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La mansión Battle, a pesar de sus grandes dimensiones, estaba llena de gente. En la planta principal habían preparado mesas largas cubiertas con mantelerías con comida y bebida. Tras llenarse el plato y el vaso, Harry condujo a King y Michelle al estudio de la segunda planta para hablar.

—Creo que aquí no nos molestarán —dijo Harry—. Estamos suficientemente lejos de la comida y, aún más importante, del alcohol. La muerte vuelve muy sedientas a las personas.

King observó el escritorio antiguo situado junto a una pared. Contenía utensilios de escritura lujosos, papel de carta de buena calidad con el membrete REB, un cartapacio de cuero y varios tinteros de estilo colonial.

—Remmy es una escritora de cartas a la vieja usanza, incluso más que yo —dijo Harry, observando a King—. La señora no cree en el correo electrónico y ni siquiera en la máquina de escribir. Y espera misivas del mismo tipo.

—Me alegra que tenga tiempo de comunicarse de este modo. Supongo que se debe al hecho de ser inmensamente rica. He visto que se ha ido con Lulu a algún sitio al llegar aquí.

—Remmy tiene un salón privado cerca de su dormitorio en la segunda planta —respondió Harry—. Habría dado algo por estar presente.

—No sé qué le habrá dicho Remmy a Lulu para hacer las paces al instante —dijo Michelle—. Para que luego hablen de milagros. Es como si hubiera visto a la Virgen María.

King bebió un sorbo de vino y sonrió apreciativamente.

—Valandraud de St-Emilion; Remmy no ha reparado en gastos. —Miró a su amigo—. Me atrevo a aventurar una posibilidad para explicar lo de Remmy y Lulu. ¿Y tú, Harry?

El abogado se ajustó la pajarita y se alisó el pelo antes de probar el vino y el pastel de cangrejo del plato que sostenía en las rodillas.

—Creo que podemos interpretar literalmente lo que Michelle ha dicho, es decir, que han hecho las paces en todos los frentes.

—¿A qué te refieres exactamente? —preguntó ella.

—Que le ha dicho a Lulu que no cree que Júnior cometiera el robo y, por tanto, que no va a interponer una demanda para que se le devuelvan sus bienes. Dado que el proceso penal se archiva debido a la muerte de Júnior, el caso queda oficialmente cerrado.

—Estoy seguro de que añadió que ella no tuvo nada que ver con la muerte de Júnior y que siente profundamente que Lulu también haya perdido a su esposo —comentó King.

—Y que hará una provisión de fondos para que los hijos de los Oxley vayan a la universidad —dijo Harry.

—Y tal vez brinde ayuda financiera para Lulu para que acabe la casa —añadió King—. Ya se lo había ofrecido a Júnior cuando pensó que estaba implicado en el robo. Cabe la posibilidad de que se sienta culpable por todas las molestias que les ha causado.

Michelle los observó sorprendida.

—¿Creéis que ha dicho todo eso en esos pocos minutos en el cementerio? —preguntó.

Harry alzó la copa de vino en una especie de brindis.

—Remmy no es de las que pierden el tiempo. Quizá no siempre tome la decisión adecuada, pero cuando actúa, la gente se entera. No es muy diferente de lo que hace cierta detective que conozco.

Michelle sonrió, pero enseguida adoptó una expresión seria.

—¿Y a qué se debe el cambio de opinión de Remmy?

—Como hemos dicho, sabe, o por lo menos cree, que Júnior es inocente del robo —respondió King—. Además, es imposible que Júnior matara a Bobby. Aunque hubiera tenido los conocimientos médicos necesarios, que no los tenía, habría sido difícil que pasara inadvertido en el hospital. Y lo comprobé: tenía una coartada para cuando mataron a Bobby.

—O sea que Remmy debe de estar pensando que el asesino de su marido y el robo que tuvo lugar en su casa están relacionados —dijo Michelle—. Si Júnior no fue el autor de una cosa, tampoco lo fue de la otra.

—Exacto —convino Harry—. Lo cual demuestra que le tendieron una trampa para incriminarle.

King miró alrededor, a las paredes repletas de libros, y luego miró por la ventana hacia la penumbra de la tarde. Llovería con más fuerza. Observó las gotas que salpicaban los coches en el aparcamiento delantero.

—Cuando seguí a Remmy y Lulu a la tumba de Júnior, vi a otra doliente —dijo King—. Alguien muy inesperado.

—¿Quién? —preguntaron los dos al unísono.

—Sally Wainwright.

—¿La chica de los establos? —Harry se sorprendió.

Michelle chasqueó los dedos.

—Sean, la primera vez que hablamos con Sally le preguntaste si conocía a Júnior. Dijo que lo había visto alguna que otra vez, pero ya te fijaste en lo nerviosa y evasiva que se mostró.

—Es cierto.

—¿Fue a presentar los últimos respetos a un hombre que vio «alguna que otra vez»? —se preguntó Harry.

—Tendré que mantener otra conversación con la señorita Sally —dijo King.

Harry les indicó que se sentaran en el sofá frente a la chimenea y él se quedó de pie delante de ellos.

—Parece claro que quien pretendió incriminar a Júnior tiene conocimientos sobre investigación criminal.

—Así pues, ¿cuál es nuestro próximo paso? —preguntó Michelle.

Antes de contestar, Harry consultó un reloj de bolsillo de estilo antiguo que le colgaba de una cadena de oro sobre el chaleco.

—Qué reloj tan bonito —dijo Michelle.

—Pertenecía a mi bisabuelo. Como no tengo hijos, se lo reservo a mi sobrino mayor. —Acarició el objeto con cariño—. En este mundo tan acelerado resulta reconfortante saber que todavía se puede saber la hora del mismo modo que hace más de cien años. —Cerró la tapa del reloj y los miró fijamente—. Muy bien —añadió, retomando la pregunta de Michelle—. A estas alturas todos los invitados deben de haber ingerido por lo menos una o dos copas. Por lo tanto, sugiero que nos unamos a la multitud achispada y agucemos la vista y el oído. No es del todo imposible que nuestro asesino esté ahora mismo en la casa. Por lo menos podremos conseguir algo de información que podría evitar futuros asesinatos.

Dieron por concluida la reunión y bajaron a la planta principal.