Cómo contrajo Remmy la sífilis?
—De su esposo. Estaba contagiado cuando fecundó a Remmy de los gemelos o al mantener relaciones sexuales con ella durante el primer o segundo trimestre de ese embarazo.
—Y la sífilis puede atravesar la placenta —comentó Sylvia en voz baja.
—Exacto. Bobby Jr. acabó sufriendo lesiones cerebrales y otros efectos porque no recibió tratamiento. Murió de cáncer, pero estoy seguro de que la sífilis le había debilitado sobremanera.
—Pero ¿por qué no recibió tratamiento?
—Tuve una conversación muy extraña con Remmy al respecto. Dijo que cuando el niño comenzó a presentar síntomas anormales, Bobby no quiso que lo viera el médico. Ni siquiera aceptaba que él mismo estuviera enfermo. Seguramente no reconocía que tenía sífilis porque, al parecer, tampoco recibió tratamiento alguno. En cualquier caso, cuando Remmy buscó ayuda médica ya era demasiado tarde. La enfermedad había causado daños irreversibles. Recordad que ocurrió hace más de treinta años y los conocimientos médicos de entonces no eran tan avanzados como en la actualidad. Ha vivido muchos años con ese sentimiento de culpa.
—Cuesta creer que una mujer como Remmy no hubiera llevado a su hijo al médico de inmediato —dijo Michelle.
—Eso estaba pensando —convino Sylvia.
—Desconocemos muchos aspectos de la relación entre Remmy y su marido —dijo King—. ¿Una mujer que habla con adoración y orgullo de su esposo pero que no lleva el anillo de boda y le da igual si no lo recupera? Esas son aguas profundas que nunca sondearemos por completo.
—Pero tuvieron a Savannah años después y ella está sana —señaló Bailey.
—Bobby ya no era contagioso y Remmy había recibido tratamiento para la sífilis hacía varios años. —King apartó las fotografías y prosiguió—: Desde siempre, una de las principales vías de propagación de la enfermedad son las relaciones sexuales con prostitutas. Como bien sabemos, Bobby tenía fama de relacionarse con esa clase de mujeres. Contrajo la enfermedad de una de ellas y se la transmitió a Remmy, que a su vez se la transmitió sin saberlo a Bobby Jr. Eddie y Bobby no eran gemelos idénticos, sino bivitelinos, por lo que no compartieron el mismo flujo amniótico. Eso explicaría por qué Eddie no se contagió.
—¿Y Eddie lo sabía? —preguntó Bailey.
—Sí. No sé cómo lo descubrió, pero llevaba mucho tiempo albergando esa sospecha. Un polvorín a punto de estallar. Creo que Eddie también se sintió muy culpable. Sabía que seguía con vida por pura suerte. A decir de todos, quería mucho a su hermano.
—Entonces Rhonda Tyler fue… —comenzó Williams.
—La manera simbólica de Eddie de castigar a la prostituta que había contagiado a su padre y condenado a su hermano. Tyler tuvo la mala suerte de cruzarse con Eddie en un momento dado.
—El arrugamiento de la aorta de Bobby y las lesiones cerebrales apuntan a la sífilis —se recriminó Sylvia y se cubrió los ojos con una mano, apesadumbrada.
—No estabas buscando indicios de la enfermedad, Sylvia —la reconfortó King amablemente—. Y podrían ser fruto de otras enfermedades.
—Steve Canney tenía que morir porque era el fruto de una aventura de su madre con Bobby —dijo Michelle retomando la explicación—. Su madre había muerto, así que Steve fue sacrificado en su lugar.
—Eddie siente devoción por Remmy —declaró King—. Estoy seguro de que creía que ese hijo bastardo era como una bofetada para ella. Y Janice Pembroke estaba en el lugar y el momento equivocados, eso es todo.
—Un tic fuera de lugar —dijo Bailey.
—Exacto. Lo mismo con Diane Hinson. Otro tic fuera de lugar, para ocultar su verdadero propósito y complicar la relación entre las víctimas.
—¿Y Júnior Deaver?
—Eddie creía que había robado las cosas de su madre. Eso bastaba. Cuando averiguó que se había equivocado, se desquitó con Sally. Por muy retorcido que parezca, su sentido del juego limpio y la justicia es obvio. Las huellas de barro del vestíbulo deberían haberme bastado para saber que era él. Savannah dijo que no se movió de la puerta, pero había huellas de barro por todas partes. Eran de las botas de Eddie, no de las de Savannah. Iba a contrarreloj, no sabía cuándo la droga dejaría de hacerle efecto a Dorothea, y él también tenía que tomar su dosis. Es probable que ni siquiera se fijase en el barro. A juzgar por la paliza que le propinó a Sally, estaba bastante desquiciado.
—¡Más que desquiciado! —exclamó Williams.
—Y luego le tendió una trampa a Harold Robinson para inculparle, aunque no sé por qué le eligió.
—Un momento. Entonces el hombre que vio el niño era Eddie, ¿no? —preguntó Michelle.
—Sí.
—¿Por qué no mató también al niño?
—Quizá supuso que si el niño creía que él era su padre eso ayudaría a inculpar definitivamente a Robinson. O tal vez, a pesar de todo lo que ha hecho, no es capaz de asesinar a un niño. Como ya he dicho, Eddie es un hombre muy complejo.
—Más bien un monstruo —opinó Williams.
—¿Lo sabe Dorothea? —preguntó Sylvia.
Bailey asintió.
—Se lo dije. Remmy y Savannah me ayudaron a contárselo todo. Esa sí que es una familia afligida.
—Pero ¿por qué Eddie imitó a asesinos en serie famosos? —inquirió Williams.
King ladeó la cabeza hacia Bailey.
—Creo que eso iba dirigido a ti, Chip.
—¿A mí?
—Tiene sentido que quisiera alardear de su superioridad, vencerte en tu propio terreno profesional.
—Pero ¿por qué? Éramos amigos. Le salvé la vida.
—No; desbarataste su plan de secuestro.
Bailey se levantó de la silla de un brinco.
—¿Qué?
—Estoy convencido de que planificó su propio secuestro. Contrató al hombre que mataste. Quería castigar a su padre por la muerte de su hermano hacía dos años, y lo único que se le ocurrió a aquel universitario de veinte años fue arrebatarle cinco millones de dólares. Estoy seguro de que fue él quien quemó el dinero después de que mataras a su compinche. No quería que su padre lo recuperase, pero se le acababa el tiempo. Tuvo que volverse a atar y hacerse el tonto cuando llegaste. Llevaba mucho tiempo incubando ese odio hacia su padre.
—Increíble —dijo Bailey mientras se sentaba de nuevo lentamente—. Increíble —repitió—. ¿Todos estos años ha estado fingiendo que era mi amigo y en realidad me odiaba?
—Eddie es un mentiroso y un actor consumado. Digámoslo de otro modo: considérate afortunado de que no te hayan encontrado con un reloj en la muñeca.
—¡Por Dios! —exclamó el agente del FBI.
—Pero, Sean —dijo Williams—, han pasado veinte años entre el secuestro y los asesinatos. ¿Qué motivó a Eddie?
—Creo que fue el derrame cerebral de su padre. Quizá pensaba que Bobby moriría antes de que pudiese mostrarle su versión de la justicia. No lo sé a ciencia cierta, pero no parece una casualidad.
—¿Y ahora qué? —preguntó Michelle.
—Eddie comparecerá en el juzgado mañana.
—Habrá un cambio de tribunal, seguro —afirmó King—. Si es que llega tan lejos.
—¿Crees que alegará locura? —dijo Williams—. No lo conseguirá. El muy cabrón sabía perfectamente lo que hacía.
—En cierto modo estaba exorcizando los demonios que ha llevado dentro durante muchos años —replicó King—. No justifico lo que hizo, y si le condenan a muerte, así sea. Pero si Bobby no hubiera sido su padre creo que todo esto no habría ocurrido.
Todos se miraron entre sí en silencio.
—Le podría haber pasado a cualquiera —musitó Sylvia.