Harry Lee Carrick vivía en una finca situada en el extremo oriental de Wrightsburg. Mientras se dirigían hacia allí, King puso al corriente a Michelle de la historia del magistrado reconvertido en abogado.
—Era abogado aquí hace años. Después se fue a los tribunales del distrito y pasó las dos últimas décadas en el Supremo. De hecho, él fue quien me tomó juramento para ingresar en el Colegio de Abogados de Virginia. Su familia reside en Virginia desde hace trescientos años. Ya sabes, los famosos Lee. Tiene más de setenta años pero se conserva muy bien. Cuando dejó el Supremo se instaló aquí, en la finca familiar.
—Me dijiste que Júnior había ido por el mal camino.
—Digamos que a veces ha pisado el otro lado de la línea. Pero, que yo sepa, hace mucho tiempo que no se mete en problemas.
—Hasta ahora, al parecer.
Cruzaron una verja de hierro forjado blasonada con la letra C.
Michelle recorrió los extensos jardines con la mirada.
—Bonito lugar.
—A Harry no le ha ido mal y su familia tenía dinero.
—¿Está casado?
—Su esposa murió cuando era joven. Nunca volvió a casarse y no tiene hijos. De hecho es el último Carrick.
Atisbaron una mansión de obra vista con columnas blancas enclavada entre árboles añejos. No obstante, King se desvió y condujo por un estrecho camino de gravilla antes de detenerse delante de una pequeña casa de madera pintada de blanco.
—¿Qué es esto? —preguntó Michelle.
—El lujoso bufete del excelentísimo Harry Lee Carrick.
Llamaron a la puerta.
—Adelante —les respondió una voz agradable.
El hombre se levantó de detrás de un escritorio con la mano tendida. Harry medía uno setenta y cinco y era esbelto, tenía el cabello plateado y expresión rubicunda. Vestía pantalones grises, chaqueta azul, camisa blanca de botones y corbata a rayas roja y blanca. Sus ojos eran de un tono más cercano al bígaro que al azul, pensó Michelle, y también agradablemente picaruelos. Sus pobladas cejas eran del mismo color que el pelo. Les estrechó la mano con firmeza y su melodioso acento sureño les envolvió tan suavemente como una copita de licor degustada en un cómodo sillón. Poseía la energía y los modales de un hombre veinte años más joven. Es decir, era la versión hollywoodiense del aspecto que debería tener un juez.
—Me preguntaba cuándo te iba a traer Sean —le dijo a Michelle—. Por lo que me he visto obligado a tomar cartas en el asunto, ya lo veis.
Les indicó unos sillones situados en una esquina de la estancia, junto a una pared revestida de librerías macizas. Todo el mobiliario parecía antiguo y curtido. El humo de un puro flotaba como cúmulos en miniatura y Michelle se fijó en una vieja máquina de escribir Remington situada en una mesa auxiliar, aunque también había un PC y una impresora láser junto al hermoso escritorio de madera tallada.
—Al final me he rendido a la eficacia de la vida moderna —afirmó al percatarse de la mirada de ella—. Me resistí a los ordenadores hasta el último momento y luego los abracé calurosamente. Me reservo la Remington para la correspondencia con ciertos amigos de edad avanzada para quienes sería una ofensa recibir una misiva en algo que no sea buen papel de carta con membrete y enaltecido por las teclas de una máquina de escribir como dios manda, o por mi caligrafía que por desgracia cada vez resulta más ilegible. Hacerse viejo es muy poco alentador, hasta que se piensa en la alternativa. Yo siempre recomiendo conservarse joven y guapa como tú, Michelle.
Ella sonrió. Harry era todo un caballero, y un encanto.
Insistió en preparar el té y lo sirvió en unas tazas de porcelana delicadamente envejecidas con platitos a juego. Luego, se sentó.
—Júnior Deaver… —empezó King.
—Y los Battle —concluyó Harry.
—No parecen cuajar —comentó Michelle.
—Desde luego que no —convino Harry—. Bobby Battle era brillante y duro como él solo. Hizo fortuna con mucho sudor e inteligencia. Su mujer Remmy es toda una dama. Y también es de hierro. No me extraña, dado que está casada con Bobby.
Michelle lo miró con curiosidad.
—Has dicho «era». ¿Bobby ha muerto?
—No, pero hace poco sufrió un derrame cerebral grave, no mucho antes del incidente del que se acusa a Júnior. Todavía no se sabe hasta qué punto se recuperará.
—¿No hay nadie más en la familia, sólo Bobby y Remmy? —preguntó Michelle.
—No; tienen un hijo. Edward Lee Battle, Eddie, de unos cuarenta años. El nombre completo de Bobby es Robert E. Lee Battle. No somos parientes. Lee es un nombre de pila bastante habitual en esta zona, como seguro sabéis. Hubo otro hijo, Bobby Jr., el gemelo de Eddie. Murió de cáncer en la adolescencia.
—También está Dorothea, la esposa de Eddie. Y la hermana pequeña de Eddie, Savannah —añadió King—. Creo que hace poco ha terminado sus estudios universitarios.
—¿Dices que Eddie tiene unos cuarenta años y que Savannah acaba de licenciarse? —preguntó Michelle.
—Bueno, Savannah fue una especie de sorpresa. Remmy tenía más de cuarenta años cuando se quedó embarazada. Por irónico que parezca, Remmy y Bobby estuvieron separados una temporada antes del nacimiento de Savannah y parecían abocados al divorcio.
—¿Qué problema tenían? —preguntó King.
—Remmy lo pilló con una prostituta. No era la primera vez; Bobby sentía debilidad por esa clase de mujeres. Por entonces todo aquello se silenciaba. Creí que sería la gota que colmaría el vaso pero se reconciliaron.
—Un bebé todo lo puede —dijo King.
—¿Viven todos juntos? —preguntó Michelle.
Harry negó con la cabeza.
—Bobby, Remmy y Savannah viven en la mansión. Eddie y Dorothea viven al lado, en lo que eran las cocheras de la finca, pero que ahora es una casa aparte. He oído rumores de que Savannah quizá se marche.
—Me imagino que habrá cobrado parte de su fondo fiduciario al acabar la universidad —dijo King.
—Probablemente lo estuviera esperando con muchas ganas —dijo Harry.
—¿Debo entender que no se lleva bien con sus padres? —preguntó Michelle.
—Digamos que Bobby fue un padre ausente y que ella y su madre son dos mujeres fuertes e independientes, lo cual significa que no se ponen de acuerdo fácilmente.
—¿A qué se dedican Eddie y Dorothea? —inquirió Michelle.
—Eddie es pintor, y un gran recreador de la guerra de Secesión. Dorothea tiene una inmobiliaria y le va bastante bien. —Harry dirigió una sonrisa maliciosa a Michelle—. Quienes forman parte del círculo social de los Battle cambian de pareja como de camisa y, por lo tanto, suelen buscar casas nuevas y más lujosas. Aunque sea bueno para el bolsillo de Dorothea, a la pobre debe de costarle recordar quién está con quién según el día.
—Se parece un poco a Peyton Place —dijo Michelle.
—Oh, hace años que superamos a Peyton Place —repuso Harry con una sonrisa.
—Y así llegamos a Júnior —apuntó King.
Harry dejó la taza de té y buscó una carpeta en el escritorio.
—Júnior estaba haciendo una obra para los Battle. En el vestidor del dormitorio de Remmy, para ser exactos. Es bueno, también me ha hecho algún trabajillo, y a mucha gente de la zona.
—¿Y el delito del que se le acusa? —inquirió King.
—Robo. En el vestidor de Remmy había un cajón secreto donde esta guardaba joyas, dinero y otros objetos de valor. Lo forzaron y lo vaciaron. Y también desaparecieron cosas en el vestidor de Bobby. Por valor de unos doscientos mil dólares, creo, entre ellas, por desgracia, el anillo de boda de Remmy —explicó Harry. Mientras repasaba el expediente añadió—: El infierno no conoce furia como la de una mujer despojada de su alianza nupcial.
—¿Y sospechan de Júnior porque estaba trabajando allí? —preguntó Michelle.
—Bueno, ciertas pruebas parecen relacionarlo con el delito.
—¿Como qué? —preguntó King.
Harry fue enumerando con los dedos.
—El ladrón accedió a la casa por una ventana del segundo piso. La ventana estaba forzada y tenía la marca de una herramienta, así como un trocito de metal de la misma, que coincide con una palanca de Júnior. Él también tiene una escalera con la que llegaría a esa ventana. Además, encontraron fragmentos de cristal en el dobladillo de uno de sus pantalones. No pueden encajarlos en la ventana de los Battle, pero es un cristal similar, un cristal tintado.
—Dices que forzó la ventana —intervino King—. ¿De dónde salieron los cristales?
—Una parte de la ventana se rompió al ser forzada. Supongo que la teoría es que los cristales se le adhirieron al saltar por la abertura. Luego están las pisadas del suelo de madera noble en el dormitorio de Remmy. Coinciden con unas botas de Júnior. En el suelo del vestidor también encontraron restos de polvo de yeso, cemento, serrín, el tipo de cosas que es normal que Júnior tenga en sus suelas, dado su oficio. Además había tierra que coincide con la del terreno de la casa de Júnior. Encontraron pruebas similares en el dormitorio y vestidor de Bobby.
—¿O sea que duermen en habitaciones separadas? —preguntó Michelle.
Harry enarcó una ceja.
—Información de la cual Remmy preferiría que nadie se enterase.
—De acuerdo, todo eso es comprometedor pero circunstancial —dijo King.
—Bueno, hay otra prueba. O debería decir dos pruebas. La huella de un guante y una huella dactilar de Júnior.
—¿De un guante? —inquirió Michelle.
—Un guante de piel fina —respondió Harry—, y esos tienen las arrugas perfectamente marcadas, como si fueran una huella dactilar, o eso me han dicho.
—Pero si llevaba guantes, ¿cómo encontraron una huella dactilar? —inquirió King.
—Se supone que tenía un agujero en un dedo. Y Júnior tiene un guante así.
King lo miró con ceño y preguntó:
—¿Cuál es la versión de Júnior?
—Se declara inocente. Dice que estuvo trabajando solo hasta la madrugada en la casa que está construyendo para él y su familia en el condado de Albermarle. Pero no vio a nadie y nadie le vio. O sea que no tiene coartada.
—¿Cuándo se descubrió el robo? —preguntó King.
—A eso de las cinco de la mañana, cuando Remmy regresó a casa del hospital. Estuvo en su dormitorio alrededor de las ocho la noche anterior y hubo gente en la casa hasta las once más o menos. Así que el robo se produjo entre, digamos, la medianoche y las cuatro de la madrugada.
—Durante las horas en que Júnior dice que estuvo trabajando solo en esa casa.
—Y no obstante —intervino Michelle— crees que es inocente, ¿verdad?
Harry la miró.
—He defendido a gente culpable con anterioridad, es algo inherente a esta profesión. Como juez, he visto al culpable quedar en libertad y al inocente encarcelado, y normalmente no he podido evitarlo. En el caso de Júnior estoy convencido de que es inocente por un motivo muy sencillo: él no sabría qué hacer con doscientos mil dólares en metálico, títulos al portador y joyas; es como si yo intentara ganar una medalla olímpica de plata en las pruebas femeninas de remo de cuatro con timonel.
Michelle se sorprendió porque precisamente era lo que ella había conseguido cuando estudiaba en la universidad.
—Sí, querida —se explicó Harry—, te he investigado un poco. Espero que no te importe. —Le dio una palmadita en la mano y continuó—. Está demostrado que Júnior es un ladrón incompetente. Hace años robó unas baterías de camión de un taller mecánico de la localidad, pero ni siquiera se molestó en sacarlas de la parte posterior de su camión cuando fue a ese mismo taller a que le arreglaran el vehículo. Aquella metedura de pata le costó seis meses de cárcel y acredita su incompetencia para el delito.
—A lo mejor ha mejorado con los años —dijo King.
—Le va muy bien como contratista. Y su mujer gana mucho dinero. Se están construyendo esa casa en Albermarle. ¿Por qué intentar robar en casa de los Battle?
—Quizá necesitara dinero extra para la nueva casa. Pero si no fue él, alguien intenta inculparle. ¿Por qué? —preguntó King.
Harry estaba preparado para esa pregunta.
—Él trabajaba allí, por lo que sospecharían de él. El ladrón pudo haberle cogido las herramientas, los zapatos, los pantalones y los guantes de la caravana en la que actualmente viven Júnior y su familia. Es un lugar muy apartado y no suele haber nadie. —Hizo una pausa antes de añadir—: No obstante, la huella dactilar es una prueba de peso. Habría que ser un experto para falsificarla.
—¿Qué tal es su familia? —preguntó Michelle.
—Tiene tres hijos, la mayor de unos doce años. Su mujer es Lulu Oxley.
—¿Lulu Oxley? —repitió Michelle.
—Regenta un club para hombres llamado Aphrodisiac. De hecho es propietaria de una parte del negocio.
—Vaya —se sorprendió Michelle—. ¿El Aphrodisiac?
—Me han dicho que por dentro está muy bien, ¿sabes? No es un local sórdido con bailarinas en topless —añadió Harry rápidamente—. Aunque yo nunca he ido, claro.
—Es verdad —dijo King.
Michelle lo miró.
—Por favor, no me digas que tú sí has ido a ese antro.
King vaciló, adoptó una expresión contrita y dijo:
—Sólo una vez. Con ocasión de la despedida de soltero de un amigo.
—Ajá —dijo Michelle.
King se inclinó hacia delante y dijo:
—Bueno, a lo mejor Júnior no planeó ni organizó el golpe, pero quien haya sido sabía que Júnior tenía acceso a la mansión de los Battle y quizá lo contrató para que lo hiciera. Las pruebas materiales son sumamente inculpatorias, Harry.
Este no desistió.
—Precisamente. ¡Hay demasiadas pruebas contra él!
—Bueno, ¿qué quieres que hagamos? —dijo King.
—Hablad con Júnior. Conseguid su versión. Visitad a los Battle.
—De acuerdo, pero supongamos que lo comprobamos todo y no sale nada.
—Entonces hablaré con Júnior —dijo Harry—. Si sigue insistiendo en su inocencia, no me queda otra opción que seguir adelante. Sin embargo, si el estado de Virginia ofrece un acuerdo razonable, tendré que planteárselo a Júnior. Ya ha estado en la cárcel y no tiene ningunas ganas de volver.
Le dio un archivo a King con todos los detalles. Se estrecharon la mano y Harry se volvió hacia Michelle para despedirse de ella.
—Debo reconocer que conocer por fin a esta encantadora joven ha valido la pena, me cobres lo que me cobres.
—Me voy a sonrojar, Harry.
—Lo tomaré como un cumplido.
Cuando salieron al exterior, Michelle dijo:
—Un hombre encantador.
—Fantástico, porque el que lo hayas conocido quizá sea lo único bueno que salga de esto.
Sonó su teléfono móvil. Atendió y colgó al cabo de un minuto.
—Era Todd. Vamos —dijo.
—¿Adónde? —preguntó Michelle.
—A un sitio muy divertido llamado depósito de cadáveres.