El día del funeral de Robert E. Lee Battle amaneció bajo un cielo azul que enseguida se nubló. Para cuando el cortejo fúnebre llegó al cementerio, caía una lluvia fina y cálida. Los asistentes se sentaron alrededor de la fosa recién excavada bajo una enorme carpa blanca.
King vio muchos rostros conocidos y muchos desconocidos. Decían que los aeropuertos regionales de Charlottesville y Lynchburg estaban atestados de jets privados propiedad de amigos de los Battle venidos a presentar sus últimos respetos. Probablemente la curiosidad malsana también había atraído a unos cuantos asistentes.
Michelle se sentó al lado de King. ¡Llevaba un vestido! King se abstuvo de hacer comentarios al respecto. Todavía le dolía el brazo por culpa de su última broma.
Los Battle estaban en la primera fila, Eddie y Savannah a ambos lados de su madre. Chip Bailey flanqueaba a Eddie y Dorothea estaba sentada al final de la fila, de brazos cruzados. Mason se mantuvo a un lado con la mirada clavada en Remmy, oculta bajo el velo. «Siempre como el perfecto sirviente», pensó King.
Harry Carrick, sentado al otro lado de King, iba tan impecable como siempre; su pelo cano resaltaba más de lo habitual por el traje negro. Había besado a Michelle en la mejilla y a King le había estrechado la mano con firmeza antes de sentarse.
—Hay mucha gente —le susurró King.
Michelle se inclinó para escucharle.
—Bobby y Remmy tenían muchos amigos y socios de empresas. Suma los curiosos y quienes han venido sólo a regodearse y el número de asistentes será asombroso.
—Supongo que el caso de Júnior Deaver se ha cerrado ya —dijo King.
—Técnicamente sí. No se puede procesar a un muerto por robo; ¿qué sentido tendría?
—Técnicamente, pero… —dijo King, mirando a su amigo.
—Pero si mi suposición es correcta y Júnior era inocente, me gustaría atrapar al ladrón.
—¿Quieres que sigamos investigando?
—Sí, Sean. Tengo que pensar en su mujer y sus hijos. No es justo que sus pequeños crezcan pensando que su padre era un ladrón si no lo era.
—De hecho, nosotros también tenemos nuestros motivos para seguir investigando.
—Ya lo sé, teniendo en cuenta cómo murió Júnior.
—Exacto. ¿Qué vas a hacer después del funeral? —preguntó King.
—Los Battle me han invitado a su casa —respondió Harry.
—A nosotros también. A lo mejor podemos encontrar un rincón tranquilo y hablar de la táctica a seguir.
—Lo estoy deseando.
Todos se reclinaron en los asientos a escuchar al pastor cuando comenzó a hablar del difunto, de la resurrección y de la vida eterna. Seguía lloviendo, lo cual convertía en más deprimente una tarde ya de por sí sombría.
Cuando por fin terminó la larga y aburrida homilía, el pastor se acercó a dar el pésame a la familia. La mirada de King fue más allá del grupo reunido junto a la sepultura y, por cuadrículas, escrutó la zona circundante. Era la misma técnica que utilizaba en las misiones de protección en el servicio secreto. En aquella época buscaba asesinos potenciales y ahora buscaba a alguien que ya había asesinado.
King la vio al superar la ligera elevación de terreno situada a la derecha.
Lulu Oxley iba toda de negro pero, a diferencia de Remmy Battle, no llevaba velo. De repente King cayó en la cuenta: el funeral de Júnior también había sido hoy. Y sólo había un cementerio en la zona. Lulu se aproximaba a ellos, seguida por Priscilla Oxley y los tres pequeños de Deaver.
—Mierda —susurró King en dirección a Harry y Michelle. Ella ya les había visto. Harry no hasta que King la señaló.
Harry se sobresaltó.
—Oh, Dios mío.
Lulu indicó a su madre y a sus hijos que no siguieran avanzando. Obedecieron. Lulu prosiguió adelante. Michelle y Harry se levantaron para ir a su encuentro. Otras personas la habían visto, dado que sus pasos resultaban cada vez más audibles.
A unos quince metros de los Battle, King se detuvo delante de ella.
—Lulu, no deberías hacer esto —le dijo.
—¡Apártate de mi camino, joder! —exclamó Lulu. Sin duda había bebido.
Harry la tomó del brazo.
—Lulu, escúchame. ¡Haz el favor de escucharme!
—¿Por qué coño tengo que escucharte? ¡Ya te escuché con anterioridad y ahora Júnior está muerto!
A King le pareció que podía desplomarse en cualquier momento, o sacar una pistola y empezar a disparar a todo el mundo.
—De tu presencia aquí no puede salir nada bueno —continuó Harry—. Nada bueno. La señora Battle también está de luto.
—¡Debería pudrirse en el infierno por lo que ha hecho! —Intentó desasirse de Harry pero él la retuvo con firmeza.
—No existe la menor prueba de que haya tenido algo que ver con la muerte de Júnior. De hecho, todo apunta a que fue asesinado por la misma persona que mató a los demás, incluido Bobby Battle. La misma persona mató a vuestros maridos.
—Pues entonces a lo mejor también ordenó que mataran a su esposo, yo qué sé. Sólo sé que amenazó a Júnior y que ahora está muerto.
King volvió la cabeza y vio que Remmy se había levantado el velo y los observaba. Acto seguido, los peores temores de King se confirmaron. Remmy se acercó a Mason, le dijo algo al tiempo que los señalaba y echó a andar hacia ellos protegiéndose de la lluvia con el paraguas.
—Oh, esto empeora por momentos —murmuró King.
El resto de asistentes se quedó observando, en espera de un enfrentamiento catastrófico entre viudas.
Con pasos largos y firmes Remmy los alcanzó rápidamente. King se interpuso entre ella y Lulu.
—Apártate de mi camino, Sean. Esto no es asunto tuyo. —Su acento sureño nunca había sido tan marcado, o eso le pareció a King. Su expresión y tono no admitían oposición y él se apartó a regañadientes.
Harry era la siguiente barrera, pero le bastó con una mirada de furia para apartarlo también. Como probablemente pensó que era en vano, Michelle ni siquiera lo intentó.
Remmy se encontró cara a cara con Lulu, quien la miró con la cara surcada de lágrimas y una expresión de odio que le demudaba las facciones.
—Quiero hablar en privado con la señora Oxley —dijo Remmy sin volver la vista atrás—. Tenemos que resolver un asunto entre nosotras.
—No tengo nada que decir a… —empezó Lulu.
Remmy levantó la mano pero King, que no le veía la cara, dedujo que probablemente la mirada de la mujer mayor había impedido que la indomable Lulu soltara su invectiva.
—Por favor, dejadnos hablar —dijo Remmy en un tono más calmado.
Los tres se apartaron lentamente. King se mantuvo cerca, preparado por si las mujeres empezaban a atizarse.
Remmy tomó del brazo a Lulu, que se resistió, pero Remmy le habló con rapidez al oído. King observó anonadado cómo Lulu se tranquilizaba. Más pasmado se quedó cuando, al cabo de unos minutos de conversación, Lulu cogió la mano de Remmy para reconfortarse. Las dos mujeres terminaron de hablar y empezaron a caminar hacia King.
—Los Oxley vendrán con nosotros a casa —dijo Remmy—. Pero antes voy a presentar mis respetos a Júnior.
Mientras se marchaban, King vio que Mason había recogido a Priscilla y los niños y los acompañaba a la limusina de los Battle.
—En mis más de setenta años de vida nunca había visto algo tan extraño e inexplicable —declaró Harry, anonadado.
—Quedaos aquí-indicó King cuando las dos mujeres desaparecieron tras la pequeña elevación de terreno, y se marchó a paso ligero detrás de ellas.
Junto a la tumba de Júnior no había carpa y todo era mucho más humilde. Era como Saks contra Kmart, lo cual pasaba por alto el hecho de que los dos hombres estaban igual de muertos.
Las únicas personas que rondaban por ahí eran los dos sepultureros encargados de bajar el sencillo ataúd de pino al suelo y cubrirlo con dos metros de tierra. King las observaba desde detrás de la ornamentada escultura de una madre y un hijo de una tumba cercana. Remmy hablaba con los sepultureros, quienes asintieron respetuosamente y se apartaron. Las dos mujeres se arrodillaron en la alfombra de césped falso situada delante del ataúd y unieron sus manos para rezar. Permanecieron así varios minutos. Al levantarse, Remmy se acercó al ataúd y depositó una rosa encima. Lulu asintió en dirección a los hombres, quienes se acercaron de nuevo cuando las viudas se alejaron cogidas del brazo.
King se retiró un poco cuando pasaron junto a su escondrijo y las observó desaparecer tras el montículo. King se volvió hacia la tumba de Júnior. Los sepultureros se habían acercado al camión, probablemente para coger las palas. King pensó en acercarse a presentar sus últimos respetos. No había conocido mucho a Júnior, pero estaba claro que su mujer y sus hijos le querían mucho; todo hombre debería dejar atrás ese legado. Por el contrario, no había visto demasiadas lágrimas ante la tumba de Bobby, por cara que fuera.
Cuando se disponía a marcharse, vio algo y se agachó detrás de la estatua. Alguien había aparecido por una arboleda cercana. Caminaba con rapidez hacia la tumba, mirando con nerviosismo a su alrededor. Sus movimientos furtivos transmitían un gran sentimiento de culpa. King no conseguía distinguir quién era o si era hombre o mujer, dado que llevaba pantalones, abrigo y un sombrero de vaquero bien encasquetado.
Cuando el desconocido se arrodilló frente a la tumba, King se acercó un poco más. La silueta inclinó la cabeza para rezar y se le cayó el sombrero. Dada la longitud del pelo recogido parecía una mujer. Sin embargo, desde su posición King no distinguía el rostro. ¿Debía acercarse más? Sin embargo, eso lo delataría. Se lo pensó y volvió a ocultarse tras la estatua de la madre y el hijo, tomó un guijarro y lo lanzó hacia otra gran tumba situada a unos seis metros a su derecha, cerca de la de Júnior. Consiguió el resultado esperado.
La mujer levantó la vista rápidamente al oír la piedra al chocar contra la lápida, y King le vio la cara perfectamente. Ella volvió a ponerse el sombrero y corrió a refugiarse entre los árboles.
King no tenía motivos para seguirla. Sabía quién era.
Pero ¿por qué Sally Wainwright, la encargada de las caballerizas de los Battle, rezaba ante la tumba de Júnior Deaver?