Apéndice

Una nota sobre Edipo

Tal vez alguien podría negarse a aceptar el carácter atípico de la historia de Edipo alegando que han existido sociedades donde estaban permitidos los casamientos entre padres e hijos[24]. Esta teoría podría apoyarse en los diferentes mitos que otorgan a la diosa Tierra un joven esposo que también es su hijo. Sin embargo, esto no tiene importancia alguna para la historia de Edipo tal como la conocemos. Porque no es sólo la historia de un hombre que se casa con su madre, sino de un hombre cruelmente destinado a casarse con su madre, sin saberlo ni quererlo, en una sociedad donde ese tipo de casamiento se considera abominable. Las sociedades, si las hubo, que lo aprobaban serían sociedades en las que simplemente una historia como la de Edipo nunca podría contarse, porque no presentaría el menor interés. Si casarse con la propia madre es tan normal como casarse con la muchacha de al lado, entonces no es más impresionante que casarse con la muchacha de al lado, ni más digno de figurar en un relato. Podría aducirse, quizá, que la historia de Edipo «deriva» de ciertos recuerdos oscuros de una época más primitiva, o de rumores oscuros acerca de otro tipo de cultura, donde el casamiento entre padres e hijos estaba permitido. Sin embargo, el recuerdo debe de haberse vuelto suficientemente «oscuro» y, digámoslo sin más, suficientemente falso para que esa antigua costumbre ya no se reconozca como tal, y para que cada ejemplo residual de esa práctica se perciba erróneamente como una monstruosa excepción. Y la cultura extraña ha de serlo hasta tal punto que quienes relaten sus costumbres incurran en el mismo error. En caso contrario, la historia, tal como la conocemos, no se sostendría; y lo mismo sucedería con la de Tiestes si alguien la contase en una sociedad donde servir a un huésped la carne de sus propios hijos fuera una muestra reconocida de hospitalidad. La ausencia de la costumbre —más aún: la imposibilidad de concebirla— es la conditio sine qua non de la historia.