El Volkswagen Escarabajo azul claro pasó despacio por delante de la comisaría y se detuvo en el cruce. El conductor lanzó una mirada al edificio de obra vista de una planta. Para entonces ya habrían recibido la carta. Quizá también la hubieran descifrado. Tampoco es que se lo hubiera puesto muy difícil. Lo difícil estaba por llegar, básicamente cuando intentaran detenerle. «Intenten lo imposible, señores policías.»
Acto seguido llamarían a la brigada de investigación criminal de la policía estatal. Querrían mantener el asunto en secreto, no tenía ningún sentido provocar el pánico entre la población. Sin duda rellenarían una solicitud de ayuda al FBI pidiendo los servicios del cacareado VICAP. Se pondrían en contacto con especialistas para acelerar el proceso y obtendrían un perfil del asesino. «Por supuesto, será totalmente equivocado.»
Poco antes había pasado por delante del depósito de cadáveres, donde la forense seguramente estaría tirándose de la coleta pelirroja delante de los tres cadáveres que representaban cosas muy distintas pero compartían elementos comunes. Encontraría pistas mínimas. Él sabía qué buscar y, por tanto, qué eliminar, pero nadie es infalible y la ciencia forense es capaz de deducir muchas cosas a partir de restos microscópicos. La forense descubriría algo, extraería algunas conclusiones correctas, pero no obtendría ningún elemento clave. Las nimiedades no le delatarían.
Cruzó la intersección cuando varios agentes salían presurosos de la comisaría, subían a los coches patrulla y se marchaban a toda pastilla. Seguramente iban tras pistas irrelevantes, desperdiciando fuerzas y tiempo, lo cual no era de extrañar teniendo en cuenta los escasos atributos de su jefe Todd Williams. Sin embargo, Sylvia Diaz destacaba en su campo. Y en algún momento, a medida que aumentaran los asesinatos, el FBI se haría cargo de la investigación. De hecho el reto le entusiasmaba.
Condujo hasta el cruce siguiente, paró delante de un buzón y echó la carta. Prosiguió su camino. Cuando recibieran su siguiente comunicado explicando las circunstancias de la muerte de Steve Canney y Janice Pembroke, la policía local sabría que se enfrentaba al caso de su vida.
King recogió a Michelle en el depósito de cadáveres y le informó de la carta de Zodiac. Ella, a su vez, le explicó los resultados de las autopsias de Pembroke y Canney. Por desgracia, recitar los detalles no facilitaba la resolución del rompecabezas.
—Así pues, parece que el asesino quiere dejar claro que, aunque ha imitado en cierto modo a Zodiac en el crimen de Rhonda Tyler, él no es ningún Zodiac —dijo ella—. ¿Qué opinas de eso?
King meneó la cabeza.
—Me parece que estos crímenes no son más que la salva inaugural.
—¿Crees que recibiremos otra carta?
—Sí, y pronto. Todd no está muy convencido, pero estoy seguro de que se referirá a Canney y Pembroke. Hablará con Lulu Oxley para recabar más información sobre Rhonda Tyler.
Michelle miró al frente.
—¿Adónde vamos?
—A casa de los Battle. He llamado para concertar una cita. —La miró—. Nos pagan por este trabajo, ¿recuerdas? —Guardó silencio y luego añadió—: Hoy ya has tenido suficientes emociones fuertes. ¿Seguro que quieres venir?
—Después de lo que he visto, ¿qué mal podría hacerme una visita a los Battle?
—A lo mejor te sorprende.