Había llegado a la mitad de la lista que había cogido en la caravana de Júnior Deaver. Los otros llevarían su tiempo, pero se había ganado un respiro. La policía había arrestado a Harold Robinson. Lo cierto era que había sido una suerte que Tommy se hubiera despertado y hablado con su padre, tal como informaban los periódicos. Aquello, junto con el hallazgo de los objetos pertenecientes a las cinco víctimas, parecía confirmar a Robinson como autor de los crímenes. Y esa había sido su intención desde el principio. Lo que no sabía era si duraría mucho. Si Robinson tenía una coartada para al menos uno de los asesinatos entonces todo se iría al garete, pero de momento tenía tiempo para seguir con sus planes. Y la mujer de Robinson, que siempre corroboraba el paradero de su marido, estaba muerta. Eso dificultaría la comprobación de las coartadas por parte de la policía. Le faltaba un solo asesinato, pero no le preocupaba que la policía lo relacionase con los crímenes anteriores y dejase a Robinson en libertad. Nunca encontrarían el cadáver de la siguiente víctima. Es más, no habría nada que encontrar.
Acababa de averiguar un detalle intrigante. Cuando comprobó la grabación procedente del micro que había ocultado en el despacho de King y Maxwell, oyó la conversación entre Michelle y Billy Edwards. Hacía unos tres años y medio el gran Bobby Battle y su imperiosa mujer habían discutido en el garaje, y el Rolls-Royce había sufrido daños.
Hacía unos tres años y medio. De hecho, el día antes de que Edwards fuese despedido.
Caviló al respecto. Había algo… si sólo lograra recordarlo. Volvió a repasar la lista de las personas para las que Júnior Deaver había trabajado últimamente. Supuso que si alguien le había tendido una trampa a Júnior para incriminarlo, seguramente habría entrado en su caravana e investigado sus pertenencias. Dedujo que la persona que había cometido el robo posiblemente hubiera asesinado a Bobby Battle. Ese acto no sólo le había robado su gloria personal sino que también había desbaratado todos sus planes. Para ese pecado sólo serviría el mayor de los castigos.
Michelle y King estaban en su oficina.
—Bien, Sean, se acabó la palabrería, se acabaron las respuestas evasivas. Me he cansado de estar al margen. Dijiste que iríamos a por todas y que confiaríamos en que el destino nos sonriera. Quiero saber todo lo que sabes, y quiero saberlo ya.
—Michelle…
—¡Ahora mismo, Sean, o ya puedes buscarte otro socio!
King se reclinó y resopló.
—Vale, sé quién mató a Bobby Battle. He hablado con varios médicos, he ido a una tienda de antigüedades, he investigado aquí y allá, he encajado algunas piezas del puzzle, y tiene sentido.
—¿Quién es?
—No te lo creerás.
—Bien, no me lo creeré.
King jugueteó con un sujetapapeles que había en la mesa de trabajo.
—Harry Carrick —dijo.
—¿Te has vuelto loco? ¿Qué otro motivo podía tener Harry…?
—El más antiguo de todos. Está enamorado de Remmy desde hace décadas.
—¿Y también fue el autor de los robos?
—Sí. Recuerda que es un viejo amigo de los Battle. Le sería fácil conseguir una llave de la casa y la clave del sistema de seguridad. Luego rompió la ventana para que pareciera un robo. Harry dijo que Júnior había trabajado para él. Ya viste la camioneta de Júnior, estaba llena de herramientas y ropa. Harry podía coger lo que quisiera para incriminar a Júnior. Además, fue fiscal y juez durante años, por lo que no es un neófito con respecto a las huellas dactilares. Es posible que obtuviera una de Júnior y la colocase en casa de los Battle.
—Pero ¿por qué robar a los Battle?
—Creo que Bobby tenía pruebas incriminatorias de su romance guardadas en el cajón secreto del vestidor. Si así fuera, es probable que Harry quisiera dar la impresión de que el objeto del robo era el cajón secreto de Remmy cuando en realidad lo era el de Bobby.
—¿Qué pruebas incriminatorias podía tener Bobby?
King abrió el cajón y sacó una fotografía. Le dio la vuelta y señaló el dorso.
—¿Pa-Kc? ¿Pa-Ko? ¿Qué tal papel Kodak?
Michelle alargó la mano lentamente para tomar la fotografía. Pasó los dedos sobre las palabras «papel Kodak» impresas en el dorso.
—Y se quedaron grabadas en parte en el cajón —dijo. King asintió—. O sea, tenía una foto comprometedora de Remmy y Harry, ¿no?
—Seguramente. Por eso Harry sacó a relucir la teoría del testamento robado del armario de Bobby, para despistarnos. Tal como lo veo, Harry y Remmy deben de haber estado juntos en esto. Tenían que recuperar la foto y simular el robo de objetos valiosos de ella. Según esta teoría, Remmy le habría facilitado a Harry la llave y la clave. Lo que probablemente no calcularon es que la empresa de seguridad cuenta con un archivo. Comprobé los registros sin que Remmy lo supiera. A la una y media de la madrugada, cuando se produjo el robo, alguien desactivó el sistema de seguridad al introducir la clave de acceso. Nadie se había molestado en comprobarlo porque todos daban por sentado que se trataba de un robo.
—O sea que se llevan la foto.
—Y sólo les falta hacer una cosa.
—Matar a Battle —dijo Michelle con voz quebrada—. No puedo creerlo, Sean, no puedo. No puedo creerme que sea Harry.
—Míralo desde el punto de vista de Harry. La mujer a la que amaba estaba casada con un monstruo. Recuerda que Harry estaba en el hospital cuando Bobby murió. Nos dijo que le habían llamado porque él es su abogado general.
—¿Y no lo es?
—Sí, lo es, pero no le llamaron. Fue por su cuenta. Lo dispuso todo para encontrarse con nosotros cuando nos marchábamos. Nos dijo que era un viejo amigo de Bobby y nos preguntó si habíamos visto a Remmy. Todo eso para despistarnos y para que no sospecháramos de él.
—¿Asesinó a Battle esa noche?
—Remmy se marchó del hospital a eso de las diez. Harry seguramente la esperaba en el aparcamiento vestido con una bata del hospital. Es el abogado general del hospital. Y conoce bien el horario de los cambios de turno. Entonces entró, movió la cámara, inyectó la sustancia en la bolsa, dejó las pistas falsas y se largó.
—Pero el que Remmy estuviera allí la incriminaba. ¿Por qué hacerlo de ese modo? ¿Por qué tenía que estar Remmy allí?
—Por eso colocaron la prueba que inculpaba al asesino en serie. Lo comprobé: Remmy ya era rica, incluso sin contar con el patrimonio que Bobby le dejaba en el testamento, por lo que ese no era el móvil. Y dado que Remmy estaba allí lo lógico sería pensar que le habían tendido una trampa. Al principio sospecharían de ella, pero con el tiempo pensarían como tú: si de veras ella tenía que ver con el crimen, no estaría cerca de esa habitación la noche en que se cometió.
—¿Y qué pensaban hacer ahora? ¿Esperar un poco y casarse?
—No; supongo que Remmy se marcharía al cabo de cierto período de tiempo. Harry haría otro tanto no mucho después. El siguiente destino tal vez sería una isla privada en Grecia.
Michelle respiró hondo y exhaló lentamente.
—¿Qué hacemos ahora?
—Cenaremos con Remmy y Harry.
—¿Qué? ¿Bromeas?
—No; será en casa de Harry. —Se inclinó hacia delante—. Michelle, cometieron un error de poca importancia, pero con eso basta. Con el pequeño dispositivo de vigilancia que compré en Washington obtendré las pruebas que necesito.
—¿Todd o Bailey están al tanto de esto?
—No; sólo nosotros. Siempre censuraré lo que hicieron Harry y Remmy, pero pienso que se merecen que el asunto se lleve con la mayor discreción y dignidad posibles.
—¿Cuándo? —preguntó Michelle.
—Mañana a las siete. Harry estará fuera de la ciudad hasta mañana a primera hora de la tarde. En cuanto sepan que sabemos la verdad y tenemos pruebas, estoy seguro de que confesarán y nos acompañarán sin rechistar. Luego se los entregaremos a Todd.
—Todo esto me da mala espina, Sean, muy mala espina.
—¿Crees que a mí me gusta? Harry fue juez del Tribunal Supremo de Virginia; hemos sido buenos amigos durante muchos años.
—Lo sé, pero…
—Por mucho que Harry te caiga bien, olvídalo. Ya sé que Bobby era despreciable en muchos sentidos, y he averiguado que seguramente padecía una enfermedad crónica que quizá contagiara a Remmy.
—¡Oh, Dios mío!
—A pesar de todo —prosiguió King—, no se merecía que lo asesinaran. —La miró y dijo en voz baja—: Ya está, te he contado todo lo que sé. —Tras una breve pausa añadió—: ¿Estás conmigo, Michelle?
—Estoy contigo —respondió ella con voz queda.