51

Abajo les aguardaban varias escenas curiosas. Vieron a Savannah en el porche trasero con cerramiento acristalado con los dos hijos pequeños de los Oxley. Daba la impresión de que estaba jugando con ellos a tirarse de la oreja y hacer una pantomima. La hija mayor de los Oxley estaba en un rincón, observándoles sin sonreír.

—Juegan a la charada —dijo Michelle—. No me imaginaba que a Savannah le gustara entretener a los niños.

—Creo que en muchos aspectos es mucho más joven de lo que la gente se piensa —comentó King.

Chip Bailey y Dorothea conversaban en voz baja en un rincón del salón. Eddie estaba cerca aparentemente absorto en una conversación con Todd Williams, quien no había asistido al funeral pero no iba a perderse los rituales posfunerarios.

Mientras observaban, Remmy y Lulu bajaron por la escalera cogidas del brazo. Todas las cabezas se volvieron hacia ellas.

—Me recuerdan a Lee y Grant haciendo las paces en Appomattox —susurró Harry.

Chip Bailey dejó a Dorothea y se dirigió a las escaleras para recibir a Remmy. Mason, que había estado sirviendo comida, le siguió de cerca.

—Los cortesanos ya empiezan a rondarla y el anterior cabeza de familia acaba de ser enterrado —comentó Harry.

—¿Chip Bailey también? —preguntó Michelle—. Nunca lo habría dicho. Eddie dijo que a su madre no le caía bien.

—Ser el esposo mantenido de una mujer rica es suficiente premio como para, por lo menos, hacer un esfuerzo para que cambie de opinión —comentó King con aspereza.

Sin embargo, dio la impresión de que Remmy tenía otras ideas en mente. Pasó rápidamente al lado de ambos hombres y se dirigió hacia King y su grupo.

Remmy miró a Harry y le dijo:

—Sé que tú y Lulu os conocéis, así que me ahorraré las presentaciones.

A King le pareció detectar que Remmy guiñaba el ojo al hacer aquel comentario.

—Me alegro de que la hayas conocido, Remmy —replicó Harry—. Y de una forma que parece tan positiva.

—Digamos que hemos llegado a un consenso. —Miró a Lulu y le apretó la mano—. Fui estúpida, ciega e injusta y así se lo he dicho a Lulu. No podemos recuperar a nuestros maridos, pero te prometo que a ti y a tus preciosos hijos no les faltará nada mientras yo viva.

—Se lo agradezco, señora Battle, de verdad. —Lulu parecía sobria.

—Lo sé, y, por favor, llámame Remmy. —Se volvió hacia King y Michelle—. Espero que estéis haciendo progresos en el caso —dijo.

—Todos los días —repuso King.

Ella lo miró con escepticismo, sin decir nada.

—Pensábamos venir a hablar contigo en algún momento —añadió él.

—Sí, Eddie me lo ha dicho. Bueno, no pienso marcharme a ningún sitio.

—No permitas que te afecte lo que publican los periódicos, Remmy.

—¿Los periódicos? Si quiero saber lo que me pasa no consulto los periódicos, me lo pregunto directamente.

De repente apareció Priscilla Oxley haciendo malabarismos con un plato repleto de comida y una copa de vino.

—Querida —le dijo a Remmy—, muchísimas gracias por todo. Siempre le he dicho a Lulu que eras una santa. Sí, precisamente el otro día le dije que si hubiera más Remmys Battle en el mundo sería mejor.

—Mamá, por favor… —empezó Lulu, pero Priscilla ya estaba lanzada.

—Y ahora tú y Lulu os habéis hecho amigas y nos has traído a tu hermosa casa y has dicho que te ocuparías de los niños. Caray, cuando perdimos a nuestro querido Júnior no sabía qué sería de mi hija. —Respiraba agitadamente y la voz bronca se le cortó en la garganta.

«Una actuación magnífica», pensó King.

—Mamá, tengo trabajo, un buen trabajo. No es que los niños se fueran a morir de hambre.

Sin embargo, Priscilla no cejó.

—Y ahora que me quedaré a ayudar a Lulu y eso, sabiendo que la casa nueva se va a acabar y que tenemos tu apoyo, caray, sé que todo irá bien. —Le resbalaron dos lágrimas por las mejillas rechonchas—. De madre a madre, no sabes el alivio que esto supone —remachó su discurso, y se acabó de un trago su copa de vino.

Para King fue un momento espantoso. No obstante, tras esa emotiva actuación, la mujer realmente se merecía un programa propio en televisión.

—Me alegro de poder ayudar, Priscilla —dijo Remmy con cortesía.

Priscilla la miró fijamente.

—Quizá no te acuerdes, pero hice de camarera para ti cuando ibas al Greenbrier en Virginia Occidental.

—Oh, me acuerdo perfectamente.

Priscilla se quedó boquiabierta.

—¿De verdad? Bueno, gracias otra vez. —Y se marchó por donde había venido.

A continuación, Eddie y Bailey se unieron al grupo.

—Ha sido una ceremonia conmovedora, Remmy —dijo Bailey.

—El reverendo Kelly es muy bueno —repuso ella—. Y tenía muy buen material. Bobby era un hombre extraordinario.

—El sábado iré a ver una de las recreaciones de Eddie —añadió Bailey.

—¿Cuál vas a hacer? —preguntó Michelle.

—La batalla de Cedar Creek cerca de Middleton —respondió Eddie—. El ejército de Phil Sheridan contra el de Jubal Early. Suele celebrarse en octubre, pero este año lo han adelantado. —Bajó la cabeza y luego miró a Michelle. Parecía a punto de agregar algo pero no lo hizo.

—¿El viejo Jubal no fue el único general confederado que nunca se rindió formalmente?

—Eso es —respondió Eddie—. Acabó ejerciendo de abogado en Rocky Mountain, Virginia.

—Bueno, al menos se dedicó a una profesión honrosa después de la guerra —dijo Harry.

—Me parece que Eddie y yo vamos a pasar mucho tiempo juntos —declaró Bailey.

King pensó que las intenciones del agente del FBI no podían ser más claras.

—Me alegro por ello —dijo Eddie con un entusiasmo que parecía auténtico.

«Mientes bien, Eddie», pensó King.

Remmy tomó la mano de su hijo.

—¿Qué tal estás?

—Esperando que lleguen días más felices, mamá.

—A lo mejor tú y Dorothea deberíais marcharos un tiempo a algún sitio, hacer un viajecito.

—Sí, a lo mejor nos vamos —respondió Eddie sin convicción.

Los hijos de los Oxley habían entrado en la casa al ver a su madre. Cuando Lulu se unió a ellos, King se disculpó, pidió dos copas de vino a un camarero y se dirigió a la sala trasera para ver si Savannah seguía sola.

La joven estaba sentada en el sofá mirando el fuego que ardía en la chimenea.

—Hoy va a ser un día largo, Savannah —dijo con voz queda.

Ella se sobresaltó, alzó la mirada y sonrió al verlo. King le tendió una copa de vino y se sentó a su lado.

—Una copa de Cháteau Palmer obra milagros en el espíritu. Es un buen vino francés.

—Palmer no suena muy francés —dijo ella observando la copa como si fuera capaz de ver imágenes en ella.

—Fue un general inglés a las órdenes de Wellington. Llegó a Burdeos con su ejército alrededor de 1814 y se quedó allí. Compró una finca que acabó llamándose Cháteau Palmer y empezó a producir vino, lo cual demuestra que la uva, igual que las palabras, es más poderosa que la espada.

—No sé mucho de vinos —reconoció ella—. A mí me va más el Jack Daniels con Coca-Cola.

—Bueno, con un Jack Daniels con Coca-Cola nunca te equivocas, pero si te interesa el vino, estaría encantado de ayudarte, aunque podrías empezar a aprender aquí mismo. Tus padres tienen una bodega de diez mil botellas. Casi me desmayé de la envidia la primera vez que la vi. —Bebió un sorbo y la observó contemplar el fuego—. Te he visto con los niños de los Oxley.

—Son simpáticos —musitó mientras jugueteaba con el collar de perlas—. La pequeña, Mary Margaret, estaba berreando cuando llegó aquí, la pobrecilla. Echa mucho de menos a su padre. Los traje aquí. Mamá y la señora Oxley querían hablar.

—Parece que han resuelto sus diferencias.

—La verdad es que pensaba que había sido Júnior. —De repente se le empañaron los ojos de lágrimas.

—Yo también, al comienzo.

—Sé que el otro día no colaboré mucho.

—Estabas conmocionada. Cuando estés preparada para hablar, cuenta conmigo.

Ella asintió con expresión ausente mientras seguía toqueteando las perlas con dedos nerviosos. King esperó a que hablara, en vano. Ella siguió contemplando el fuego.

Al final él se levantó.

—Si necesitas algo, lo que sea, llámame.

Ella alzó la mirada y le tomó la mano.

—¿Cómo es que no te has casado?

King pensó que estaba coqueteando con él, pero enseguida comprendió que la pregunta iba en serio.

—Lo hice, hace mucho tiempo, pero no salió bien.

—Creo que ciertas personas están hechas para vivir solas.

—No pensarás que tú eres una de ellas, ¿verdad?

Savannah negó con la cabeza.

—No, pero creo que mi padre sí lo era.

Sorprendido, King volvió a sentarse.

—¿Qué te hace pensar eso?

Antes de que ella respondiese, oyeron a Remmy.

—Estoy segura de que hay personas que querrán verte, Savannah.

Los dos se volvieron y la vieron de pie en el umbral, observándoles.

Savannah se levantó obedientemente.

—Hasta luego, Sean.

Él observó a madre e hija mientras se marchaban antes de reunirse con Michelle en el salón principal. Harry se había cruzado con Remmy y Savannah y estaba hablando con ellas.

«Sácales todo lo que puedas, porque yo casi he fracasado», pensó King.

—¿Algo interesante? —preguntó Michelle.

—Savannah es una mujer atribulada. Sabe algo pero no puede sacarlo.

—Utiliza tus encantos, Sean. Está coladita por ti.

—¿Tú crees?

—Desde luego. Qué ciegos son los hombres en ese aspecto.

—¿Alguna novedad por tu parte?

—Eddie me ha invitado a su próxima recreación. Voy a ir con Chip.

King cruzó los brazos y la miró enarcando una ceja.

—¿De verdad?

Ella lo miró a la defensiva.

—Sí, de verdad. ¿Por qué?

—Qué ciegas son las mujeres en ese aspecto.

—¡Venga ya, está casado, Sean!

—Ya lo sé.