—He de pediros disculpas por Savannah —dijo Remmy—. La quiero pero a veces me cuesta creer que tengamos lazos de sangre, o de cualquier otra naturaleza, ya puestos.
—No se preocupe, señora Battle, es una niña —dijo Michelle—. A su edad se hacen locuras.
—¡No es una niña! —replicó Remmy—. ¡Tiene veintidós años! ¡Se ha licenciado en una de las mejores universidades de la costa Este! ¡Piercing en el ombligo y tatuajes en el trasero! ¡No la envié a la universidad para que perdiera la cabeza!
Michelle miró a King en busca de ayuda.
—Remmy, sentimos mucho lo de Bobby. ¿Qué tal está? —terció este.
—Sigue en estado crítico —respondió la mujer con el mismo tono severo. Se llevó la mano a la frente y prosiguió con voz más comedida—: Lo lamento. Aquí me tenéis, quejándome de Savannah y olvidándome de vosotros. Es que últimamente han pasado muchas cosas. —Hizo una pausa y añadió lentamente—: Bobby estuvo mucho tiempo en coma, y los dichosos médicos ni siquiera sabían si iba a recuperarse. Pero entonces un día despertó. Incluso pudieron quitarle la respiración asistida. Hace dos noches pronunció sus primeras palabras.
—Es muy alentador —dijo King.
—Es normal pensarlo así, ¿no? Lo cierto es que no habló con coherencia. Soltaba nombres y no dijo nada que tuviera sentido. Cielos, todavía no saben si ha vuelto a entrar en coma o no.
—Supongo que a los médicos les resulta difícil determinarlo.
—Teniendo en cuenta lo que cobran, yo esperaría que caminasen sobre el agua y tuvieran línea directa con Dios —ironizó ella con amargura.
—¿Podemos hacer algo para ayudar?
—Ahora mismo un par de oraciones no irían mal.
Mason apareció con una bandeja con café. Le sirvió una taza a su ama y les ofreció a Michelle y King; ambos rehusaron y Mason volvió a la casa.
—No hay nada como una reconfortante taza de café por la tarde. —Remmy bebió un largo sorbo y se arrellanó en el asiento—. Harry Carrick es un abogado estupendo y Júnior tiene suerte de contar con él. —Hizo una pausa, bebió otro sorbo y añadió—: Pero fue Júnior. Lo sé como si lo hubiera visto con mis propios ojos.
—Pero precisamente se trata de eso, Remmy —dijo King, aprovechando la ocasión—, no le viste. Nadie le vio.
Ella desestimó el comentario con un gesto que a Michelle le recordó el que Savannah hiciera con anterioridad.
—Las pruebas son abrumadoras.
—Cierto, demasiado abrumadoras —dijo King—. A lo mejor le tendieron una trampa para incriminarle.
Remmy lo miró como si le hablara en chino.
—¿Quién en su sano juicio querría tenderle una trampa a alguien como Júnior Deaver? —replicó.
—Quienquiera que entrase en la casa y robara tus pertenencias —repuso King—. ¿Realmente te imaginas a Júnior trapicheando con bonos al portador y joyas robadas?
—Él no sabía qué encontraría. También había dinero en metálico. No hace falta ser Einstein para gastar dinero en efectivo, ¿no?
—Lo único que queremos es echar un vistazo y hablar con algunas personas. Y aunque trabajemos para Harry y Júnior, doy por supuesto que quieres que apresen al culpable.
Remmy sonrió.
—Estás en lo cierto, señor King, aunque ya lo han apresado. —De repente se enfureció y espetó—: ¡Si ese cabronazo me dijera dónde demonios está mi anillo de bodas, quizá convencería al fiscal para que retirara los cargos! ¿Por qué no se lo decís a Harry? ¡Así a lo mejor acabamos con esto de una puñetera vez!
El acento sureño de la mujer era más pronunciado cuando estaba enfadada y, a diferencia de su hija, no tenía nada de afectado. Michelle dejó su taza de té, que estuvo a punto de caérsele tras el arrebato de Remmy. Dio las gracias a Dios por no tener una madre como Remington Battle.
King le respondió sin inmutarse.
—Tomamos buena nota de ello, Remmy, pero ¿podemos echar un vistazo?
Ella lo miró de hito en hito y apretó los labios para dominar su ira. Por un instante Michelle temió que la mujer iba a lanzarle a King la taza de reconfortante café. «Tal vez debería pasarse al descafeinado», pensó.
Al final, Remmy se levantó de la silla y les indicó que la siguieran.
—Qué diablos, os lo enseñaré yo misma.