NUEVE

Les prometí que les iba a contar todo lo que ha pasado hasta hoy, y aquí me tienen. Así ha sido el fin de semana.

VIERNES

Me levanto medio somnoliento. Me queda una hora y media para entrenar con Chris y me duele un poco la espalda. Le doy media latita a Sam, que me sigue mirando con cara de pensar que le estoy envenenando. Decido bajarme a una terraza a desayunar porque hoy me he tomado el día de vacaciones y no pienso currar. Mientras leo el periódico, conozco a un señor al que llamaremos «el señor masajista», sorprendentemente parecido al señor del rugby. Le invito al té, porque es inglés aunque vive aquí y él me invita a un masaje. Le digo que casi mejor después del gimnasio, que me va a venir de perlas. El accede inmediatamente y me da su teléfono y su dirección. Sorprendentemente, vive a dos calles de la mía.

Me voy al gimnasio y le digo a Chris que luego me voy a dar un masaje. Él me dice que yo dije que los masajes eran de lesbianas. Yo le digo que sí, pero que tenía que ver al masajista.

Me dan un masaje que dura exactamente tres horas.

Salgo pitando para el súper porque mi madre llega el domingo y tengo la nevera temblando. Y si una madre ve una nevera vacía se instala en el terror y ya es un no parar. Paso la aspiradora, persigo a Sam con la aspiradora, cuelgo una lavadora (de color) y limpio el polvo. Con estos calores, lo hago en chándal y con los pectorales muy relajados gracias al masaje. El señor masajista, sorprendentemente parecido al señor del rugby y que es inglés, me manda un sms que dice: «Hey big man, it was very nice to meet you». Pues mira qué bien.

Como a todo correr con el equipo de Kiehl’s, que tenemos que preparar un fiestón para el día 29 donde voy a hacer de anfitrión. Ellas se interesan por mi soltería y, cuando les cuento lo del masaje miran al techo con cara de «esto no nos pasa a las mujeres». Estoy por pasarles el teléfono del masajista, pero decido que lo mismo a él no le hace gracia.

Vanessa se pone indispuesta y no puede salir esta noche. Me rescatan Gus, Germán y otros amigos. Me río mucho en la fiesta. De hecho, hay un momento muy gracioso. Antes de ir, recibo un e-mail de un chico que vive muy cerca de mí (joder, cómo está el barrio) y que tiene cara de novio, no de polvo. Me manda las fotos y, gracias a Dios, no tiene nada que ver con el señor del rugby y sucedáneos. Y me cuenta que sus amigos le han preparado una cena de bienvenida y no sale. Pero, sorprendentemente, aparece en la fiesta de La Riviera mientras Gus hace de Natalie Portman y el resto comprobamos que las drogas destrozan familias, porque menudo percal, señores.

Antes de irme de la fiesta me despido del señor vecino, que es más guapo y más simpático que en las fotos y no tiene pinta ni de heroinómano ni de tomar anabolizantes.

Llego a casa y me duermo viendo un capítulo de 24, y me da rabia porque justo iban a rescatar a alguien. Sigo esperando a que me repartan el turno.

SÁBADO

Me despierto con un mensaje de «¡Buenos días!» (así, con exclamaciones) del nuevo vecino. Le digo que le invito a desayunar y desayunamos en el barrio. Después llego al gimnasio tarde y Chris ya está acabando, pero nos da tiempo a comentarlo todo. Cuando termino de entrenar, si se le puede llamar así porque hoy estoy perruno, de camino a casa literalmente me encuentro con el nuevo vecino en una calle. Nos quedamos hablando en un portal media hora y yo me subo a un escalón porque mido 1,75 y él mide 1,88. Y en ese momento alcanzo a comprender lo de Tom Cruise y Nicole Kidman. El vecino nuevo me hace reír tanto que nos vamos a tomar una Coca-Cola a otro bar del barrio. Le llegan a recoger dos amigos y me dicen a ver si voy a comer con ellos. Pero digo que no, que lo poco gusta y lo mucho cansa.

El señor del rugby reaparece y me dice literalmente que se está volviendo loco porque no le hablo. Yo le digo que le dé recuerdos a su novio, al que le debe de seguir haciendo terriblemente feliz. Me contesta que sigue sin saber lo que le pasa, porque él no es así y no me voy de su cabeza y que cada día es más difícil. ¿Qué haría Paqui la Fandanguilla en estos casos?

He pasado la tarde con el vecino nuevo y es un tipo encantador. Acaba de llegar a Madrid para instalarse. Y con eso está dicho todo. Luego hablo con Vanessa, que sigue indispuesta y completamente enganchada al Aquarius. Se le va a quedar un tipazo maravilloso. Lo mismo tiene el síndrome de la «top model enamorada» y no lo sabemos.

Por la noche ceno con un amigo en un mejicano y me encuentro contento, para qué les voy a engañar. Creo firmemente que uno de los trucos es estar entretenido y abierto a todo lo que venga. Hay que ser proactivo todo el rato, pase lo que pase. Eso de los duelos y de quedarse instalado en la lágrima cada día me parece más una pérdida de tiempo. Y yo siempre tengo cosas que hacer…

El señor del rugby me comunica en un sms que piensa que soy un cabrón porque le he roto el corazón y no le hago caso. Mientras me cepillo los dientes antes de meterme en la cama, vuelvo a pensar en lo importante que es el timing para todo. El timing y el Lexatin, porque cada día conozco más gente que estaría fabulosa pasada de Lexatines. Miren ustedes los discazos que hace Britney Spears desde que se medica correctamente.

DOMINGO

Me levanto contento de narices (es lo que toca) y desayuno con el vecino nuevo. Aprovecho que toma té verde con churros para tomar uno yo también, que últimamente se me va la mano con la cafeína y el vecino nuevo parece una buena influencia gastronómicamente hablando. Y además no soporta a Lady Gaga. Vamos, que nos caemos bien, digo yo.

Antes decía lo del timing precisamente por el vecino nuevo (que no tiene nada que ver con el vecino nuevo masajista que se parece al señor del rugby). El vecino nuevo acaba de llegar a Madrid y ahora le toca asentarse y divertirse. Pero el vecino nuevo tiene cara de novio, no de polvo. Y tiene una cosa cojonuda, y es que me hace reír porque a veces tiene momentos de «rubia natural». Y no hay nada que me haga reír más en el mundo que una rubia natural. Vanessa es la prueba de ello, porque consigue estamparme un bolso en la cara y que yo me siga riendo. Por cierto, la echo de menos una barbaridad.

Por supuesto, me levanto y agarro todos los productos de limpieza que hay en casa porque mi madre llega a eso de las dos, y ya saben ustedes como son las madres de terribles con el orden en casa ajena. No se lo he contado nunca, pero me fascinan los productos de limpieza. Los supermercados no me gustan especialmente, pero cuando llego a la sección de productos de limpieza me pongo verraco. Literalmente. Es ver un nuevo KH7 antigrasa, antical o anti lo que sea y tengo que probarlo. Y por supuesto, en menos de dos horas tengo la casa como los chorros del oro, a pesar del disgusto que le doy a Sam, que odia la aspiradora y me mira con cara de «yo te estampo, cabrón». Para remediar el mal rato, le doy media latita de esa cosa que huele a pies, y me como tres mandarinas en el suelo de la cocina esperando a que mi madre me avise de que «la invasión» ha comenzado oficialmente.

Miren que ya me río mucho, pero es que ha sido llegar mi madre y reírme más. Como es mi madre, ella, con solo oír el tono de voz, sabe que no todo está en su sitio. Y por eso me echa la bronca (córtate ese pelo, por Dios, que pareces Ricky Martin), y nos vamos de compras. Ella tiene un momento muy de raya marinera y me compra unas zapatillas y dos gayumbos que los reservaré para ocasiones especiales. Porque una de las claves para que la vida sea la hostia es que uno mismo haga que todo sea especial. Podría estrenar los gayumbos hoy mismo, claro que sí. Pero ya ven, los he dejado en el cajón para que, la próxima vez que tenga un «momento sexy», me los ponga.

Y justo antes de irme a la cama, recibo un mensaje que me hace gracia también. Un armario de cuatro puertas (definitivamente, no tengo tirón entre las amigas de Kate Moss) que sabe que me gustan las películas de terror me dice que estaría encantado de llevarme al estreno de Scream 4, que es la película que más ganas tengo de ver desde La que se esnucó por vérselo 2. Estoy tan entretenido que llevo 24 horas sin pensar en Paqui la Fandanguilla. Y me duermo con una sonrisa enorme por primera vez en muchos días.

Me duermo queriendo que me repartan un turno.

Me despierto pensando que cada vez estoy más seguro de lo importante del «chocarse», y cada vez me creo eso de «el que busca encuentra». Yo no busco nada y no hago más que encontrarme cosas. No hay que buscar. Nunca hay que buscar, solamente hay que estar atento. ¿Luto? ¿Quién dijo luto?

Sam les manda besos. Yo sigo queriéndoles, pero no tanto como para casarme…