44

King y Michelle fueron a su despacho antes de ir a ver a los padres de Canney y Pembroke. Vieron el todoterreno Volvo plateado y el BMW Serie Ocho aparcados frente a su oficina.

—Eddie y Dorothea —dijo Michelle al bajar de la Ballena. Como si estuvieran sincronizados, las puertas de los respectivos vehículos se abrieron y la pareja salió—. Van en coches separados —comentó en voz baja.

—Y quizá vayan en direcciones opuestas.

Eddie vestía pantalones grises, camisa blanca y americana azul y llevaba un maletín de cuero. Michelle pensó que el bronceado intenso, los rasgos duros y curtidos y la ropa distinguida le daban un aspecto muy atractivo.

Dorothea iba completamente de negro, lo cual parecía adecuado dadas las circunstancias, pero King pensó que no tenía relación con el luto por la muerte del patriarca de la familia: las medias de red, los tacones de aguja y el muy pronunciado escote la delataban.

King abrió la puerta del edificio de oficinas y todos entraron.

Cuando estuvieron aposentados, King habló.

—Lo sentimos mucho por tu padre, Eddie. —Miró a Dorothea pero no dijo nada porque la expresión de la mujer no invitaba a tales condolencias.

—Todavía no me lo creo —reconoció Eddie—. Mamá estaba allí a las diez, y a las diez y media papá había muerto.

—Nos dijo que no vio a nadie al salir —dijo Michelle.

—Bueno, no cabía esperar que el asesino se pusiera a dar saltos delante de Remmy y a gritar: «¡Voy a matar a tu marido!» —comentó Dorothea de mal talante.

—Gracias por recordárnoslo, Dorothea —dijo Eddie—. Si no tienes nada práctico que decir, quédate ahí sentada y sigue enfurruñada.

«Bien dicho, Eddie Battle», pensó Michelle.

Dorothea pareció dispuesta a contraatacar con algo adecuadamente desagradable pero consiguió contenerse. Se quedó sentada de brazos cruzados, mirando el suelo con ceño.

—¿Qué podemos hacer por ti, Eddie? —preguntó King.

Eddie extrajo un periódico del maletín y señaló un artículo en portada. King tomó el periódico y le echó un vistazo a la noticia mientras Michelle la leía por encima de su hombro.

Al acabar, King se mostró muy disgustado.

—¿Cómo demonios se ha filtrado a la prensa la noticia de que Remmy amenazó a Júnior?

—A lo mejor ha sido Lulu —sugirió Michelle—. O su suegra Priscilla. No me extrañaría que hubiera sido ella.

—Da igual —dijo Eddie—; ahora toda la ciudad piensa que mamá ordenó matar a Júnior.

—Pero la Gazette también ha informado de que la muerte de Júnior está relacionada con los asesinatos en serie —señaló Michelle.

Eddie resopló.

—Eso no importa. La gente piensa que pagó a alguien para que lo pareciera.

—¿Cómo se lo ha tomado Remmy?

—Muy mal.

—¿Pero no niega que amenazara a Júnior? —preguntó King.

Eddie se mostró precavido.

—No vamos a entrar en matices, Sean, pero aunque le hubiera amenazado, no tuvo nada que ver con la muerte de ese hombre.

—No puedo controlar lo que piensa la gente.

—Lo sé, pero he creído que…

—¿Qué quieres que hagamos, Eddie? —preguntó Michelle con delicadeza.

—Sí, estaría bien que fueras al grano —intervino Dorothea—. Tengo dos casas por enseñar esta mañana.

Eddie hizo caso omiso de ella.

—¿Podéis ir a hablar con mamá otra vez? Sé que estuvisteis allí el otro día con Chip y que no os hizo mucho caso. Pero si vais otra vez, sé que hablará con vosotros. Ahora mismo necesita hablar con alguien.

—¿Qué va a contarnos exactamente? —inquirió King.

—No lo sé seguro —reconoció Eddie—. Pero por lo menos sabréis su versión de los hechos en vez de esta porquería que han publicado.

—Estoy seguro de que Chip y sus hombres lo harán.

—Pero ella se sentirá más cómoda con vosotros. Entre nosotros, Chip y mamá no se llevan tan bien como parece.

—¿Aunque te salvara la vida?

—No sé cómo explicarlo. Sólo sé que es así.

—El habla muy bien de ella.

—Veo que no he sido suficientemente claro. A mamá no le cae nada bien.

—De acuerdo, hablaremos con ella. Pero, insisto, eso no evitará las murmuraciones de la gente.

—Como Eddie no hace más que andarse por las ramas —intervino Dorothea—, voy a decíroslo claro: es completamente imposible que Remmy estuviera relacionada con la muerte del hombre, pero si encontrarais a quien mató a Júnior se acabarían todas las murmuraciones.

—Eso —convino Eddie—. Y a lo mejor también encontráis al asesino de papá.

—¿Crees que podría tratarse de la misma persona? —preguntó King.

—Me parece mucha coincidencia que Júnior fuera acusado de robar en casa de mis padres y luego asesinaran a mi padre y a él, uno después del otro.

—De hecho eso fue idea mía —afirmó Dorothea con orgullo—. Y el motivo por el que he venido. Se me ocurrió anoche. ¿Y si alguien pretende endosarle a ese asesino en serie las muertes de Bobby y Júnior? Si es así, sus muertes deben de estar relacionadas con lo que robaron.

—En realidad nos lo estamos planteando —reconoció King.

—¿Lo ves? —exclamó Dorothea señalando a su marido—. Te lo dije.

—De acuerdo, Dorothea, de acuerdo. —Eddie asintió—. ¿Crees que es posible, Sean?

—Cualquier cosa es posible —respondió King con vaguedad—. ¿Tu madre estará hoy en casa?

—Sí, pero mañana es el funeral. Asistirá mucha gente.

—Entonces hablaremos con ella después del mismo. ¿A qué hora es la ceremonia?

—A las dos. El funeral será en Christ Church y el entierro en Kensington. Podéis venir, por supuesto.

Dorothea se inclinó hacia delante.

—¿Tenéis alguna pista, algún sospechoso?

—Es una investigación en curso, Dorothea. No podemos hacer comentarios al respecto —replicó King.

—Pensaba que si os ayudábamos, podríais contarnos cosas —dijo ella sin rodeos.

—Lo siento, no funciona así. Pero ya que estás aquí, tengo una pregunta que hacerte. ¿Visitaste a Bobby la tarde del día en que fue asesinado?

Dorothea lo miró con expresión inquisitiva.

—Así es. ¿Y qué?

—¿Cuál era el objeto de tu visita?

—Mi suegro. Quería comprobar qué tal estaba. No era la primera vez, y pasé por allí mucho antes de que le mataran.

—Y esa noche fuiste a Richmond. ¿A qué hora llegaste?

—No me acuerdo. Era tarde. Me fui a la cama.

—¿En qué hotel?

—El Jefferson. Siempre me alojo allí.

—Ya. Estoy seguro de que sabrán decirnos la hora exacta de tu llegada.

—¿Adónde demonios pretendes ir a parar? He venido aquí a intentar ayudar y no para que me interroguen.

—Y yo intento ayudarte a ti. Si estabas en un hotel a ciento cincuenta kilómetros de donde asesinaron a tu suegro, tienes la coartada perfecta. Estoy seguro de que el FBI ya lo ha comprobado.

Dorothea miró fijamente a King unos segundos, se levantó y se marchó. Eddie les dio las gracias y la siguió rápidamente. King y Michelle les observaron por la ventana mientras subían a sus respectivos coches.

—No te crees que estuviera en el hotel a las diez, ¿verdad? —dijo Michelle.

—Creo que estaba en otro sitio que no quiere que su marido sepa. Y estoy seguro de que Bailey ya lo ha descubierto pero no se ha molestado en decírnoslo. Eso de que había ido otras veces a ver a Bobby es mentira. Pregunté en el hospital.

Michelle observó a Eddie poner el coche en marcha.

—Me pregunto cómo un hombre tan agradable acabó con una bruja como esa.

King la miró con una sonrisa.

—¿Te estás enamorando de Eddie Battle?

Michelle se sonrojó.

—Hablo en serio, Sean.

—¿Tienes algún plan para mañana al mediodía?

—Salir a correr, quizá.

—Pues no puedes; vamos a un funeral.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—No es del dominio público, pero los asesinos suelen asistir al funeral de sus víctimas.

—Pues no fuimos a los otros.

—Es que no los hubo. Al parecer, los padres de Rhonda Tyler no quisieron tomarse ninguna molestia, así que la enterraron sin más cerca de Lynchburg. Fui al entierro. Los únicos presentes eran los sepultureros.

—Me sorprende que no fuera nadie del Aphrodisiac, como Pam, por ejemplo.

—Creo que quieren olvidar incluso que sucedió. Y a Steve Canney lo incineraron sin funeral.

—Un poco raro para una estrella del rugby.

—Su padre no opinó lo mismo que tú.

—¿Y Pembroke? —preguntó Michelle.

—Sus padres estaban tan avergonzados por lo que estaba haciendo con Canney cuando murió que la enterraron en un lugar no revelado de la zona.

—¿Hinson?

—Sus padres se llevaron sus restos a Nueva York —contestó King—, donde había nacido.

—¿Cómo interpretas la visita de Eddie y Dorothea?

—Entiendo que Eddie viniera. Probablemente le haya hecho venir su madre. Su hijo leal y diligente es una herramienta perfecta para ella. La presencia de Dorothea es menos clara. Ha dicho que venía para contarnos su teoría sobre el asesino. De hecho, no creo que haya pensado en el tema más de dos segundos. Creo que vino con la intención de sonsacarnos información.

—Quizá quiera llevarse una parte mayor de la herencia. ¡Como si lo necesitara!

—Es posible que así sea —dijo King.

—¿Qué quieres decir? Si es la reina de las inmobiliarias locales.

—Dorothea participó en unas dudosas aventuras inmobiliarias que se fueron al garete hace poco.

—¿Lo has investigado?

—Me estaba hartando de que Chip Bailey fuera el que más se divertía.

—¿Y no se lo has dicho?

—Es del FBI, que lo descubra él mismo.

—O sea que Dorothea necesita dinero e intenta congraciarse con Remmy para conseguirlo.

—Podría ser. —King consultó la hora—. He concertado entrevistas con Roger Canney y los padres de Pembroke para dentro de una hora. Cuando acabemos con ellos quizá quieras ir de compras.

—¿De compras? ¿Para qué?

Él la repasó con la mirada.

—Los vaqueros y una cazadora del servicio secreto no son el atuendo más adecuado para un funeral.