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Más tarde ese mismo día, Sylvia les informó de que había acabado la autopsia de Kyle. Decidieron reunirse en el despacho de King. Sylvia se presentó con Todd Williams. Al cabo de un minuto Chip Bailey entraba en el aparcamiento.

—Le he llamado —explicó Williams—. He supuesto que teníamos que mantenerlo al corriente, aunque la muerte de Kyle no esté relacionada con el asesino en serie.

—¿Estás seguro de que no? —repuso King.

El jefe lo miró con severidad.

—¿Acaso quieres volverme loco?

Cuando estuvieron instalados en la sala de reuniones, Sylvia abrió su carpeta.

—Como dije, no sabremos la causa exacta de la muerte hasta que recibamos los análisis toxicológicos —empezó—. Sin embargo, unos hallazgos poco corrientes en el examen externo me hacen pensar que murió en circunstancias sospechosas.

—¿Como un suicidio por sobredosis? —preguntó King.

—No, como un homicidio. —Hizo una pausa y luego habló con rapidez y firmeza—. Kyle no consumía drogas. No hemos encontrado otras drogas ni nada relacionado con ellas en su apartamento, y no tiene marcas de aguja en ninguna parte del cuerpo.

—Pero encontrasteis una jeringuilla usada y una marca de aguja en el brazo —comentó Bailey.

—Se ha confirmado que la sustancia de la jeringuilla era heroína. De acuerdo, supongamos que Kyle quería suicidarse. La heroína se adquiere en la calle, o sea que nunca puedes estar seguro de la dosis que te inyectas en realidad. Además hay que plantearse de dónde la sacó. Es obvio que no tengo heroína en la farmacia.

—Pero él estaría más informado que una persona normal. Y la triste realidad es que las drogas ilegales pueden encontrarse en cualquier sitio —dijo Williams.

—Pero si uno decide suicidarse, quiere hacerlo bien a la primera. En resumidas cuentas: la heroína no es una buena elección para el suicidio. Lo más importante, sin embargo, es que encontré dos pequeños pinchazos superficiales en el centro del pecho de Kyle. No los vi en la escena del crimen porque había poca luz.

—¿Qué tipo de pinchazos? —preguntó Bailey.

—Como de pequeñas agujas, separados por apenas dos centímetros y medio. Una marca especial.

—¿Como de jeringuilla? —preguntó Michelle.

—No. Nadie usaría una jeringuilla en el pecho. Los brazos y las piernas son las mejores partes donde inyectarse.

—Bueno, entonces ¿qué crees que es? —inquirió King.

—He visto un caso similar en Richmond, después de unos disturbios. Un hombre sufrió un paro cardíaco y murió después de que la policía lo dejara incapacitado con una pistola Taser. La Taser deja dos marcas similares a las de Kyle cuando los dardos electrificados impactan en el cuerpo.

—O sea que alguien le disparó con la Taser y luego le inyectó una sobredosis —dijo Bailey—. Por eso no había indicios de lucha.

—No estoy totalmente segura sobre la Taser, pero hay más. También encontré petequias y hemorragias en los ojos y la boca.

—Eso es síntoma de asfixia, de ahogamiento —dijo Michelle.

—Exacto. Las hemorragias se producen al intentar respirar. Pero no tenía señales de estrangulamiento, por lo que pienso que podrían haberlo asfixiado con un objeto que no dejara tales rastros, como una almohada. Y la heroína es un depresor respiratorio; su respiración ya debía de ser muy superficial, lo cual habría ayudado a quien intentara matarlo por asfixia.

—O sea que si fue asesinado y el criminal intentó que pareciera un suicidio, hay que plantearse quién tenía motivos para matarlo —dijo Bailey.

—Pues la mujer a la que le vendía fármacos en el Aphrodisiac, por ejemplo —dijo Williams. Bailey lo miró con expresión inquisitiva y el jefe lo puso al corriente.

—Así pues, ella recuperó el dinero —dijo Bailey—, entonces ¿por qué matarlo?

—¿Y si Kyle se había enterado de quién era e intentaba chantajearla? —sugirió Sylvia—. Sería un móvil de manual: el temor a ser descubierta.

—Tenemos que encontrar a esa mujer —dijo Williams.

Michelle y King intercambiaron una mirada.

—Sabemos quién es —dijo él.

Todos lo miraron sorprendidos.

—¿Quién coño es? —preguntó Williams.

—Dorothea Battle. Y no tiene coartada para la hora en que mataron a Kyle.

—¿Dorothea Battle? —El jefe de policía se levantó de la silla—. ¿Por qué demonios no me lo habéis dicho antes?

—Acabamos de enterarnos. Lo ha reconocido delante de nosotros.

Williams cogió el teléfono móvil.

—Bueno, pues entonces iremos a buscarla de inmediato.

—Está en casa.

—Quieres decir que esperas que esté —repuso el jefe—. Si ha ahuecado el ala, os haré responsables.

—No creo que matara a Kyle, Todd.

Williams hizo caso omiso de tal afirmación y habló por teléfono para ordenar el arresto de Dorothea Battle. Una vez dada la orden, miró al investigador privado.

—¿Y en qué te basas para suponerlo? —preguntó.

—El instinto.

—Gracias, lo tendré en cuenta.

—Si Dorothea mató a ese tío, quizá tengamos a tres asesinos sueltos —declaró Bailey—. El asesino en serie, el que mató a Bobby Battle y ahora el que acabó con Montgomery.

—Dorothea también podría haber matado a Bobby —apuntó Williams. Miró a King—. ¿Dijo algo sobre por qué fue a ver a Battle?

—Dorothea esperaba que Bobby cambiara el testamento y le dejase más dinero. Al parecer fue al hospital para asegurarse de que lo había cambiado. Resulta que no ocurrió nada de eso. De hecho, Remmy recibió todo el dinero. O sea que su muerte no beneficiaba a Dorothea en absoluto.

—¿Y si cuando lo visitó él le dijo que no había cambiado el testamento y ella, fuera de sí, lo envenenó? —sugirió Michelle.

—No creo que Battle estuviera en condiciones de responder a ninguna pregunta. Cuando murió le estaban aplicando respiración asistida, lo cual prácticamente impide hablar.

Bailey dirigió una mirada a King.

—¿Qué tal va tu teoría sobre que las víctimas guarden alguna relación?

King se encogió de hombros.

—Estamos en ello.

Cuando los demás se marcharon, King hizo una llamada de teléfono. Pero al cabo de unos instantes colgó.

—¿Con quién querías hablar? —inquirió Michelle.

—Con Harry Carrick. No contesta. Volveré a llamar más tarde. En cuanto detengan a Dorothea se va a armar un escándalo. Harry es amigo de Remmy, por eso quería advertirle sobre lo que se le viene encima. Quizá sea conveniente que vaya a verla. Y Dorothea necesitará un abogado.

—No sé si debería localizar a Eddie y contárselo.

—Será mejor que se entere por otros medios. Bailey quizá quiera tener ese honor.

—¿Cómo es que no le contaste a Bailey lo de la relación de Canney con Battle?

—Es que no sé si en realidad existe alguna relación. Me gustaría estar seguro.

—Pero ¿tienes sospechas?

—Sí.

—¿Te importaría compartirlas conmigo?

—Tengo el presentimiento de que Steve Canney era hijo de Bobby Battle y de la señora Canney. Y que Roger Canney le sacó dinero al viejo después de la muerte de su esposa. Eso explicaría su enriquecimiento repentino y el hecho de que no tenga fotos de su esposa adúltera y del hijo que no era suyo.

—Me sorprende que esperara a que muriese en un accidente de coche para empezar a chantajear a Battle —dijo ella.

King la miró enarcando una ceja.

—¿Accidente de coche? —repitió lentamente.

—Sí, había bebido y el coche se estrelló. ¿No te acuerdas?

—Me acuerdo muy bien, gracias.

Michelle observó a su socio.

—Estás pensando algo. ¿Te importaría comentarlo conmigo?

King la miró.

—¿Y si la mujer de Canney no hubiera muerto en un accidente de coche?

—Pero fue así. La encontraron en su coche en el fondo de un barranco. Te dije que Todd me lo confirmó.

—Cierto, murió en el coche, pero eso no lo convierte necesariamente en un accidente, ¿verdad?