El último capítulo trató de la diferencia entre engendrar y hacer. Un hombre engendra a un niño, pero sólo puede hacer una estatua. Dios engendra a Cristo, pero sólo hace a los hombres. Sin embargo, al decir esto, he ilustrado sólo un punto acerca de Dios, y éste es que lo que Dios Padre engendra es Dios, algo de la misma clase que Él. En ese sentido es como un padre humano engendrando un hijo humano. Pero no exactamente. Así que debo intentar explicarlo un poco más.
Un gran número de personas hoy en día dice: «Yo creo en Dios, pero no en un Dios personal». Sienten que ese algo misterioso que está detrás de todas las cosas tiene que ser más que una persona. Y los cristianos están de acuerdo con esto. Pero los cristianos son los únicos que ofrecen alguna idea de cómo podría ser un ser que está más allá de todas las cosas. Todos los demás, aunque dicen que Dios está más allá de la personalidad, realmente creen en Él como en algo impersonal; es decir, como algo menos que personal. Si buscáis algo super-personal, algo que se parezca más a una persona, no es cuestión de elegir entre la idea cristiana y las demás ideas. La idea cristiana es la única en el mercado.
Además, algunos piensan que después de esta vida, o tal vez después de varias vidas, las almas humanas serán «absorbidas» por Dios. Pero cuando tratan de explicar lo que quieren decir, parecen estar pensando en ser absorbidos por Dios como una cosa material es absorbida por otra. Dicen que es como una gota de agua que se desliza al mar. Pero, por supuesto, ese es el final de la gota. Si eso es lo que sucede con nosotros, ser absorbidos es lo mismo que dejar de existir. Son sólo los cristianos los que tienen una idea de cómo las almas humanas pueden ser incorporadas en la vida de Dios y sin embargo seguir siendo las mismas…, de hecho, siendo mucho más ellas mismas de lo que eran antes.
Ya os advertí que la teología era práctica. El único motivo por el que existimos es el de ser incorporados de ese modo a la vida de Dios. Ideas equivocadas acerca de cómo es esa vida sólo lo harán más difícil. Y ahora, durante unos minutos, os pediré que me sigáis atentamente.
Sabéis que en el espacio podéis moveros en tres direcciones —a la izquierda y a la derecha, hacia atrás y hacia adelante, y hacia arriba y hacia abajo. Todas las direcciones son o una de estas tres o un compromiso entre ellas; son las denominadas tres dimensiones. Y ahora fijaos en esto: si sólo utilizáis una dimensión, sólo podríais dibujar una línea recta. Si utilizáis dos, podréis dibujar una figura, por ejemplo, un cuadrado. Y un cuadrado está hecho de cuatro líneas rectas. Y ahora vayamos un paso más allá. Si utilizáis las tres dimensiones, podréis construir lo que llamamos un cuerpo sólido; por ejemplo, un cubo: algo como un dado o un terrón de azúcar. Y un cubo está hecho de seis cuadrados.
¿Veis lo que quiero decir? Un mundo de una sola dimensión sería una línea recta. Es un mundo bidimensional siguen existiendo las líneas rectas, pero muchas líneas forman una figura. En un mundo tridimensional siguen existiendo las figuras, pero muchas figuras hacen un cuerpo sólido. En otras palabras, a medida que avanzamos a niveles más reales y complicados no dejamos atrás las cosas que encontramos en los niveles más simples: seguimos teniéndolas, pero combinadas de nuevas maneras… de maneras que no podríamos imaginar si sólo conociéramos los niveles más simples.
La visión cristiana de Dios implica el mismo principio. El nivel humano es un nivel simple y bastante vacío. En el nivel humano una persona es un ser, y dos personas son dos seres separados, del mismo modo que, en dos dimensiones (digamos en una lisa hoja de papel), un cuadrado es una figura y dos cuadrados son dos figuras separadas. En el nivel divino seguimos encontrando personalidades, pero allí las encontramos combinadas en nuevas maneras, que nosotros, como no vivimos en ese nivel, no podemos imaginar. En la dimensión de Dios, por así decirlo, encontramos un ser que es tres Personas mientras sigue siendo un Ser, del mismo modo que un cubo es seis cuadrados mientras sigue siendo un cubo. Por supuesto, nosotros no podemos concebir del todo a un Ser así, del mismo modo que, si estuviéramos hechos de manera tal que sólo percibiéramos dos dimensiones en el espacio nunca podríamos imaginar adecuadamente un cubo. Pero podemos tener una ligera noción del mismo. Y cuando lo hacemos tenemos, por primera vez en la vida, una idea positiva, por ligera que sea, de algo super-personal, de algo que es más que una persona. Es algo que jamás podríamos haber podido imaginar, y sin embargo, una vez que nos lo han dicho, sentimos que debíamos haber sido capaces de adivinarlo dado que encaja tan perfectamente con todas las demás cosas que ya sabemos.
Podréis preguntar: «Si no podemos imaginar a un Ser tripersonal, ¿de qué sirve hablar de Él?». Pues no sirve de nada hablar de Él. Lo que importa es ser realmente atraído por esa vida tripersonal, y eso puede empezar en cualquier momento… esta misma noche, si así lo queréis.
Lo que quiero decir es esto: un cristiano corriente se arrodilla para rezar sus oraciones. Está intentando ponerse en contacto con Dios. Pero si es cristiano sabe que lo que le está instando a rezar también es Dios: Dios, por así decirlo, dentro de él. Pero también sabe que todo su conocimiento real de Dios le viene a través de Cristo, el Hombre que es Dios…, que Cristo está de pie a su lado, ayudándole a rezar, rezando con él. ¿Veis lo que está ocurriendo? Dios es aquello a lo cual él está rezando, la meta que está intentando alcanzar. Dios es también lo que dentro de él le empuja, la fuerza de su motivación. Dios es también el camino o puente a lo largo del cual está siendo empujado hacia esa meta. De manera que la triple vida del Ser tripersonal está de hecho teniendo lugar en ese dormitorio corriente en el que un hombre corriente está diciendo sus oraciones. Ese hombre está siendo captado por la clase de vida más alta, lo que yo llamo Zoe o vida espiritual: está siendo atraído hacia Dios, por Dios, mientras que sigue siendo el mismo.
Y así es como empezó la teología. La gente ya sabía de la existencia de Dios de una manera vaga. Entonces llegó un hombre que afirmó ser Dios y que no era, sin embargo, la clase de hombre que se podía tachar de lunático. Ese hombre hizo que le creyesen. Volvieron a encontrarlo después de que lo hubieran matado. Y luego, después de que habían sido formados en una pequeña sociedad o comunidad, encontraron de alguna manera a Dios también dentro de ellos: dirigiéndolos, haciéndolos capaces de hacer cosas que no habían podido hacer hasta entonces. Y cuando lo dilucidaron todo, encontraron que habían llegado a la definición cristiana del Dios tripersonal.
Esta definición no es algo que hayamos inventado. La teología es, en un sentido, conocimiento experimental. Son las religiones sencillas las que deben inventarse. Cuando digo que la teología es una ciencia experimental «en un sentido», quiero decir que es como todas las demás ciencias experimentales en algunos aspectos, pero no en todos. Si se es un geólogo que estudia las rocas, es necesario salir primero a encontrar las rocas. Las rocas no vendrán a uno, pero si uno va a buscarlas no saldrán corriendo. La iniciativa está enteramente en vuestras manos. Las rocas no pueden ayudar ni obstaculizar. Pero suponed que sois geólogos y queréis sacar fotografías de animales salvajes en su propio hábitat. Eso es algo diferente a estudiar rocas. Los animales salvajes no irán a vosotros, pero pueden huir de vosotros. Y a menos que os mantengáis muy callados, lo harán. Ahí empieza a haber un pequeño índice de iniciativa por su parte.
Y ahora vayamos a un nivel más alto: supongamos que queremos llegar a conocer a una persona humana. Si esta persona está decidida a no dejaros hacerlo, no llegaréis a conocerla. Tenéis que ganaros su confianza. En este caso, la iniciativa está igualmente dividida: se necesitan dos personas para hacer una amistad.
Cuando se trata de conocer a Dios, la iniciativa está de Su lado. Si Él no se revela, nada que podáis hacer vosotros os permitirá encontrarle. Y, de hecho, Él enseña mucho más de Sí mismo a algunas personas que a otras… no porque tenga favoritos, sino porque es imposible para Él mostrarse a un hombre cuya mente y carácter estén en condiciones adversas. Del mismo modo que la luz del sol, aunque no tiene favoritos, no puede reflejarse en un espejo polvoriento del mismo modo en que lo haría en un espejo limpio.
Esto puede exponerse de otro modo diciendo que mientras en otras ciencias los instrumentos que utilizáis son exteriores a vosotros mismos (como los microscopios o los telescopios), los instrumentos a través de los cuales veis a Dios son vuestro ser entero. Y si el ser de un hombre no se mantiene limpio y brillante, su visión de Dios será borrosa, igual que la luna vista a través de un telescopio sucio. De ahí que las naciones horribles tengan religiones horribles: han estado mirando a Dios a través de una lente sucia.
Dios puede mostrarse a Sí mismo tal como es realmente sólo a hombres reales. Y eso significa no sólo a hombres que son individualmente buenos, sino a hombres que están unidos juntos en un cuerpo, amándose unos a otros, ayudándose unos a otros, enseñándose a Dios unos a otros. Puesto que eso es lo que Dios quería que fuese la Humanidad: como músicos de una única orquesta, u órganos de un único cuerpo.
En consecuencia, el único instrumento adecuado para aprender acerca de Dios es toda la comunidad cristiana, esperándole juntos. La hermandad cristiana es, por así decirlo, el equipo técnico para esta ciencia: el equipo de laboratorio. Por eso toda esa gente que aparece cada pocos años con alguna patente propia para simplificar la religión como sustituto de la tradición cristiana está en realidad perdiendo el tiempo. Como un hombre que no tiene más instrumentos que unos viejos prismáticos y que decide corregirle la plana a los auténticos astrónomos. Puede que sea un tipo listo, incluso puede que sea más listo que algunos de los astrónomos, pero no tiene nada que hacer. Dos años más tarde todo el mundo se ha olvidado de él, pero la auténtica ciencia sigue adelante.
Si el cristianismo fuese algo que nos estamos inventando, por supuesto podríamos hacerlo más fácil. Pero no lo es. No podemos competir, en simplicidad, con aquellos que están inventando religiones. ¿Cómo podríamos? Estamos tratando con un Hecho. Y es evidente que cualquiera puede ser simple si no tiene que molestarse con hechos.