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Dorothea y Eddie Battle no estaban en casa, por lo que King y Michelle fueron aquella tarde al Aphrodisiac a hablar con Lulu Oxley sobre Rhonda Tyler, la bailarina de striptease asesinada.

Cuando llegaron el aparcamiento ya se estaba llenando con los clientes de la tarde. Mientras pasaban por uno de los bares, atisbaron a las bailarinas prácticamente desnudas y a los hombres que las miraban y silbaban.

—La verdad es que no le veo la gracia —dijo Michelle.

—No puede decirse que el espectáculo esté precisamente dirigido a alguien como tú.

—Venga ya, ¿me estás diciendo que tú disfrutas viendo esto?

—No, pero me temo que soy una minoría dentro de mi sexo. —Sonrió y añadió—: Igual que ser inteligente, refinado y sensible.

Les condujeron al pequeño y abarrotado despacho de Lulu, donde la encontraron absorta en el trabajo y no muy contenta de que la interrumpieran.

—Se lo he contado todo al FBI y al jefe Williams —declaró mientras cerraba el encendedor y daba la primera calada a un pitillo.

—Bueno, ahora somos sus ayudantes, así que nos lo puedes contar también a nosotros —dijo King con tono afable mientras le enseñaba la placa.

Dejó escapar un suspiro, dio otra profunda calada y se recostó en el sillón.

—Por si no te has enterado, las autoridades sanitarias han dictaminado que fumar es malo para la salud —dijo Michelle, apartándose el humo de la cara con la mano.

—Las autoridades sanitarias no regentan un club para caballeros —repuso Lulu.

—Estaremos encantados de ser fumadores pasivos si nos hablas de Rhonda Tyler —dijo King.

—Bueno, ya van tres veces. Rhonda Tyler, también conocida por el jodido nombre artístico que tuviera…

—Tawny Blaze —dijo Michelle amablemente.

—Eso, buena memoria —dijo Lulu mirándola—. Bueno, vino a trabajar aquí con un contrato. Se alojó en una de las habitaciones del club, pero poco antes de que se le acabara el contrato nos dijo que tenía otro sitio donde alojarse. Trabajó durante el tiempo que le quedaba de contrato y eso es lo último que supe de ella. Había trabajado aquí otras veces y siempre se había comportado como una auténtica profesional, nunca causó ningún problema.

—¿Mencionó que tuviera amigos o parientes en la zona?

—A mí no. Pero teniendo en cuenta su profesión, es habitual que la familia tienda a rehuirte.

—¿Y algún hombre que hubiera conocido? —*sugirió Michelle.

Lulu dejó caer la ceniza en una taza de café vacía que había en su escritorio.

—No que yo sepa.

—¿Hay alguien a quien pudiera haberle contado esa clase de cosas? —preguntó King.

—Quizás hablara con alguna chica.

—¿Podemos hablar con ellas?

—Si conseguís despertarlas… Las que trabajan por la noche no se levantan hasta la tarde, y las del turno de tarde ahora están en el escenario.

—Lo intentaremos —dijo King.

—Pues adelante —respondió observando fijamente a Michelle.

Cuando se encaminaban a la puerta, Michelle volvió la cabeza y vio que Lulu metía una mano en el cajón del escritorio. Cuando la retiró, no tenía nada en ella. Michelle apartó la vista antes de que la mujer la viera espiando.

—Por cierto, tengo una noticia que a lo mejor os parece interesante —dijo Lulu—: La arrogante Remmy Battle amenazó a Júnior.

King y Michelle se quedaron boquiabiertos cuando les resumió el encuentro, incluida la oferta de Remmy de gratificar extensamente a Júnior si le devolvía los objetos robados.

—¿O sea que quería algo que estaba en el cajón pero no le importaba el anillo de bodas? —preguntó King, confundido.

—Al parecer, la dama tiene algo que ocultar.

—¿Dónde está Júnior hoy?

—Haciendo un trabajo en Lynchburg; no podréis verlo. Pero más tarde estará en la casa que está construyendo para nosotros.

—Dame la dirección. Y el número de móvil de Júnior. —Mientras los anotaba, King formuló otra pregunta—: ¿Bobby Battle era cliente del club?

Lulu se esforzó en no mostrarse sorprendida por la pregunta.

—Me parece que lo vi unas cuantas veces.

—¿Recientemente?

—¿Qué consideras recientemente?

—En los últimos dos años.

—No sabría decirte.

«Y yo voy y me lo creo», pensó King.

—Gracias otra vez por tu ayuda.

—Os enseñaré dónde están las habitaciones —se ofreció Lulu.

Los condujo a la planta superior y señaló el pasillo separado por la cortina roja.

—Buena suerte —dijo en un tono que no sugería que así lo deseara.

Cuando se disponían a internarse en el pasillo, Lulu le dio un toquecito a Michelle en el brazo.

—Oye… ¿puedo hacerte una pregunta? —dijo.

—Nosotros te hemos hecho un montón de preguntas, así que adelante.

—¿Has pensado alguna vez en dedicarte a la danza con barra?

—¿Cómo dices? —exclamó Michelle, atónita.

—Es que tienes el atractivo perfecto de la típica vecinita americana insinuante. Es algo poco habitual en el negocio. Estás más delgada que las demás y no tienes demasiado pecho, pero no creo que a los hombres les importara en cuanto vieran lo que sí tienes.

Michelle se sonrojó.

—Supongo que bromeas.

—El sueldo es mejor de lo que imaginas y te quedas con todas las propinas. Además, puedes hacer el turno de noche y seguir con tu trabajo normal durante el día. Las leyes estatales no permiten el desnudo integral en los clubes de striptease, o sea que llevas tanga. Pero la parte de arriba va fuera, es la política del club. Si no muestras las tetas no hay pasta.

Michelle esbozó una sonrisa tensa.

—Permíteme que te diga una cosa: el día que me veas bailando en la barra con un tanga delante de un grupo de gilipollas borrachos será el día en que el cielo se caiga y nos aplaste a todos.

—No sé… —intervino King, que había estado escuchando la conversación con gran interés—. Yo dejaría una propina de veinte pavos por verlo.