19

Se detuvieron delante de una caravana doble estacionada de forma permanente sobre un cimiento de hormigón al final de un camino de grava. La línea eléctrica y la de teléfono que llegaban hasta la caravana eran los únicos indicios de conexión con el mundo exterior. Los pinos escuálidos y los raquíticos arbustos de laurel ofrecían un telón de fondo deprimente para el muy modesto hogar de Júnior Deaver y Lulu Oxley. Delante de la caravana, como si de un centinela se tratara, había un Ford LTD antiguo y oxidado con el techo de vinilo resquebrajado, un cenicero lleno de colillas y una botella de Beefeater vacía en el asiento delantero, junto con matrículas abolladas y sucias de Virginia Occidental.

Sin embargo, Michelle se fijó en las jardineras de las ventanas de la caravana y en otras macetas llenas de flores primaverales que adornaban la escalerilla de madera que llevaba a la puerta. La caravana se veía vieja pero el exterior estaba limpio y en buen estado.

King miró el cielo.

—¿Qué buscas?

—Tornados. La única vez que me pilló uno estaba en una caravana en medio de Kansas. No se movió ni una sola brizna de hierba en toda la zona pero el tornado levantó la caravana y la dejó en Misuri. Por suerte, salí antes de que empezara la acción. El hombre al que había ido a interrogar sobre una red de falsificación decidió aguantar y lo encontraron en un campo de maíz a quince kilómetros de distancia.

King no se dirigió a la puerta principal sino que rodeó la caravana. Justo detrás del avance a unos doce metros y circundado en tres de los lados por árboles frondosos había un cobertizo de madera. No tenía puerta, las paredes internas estaban cubiertas de herramientas y en el suelo había un gran compresor. Cuando se acercaron a la estructura, un perro flaco, al que se le marcaban las costillas, salió del cobertizo, los vio y empezó a ladrar y a enseñarles los dientes amarillentos. Por suerte, el animal estaba encadenado a una estaca bien clavada.

—Bueno, basta ya de fisgonear —declaró King.

Mientras subían la escalerilla de la caravana una mujer corpulenta apareció detrás de la puerta mosquitera.

Tenía el cabello negro y abundante con mechones plateados. Llevaba un vestido que parecía un canelón púrpura pegado a su corpachón cuadrado y su rostro estaba formado por unas mejillas blancuzcas, papada triple, labios pequeños y unos ojos muy juntos. Tenía la piel muy pálida y prácticamente sin arrugas. De no ser por el color del pelo, habría sido difícil adivinar su edad.

—¿Señora Oxley? —dijo King tendiéndole la mano. Ella no se la estrechó.

—¿Quién coño lo pregunta?

—Soy Sean King y esta es Michelle Maxwell. Harry Carrick nos ha contratado para realizar una investigación en nombre de su marido.

—Pues menuda hazaña teniendo en cuenta que mi marido lleva diez años muerto —fue su sorprendente respuesta—. Debéis de estar buscando a mi hija Lulu. Yo soy Priscilla.

—Perdone, Priscilla —dijo King y miró a Michelle.

—Ha ido a buscarlo. A buscar a Júnior. —Bebió un sorbo del tazón de Disneylandia que tenía en la mano.

—Pensaba que estaba en la cárcel —dijo Michelle.

La mujer la miró.

—Estaba. Para eso existen las fianzas, guapa. He venido desde Virginia Occidental para ayudarle con los niños hasta que Júnior salga de este lío, si es que sale. —Meneó su enorme cabeza—. Hay que ser tonto para robar a los ricos, pero Júnior ha sido tonto toda su vida.

—¿Sabe cuándo volverán? —preguntó King.

—Pasarán por el colegio a recoger a los niños, así que no tardarán mucho. —Priscilla los miró con recelo—. ¿Y qué habéis venido a hacer exactamente?

—El abogado de Júnior nos ha contratado para buscar pruebas que demuestren su inocencia —explicó King.

—Pues tenéis mucho camino por delante.

—Entonces ¿cree que es culpable? —preguntó Michelle apoyándose en el pasamanos.

Priscilla la miró sin disimular su indignación.

—No es la primera vez que hace el gilipollas.

—A lo mejor no fue Júnior —dijo King.

—Sí, y a lo mejor yo llevo la talla S y tengo un programa en la tele.

—Si van a volver dentro de poco, ¿podemos esperarles dentro?

Priscilla levantó la pistola que llevaba en la otra mano; la había ocultado de su vista detrás de su cadera prominente.

—A Lulu no le gusta que deje entrar a gente. Y no puedo saber si sois quienes decís ser. —Encañonó a King—. No quiero dispararte, guapito, pero no me lo pensaré dos veces, y a tu amiguita flacucha igual, si intentáis algo raro.

King levantó la mano en señal de rendición.

—No pasa nada, Priscilla. —Hizo una pausa antes de añadir—: Tiene una buena pistola. Una H&K de nueve milímetros, ¿verdad?

—Ni puta idea, era de mi marido —respondió Priscilla—. Pero lo que sí sé es dispararla.

—Daremos un paseo por aquí fuera y esperaremos —anunció King al tiempo que bajaba la escalerilla de espaldas y tiraba de Michelle.

—Muy bien. Y no me robéis el Mercedes —les advirtió Priscilla mientras cerraba la puerta.

—¿«Amiguita flacucha»? —dijo Michelle—. Me gustaría meterle la pistola por el…

King la cogió por el hombro y la alejó de la caravana.

—Mantengamos la calma y así podremos seguir jugando a los detectives.

Mientras se alejaban, King se agachó, tomó una piedra y la lanzó por un barranco.

—¿Por qué crees que Remmy Battle dejó el agujero en el compartimiento secreto del vestidor de Bobby? Hizo arreglar el suyo. ¿Por qué no también el de Bobby?

—A lo mejor está enfadada con él.

—¿Y crees que lo está porque no sabía que había un cajón secreto en el vestidor ni qué contenía?

—Ya puestos, hay algo más que me intriga —dijo Michelle—. ¿Por qué tenía el anillo de bodas en ese cajón? Nos ha dicho lo fantástico que es su marido, así que ¿por qué no lleva puesta la alianza? No puede ser por lo del cajón secreto. No lo descubrió hasta después de que le robaran el anillo y otras pertenencias.

—Quizá sospechara que Bobby le ocultaba algo, o quizá tuvieran problemas. Como dijo Harry, Bobby tenía amantes. O tal vez ella nos haya mentido.

A Michelle se le ocurrió otra idea.

—¿Crees que alguien contrató a Júnior para que entrara en la casa y robara lo que había en el cajón secreto de Bobby?

—¿Quién sabía de su existencia aparte de Bobby?

—La persona que lo construyó.

King asintió.

—Y esa persona podía dar por supuesto que allí se guardarían objetos de valor. De hecho, podría tratarse de la misma persona que hizo el de Remmy. Bobby podría haberlo contratado sin decírselo a su mujer.

—Bueno —dijo Michelle—, supongo que podemos descartar la opción de que Remmy contratara a Júnior para que entrara en la casa y robara lo que su esposo guardaba en el cajón. Si sabía dónde estaba podía haberlo hecho ella sólita.

—Si es que sabía dónde estaba. A lo mejor no lo sabía o no fue capaz de encontrarlo sola, y entonces contrató a Júnior para que lo encontrara y pareciera un robo.

—Pero si lo hubiera contratado, nunca habría llamado a la policía.

King negó con la cabeza.

—No si Júnior la traicionó y le robó sus objetos de valor mientras buscaba el alijo secreto de Bobby. A lo mejor Júnior no está diciendo todo lo que sabe porque quiere ver cómo caen los naipes.

—Este caso es mucho más complicado de lo que la gente cree —admitió Michelle cansinamente.

—Nunca pensé que fuera sencillo.

Los dos se volvieron en dirección a la furgoneta que se detuvo junto a la caravana.

King observó a sus ocupantes y luego miró a Michelle.

—Lulu ha pagado la fianza. Júnior Deaver es el que va a su lado. Veamos si le sacamos la verdad.

—Teniendo en cuenta cómo nos han ido las cosas hasta ahora, no cuentes con ello. Las respuestas claras no abundan.