Me levanto con una energía para morirse. Debe de ser que, como no vi Enemigos íntimos, tengo el alma mucho más blanca, aunque sigo preocupado por las celebrities low-cost que me están llegando al corazón de una manera tremenda. Me levanto tan, tan optimista que le pongo media latita a Sam, que me mira con cara de «no me fío… tú quieres pedirme algo».
Y es que hay que relajarse. Me tomo el primer café con leche de la mañana otra vez en el suelo de la cocina y me noto más tranquilo que ayer. Sam está dándolo todo con la latita y pienso que tengo muchas ganas de que pase el tiempo para encontrarme en otro lugar. Y también pienso que quiero hacer todo lo posible para que el tiempo pase rápido.
Abro el mail y leo lo que me escribe el señor del rugby. Básicamente me dice que ha vuelto a Lisboa y que está hecho un lío, que no me voy de su cabeza y que quiere volver a Madrid para buscar curro aquí. También me dice que no sabe qué va a pasar con su novio y que le duele mucho la cabeza de tanto pensar en mí. Lo que me faltaba, provocar dolores de cabeza a estas alturas. Yo me quedo mirando el mail cinco minutos y no sé qué contestar. Por lo tanto no contesto. Cuando lo tenga claro ya le diré algo, o lo mismo le dejo con la intriga hasta el viernes por la noche rollo Sálvame Deluxe. ¿Le hago un previo? ¿Le mando un mail que diga: «El viernes por la noche… LA RESPUESTA FINAL»? ¿Me vuelvo loco y me hago una permanente como la de Rihanna? No sé.
Hablando del viernes, que sepan que he decidido acudir a la fiesta esa que se celebra en La Riviera. Se llama «Live to be free» y el nombre me ha convencido. Además Vanessa me dice que ella también está falta de una juerga flamenca. Porque lo de Vanessa es como para otro blog. Probablemente la fiesta sea un cuadro, pero hemos decidido que vamos a ir con la actitud de «darlo todo», y lo peor que nos puede pasar es que nos emborrachemos con marcas blancas de alcohol.
Tengo una reunión superpronto y luego voy al gimnasio, donde me espera Chris para entrenar. Hoy nos toca pecho, que es una parte fundamental para recuperar la autoestima. Lo de «dos tetas tiran más que dos carretas», desgraciadamente, es una verdad muy grande. Y en el gimnasio, también lo doy todo. Chris me pronostica, mientras yo tengo cien kilos sobre el pecho, que en dos meses me ve con pareja. Yo le comunico que es más probable que la inteligencia aterrice en casa de Yola Berrocal.
Una de las cosas que más me animan hoy es que mi amigo Isidro de Barcelona (y su hermana Cristina) están en Madrid. Siempre me río mucho con Isidro, que es policía y además es la única persona del mundo a la que le dejo llamarme «Kimberly del Rocío». Claro que yo a él le llamo «Jéssica Macarena». Isidro es también un armario de tres puertas y tiene los pezones tatuados, lo que le convierte en el agente de la ley más exótico que he conocido nunca. Pero no se piensen mal, que Isidro es una especie de hermano pequeño que pone multas. A la comida se nos une Vanessa, que está viviendo un momento de plenitud que ya lo querría el dietista de Falete.
Y por la tarde, la sorpresa. Llega un mail de «el difunto». Le llamo así por una amiga de mi madre que llamaba eso a su exmarido. «El difunto» es un muy buen tipo y una persona muy inteligente, y nunca sabrá (bueno, sí lo sabe porque lee este blog todos los días e incluso pone links en su muro de Facebook) lo agradecido que le estoy por ese mail. Un mail que aclara muchas cosas y un mail que confirma que mi decisión de hacer la maleta y marcharme fue correcta. Difícil pero correcta. Y esto es todo lo que se va a decir aquí de «el difunto». Ya no hay más. Porque, en realidad, «los otros» no son importantes una vez que desaparecen. Lo importante somos «nosotros». Me tengo que centrar en lo que hay, en lo que soy y en lo que puedo ser y sacarle el máximo jugo posible. Por supuesto, el mail no va a tener respuesta. Menudo día que llevo de no contestar mails. El señor del rugby y este tienen que estar contentos conmigo.
Tengo una reunión en la zona de Alonso Martínez y ando por la calle como en mucho tiempo. Es como si me hubieran quitado 100 kilos de la espalda. La reunión (que tiene que ver con una cosa de derechos de propiedad intelectual) va de coña marinera y supongo que ayuda mucho que yo tenga una actitud positiva. Cada minuto que pasa sé lo importante que es reírse y sobre todo, las personas que te hacen reír porque te quieren. Estaré soltero y tengo un hijo que es un egoísta de mierda, pero tengo unos amigos que son gloria (Estefan) bendita.
Y mientras tanto, en la tele, una que peinaba a Rocío Jurado afirma que uno que se va a casar con su hija no es un putero. ¿Lo ven? Mi vida es la hostia. Eso sí, tengo el alma desecha porque llevo 48 horas sin saber nada de Paqui la Fandanguilla, a.k.a. Paqui la Coles. No sé qué va a ser de mí. Menos mal que una tertuliana de Sálvame reconoce que se toma tres pastillas para ir a trabajar y yo así pienso que, como no me medico, pues tengo un futuro. Si esta mujer tiene trabajo, yo puedo ganar el Pulitzer.
No sé muy bien qué contestarle al señor del rugby. Cuantas más horas pasan, menos sé qué decir. Tengo claro lo que me gustaría hacerle, pero no tanto lo que querría darle. También no sé qué hacer con un chico que me quieren presentar para que tome un café. Miren que esto de las citas a ciegas es de terror. ¿Qué me va a decir el pobre? «Hola, tú eres el divorciado… ¿no?». Ya les digo, miedo me da todo, y cada vez encuentro más refugio en el suelo de la cocina con Sam y las latitas.
Por cierto, que llevo una temporada que voy tanto al baño que me siento un poco Carmen Machi. Es decir, que el divorcio deshincha una barbaridad. Pero lo mío es sin yogures.
Vanessa y yo comentamos el ¡Hola! ante la mirada atónita de Isidro y Cristina. Es un rato en el que me descojono vivo. Más tarde me vuelvo a casa, que ya hace un poco de frío, y voy muy escotado para estas horas. Nada más llegar enchufo la tele y descubro que esta noche va a ocurrir un «Deconstructing Paqui» en mi terapia favorita de Tele 5 y decido que no voy a quedar para tomar el café con el chico de la cita a ciegas. Ahora mismo, lo de Paqui me merece mucho más la pena. Adónde va a parar. Y miren que no lo cuento todo, pero la verdad es que estoy sorprendido de la cantidad de ofertas que tengo de cines, cafés, paseos e incluso masajes. Un chico me ha dicho que cuando quiera me da un masaje, y yo le he dicho que eso es de lesbianas. Me ha mirado con cara rara y se ha ido. Ahora mismo no estoy por la labor; para una vez que acepto una cita, miren ustedes lo que ha pasado con el señor del rugby…
Mientras me cocino una pasta, aprovecho para hacer unas fotos en el suelo de la cocina, así ustedes visualizan el momento idiotizado que estoy viviendo. Y ya el colmo de los colmos llega cuando recibo un e-mail de un «actor» de la industria de cine para adultos en el que me anima a compartir mi soltería con él. Y no puede ser. Inmediatamente me viene a la cabeza la idea de que se lo presento a mi madre y le cuento en qué trabaja. Y mi madre, por cierto, llega el domingo para rodearme de amor. Y me tiembla hasta el esternón del pavor. Miren que quiero a mi madre una barbaridad, pero me apetece mucho estar solo.
Me dispongo a enterrar el culo en el sofá, cuando llega un sms que sí me llama la atención. Un amigo al que no veo hace muchos años ha vuelto a Madrid para trabajar en un puesto ejecutivo en la industria de la moda, después de varios años en Italia. Me hace mucha gracia recordarle y le llamo para saludarle. Casualidades de la vida, está muy cerca de mi casa y, a pesar de que es tardísimo, quedamos para tomar un café. Casualidades de la vida en estos años, se ha apuntado a un gimnasio, se ha rapado la cabeza y se ha dejado barba.
Pero no pasa nada de nada. Y menos mal, que no estoy yo para perder amigos recién recuperados. A pesar de que mientras tomamos el café (yo a este paso no pego ojo en un mes) me pone morritos y cara de que hay que recuperar el tiempo perdido, yo me hago el cansado porque además de la pereza interna y de las horas que son, tengo la casa hecha unos zorros y no pienso arreglarla hasta el sábado por la tarde, que el domingo llega mi madre y, como no esté todo en orden, lo mismo me pega un grito que me deja sordo. Por lo tanto, le acompaño hasta la puerta de su nueva casa (casualidades de la vida, vivimos cerquísima) y me largo a la mía escuchando el disco nuevo de Britney. No crean ustedes que voy subido en el ego, me voy a casa solo porque me da la gana. Y también porque no me atrevo. Y también porque no quiero contar según qué cosas…
Me he levantado con las pilas puestas, me pongo como un zampabollos a desayunar mientras Sam se frota contra mí con la esperanza de que me apiade y le dé lo suyo. Lo tiene claro. Con el café en la mano, y sentado en el suelo de la cocina, tengo un videoencuentro con el señor del rugby, que me dice que no entiende lo que le pasa y que no es normal colgarse así en dos días. Yo le digo que tiene razón y que no es normal. También le pregunto por su novio. Me pongo un poco nervioso cuando le veo por la cam, para qué nos vamos a mentir, porque el señor del rugby es de esos a los que me gustaría hacerle un par de hijos. No saco nada en claro de la conversación, y cuando apago me entran más ganas que nunca de salir a la calle y dar dos patadas a algo. Lo del señor del rugby me supera un poco, sinceramente.
Mañana por la noche iré a la fiesta de La Riviera e intentaré divertirme (a pesar de lo espeso que estoy) con Vanessa. También intentaré no pensar en el señor del rugby, en mi amigo de la moda o en cualquier ser humano susceptible de querer dar un paso más allá. Vivo un drama porque me he perdido el escarnio de Paqui la Fandanguilla en Tele 5, pero no me importa. Eso debe de ser una buena señal, porque no me ha hecho falta ver vidas más tristes que la mía.
El próximo lunes, puntual como siempre, les contaré cómo ha ido el fin de semana, y ya les aviso que escribiré con mi madre en casa y, por lo tanto, deberé moderar mi lenguaje y Sam también deberá moderar las ansias de latita, que lo mismo mi madre se piensa que tengo un hijo yonqui. Sigo teniendo miedo al fin de semana, a pesar de que tengo la agenda a tope. Mis amigos siguen instalados en la necesidad de no dejarme solo. Y de momento, ese es el único cariño del que soy capaz de disfrutar.
Nos vemos el lunes…