5. Tenemos un motivo para estar inquietos

Terminé mi último capítulo con la idea de que en la ley moral alguien o algo desde más allá del universo material estaba de hecho comunicándose con nosotros. Y supongo que cuando llegué a ese punto algunos de vosotros sentisteis cierta irritación. Incluso habréis podido pensar que os estaba tendiendo una especie de trampa… que había estado envolviendo cuidadosamente para que pareciese filosofía lo que resulta ser una «charla religiosa» más. Puede que hayáis pensado que estabais dispuestos a escucharme mientras creyerais que tenía algo nuevo que decir, pero si resulta ser sólo religión… bueno, el mundo es así y vosotros no podéis dar marcha atrás al reloj. Si alguien opina de esa manera me gustaría decirle tres cosas.

Primero, en lo que respecta a dar marcha atrás al reloj. ¿Pensaríais que estoy bromeando si dijera que podéis dar marcha atrás al reloj, y que si el reloj estuviera equivocado a menudo esto es algo muy sensato? Pero preferiría apartarme de esa idea de los relojes. A todos nos gusta el progreso. Pero el progreso significa acercarse más al lugar donde se quiere estar. Y si os habéis desviado del camino, avanzar hacia adelante no os acercará más a él. Si estáis en el camino equivocado, el progreso significa dar un giro de ciento ochenta grados y volver al camino correcto, y en este caso, el hombre que se vuelve antes es el hombre más progresista. Todos hemos visto esto cuando hacemos cuentas. Cuando he empezado a hacer una cuenta y me he equivocado, cuanto antes admita esto y empiece de nuevo antes voy a progresar. No hay nada de progresista en ser testarudo y negarse a admitir un error. Y creo que si observáis el estado actual del mundo es bastante evidente que la humanidad ha estado cometiendo un gran error. Estamos en el camino equivocado. Y si eso es así, debemos volver atrás. Volver atrás es la manera más rápida de seguir adelante.

En segundo lugar, esto no se ha convertido todavía exactamente en una charla religiosa. No hemos llegado aún al Dios de ninguna religión en sí, y aún menos al Dios de esa religión en particular llamada cristianismo. Hemos llegado solamente hasta un Algo o un Alguien que se encuentra detrás de la ley moral. No estamos sacando nada de la Biblia o de las Iglesias; estamos intentando ver qué podemos averiguar acerca de ese Alguien por nuestra propia cuenta. Y quiero dejar claro que lo que averiguamos acerca de ese Alguien es algo que nos deja sin aliento. Tenemos dos pequeñas pruebas acerca de ese Alguien. Una de ellas es el universo que ha creado. Si utilizáramos eso como nuestro único dato creo que tendríamos que llegar a la conclusión de que es un gran Artista (ya que el universo es un lugar muy bello), pero también de que es bastante despiadado y un enemigo del hombre (ya que el universo es un lugar peligroso y aterrador). El otro indicio de evidencia es esa ley moral que Él ha puesto en nuestras mentes. Y ésta es una evidencia mejor que la otra, porque es información confidencial. Se descubre más acerca de Dios a través de la ley moral que a través del universo en general, del mismo modo que se descubre más acerca de un hombre escuchando su conversación que mirando la casa que ha construido. A partir de esta segunda evidencia llegamos a la conclusión de que el universo está intensamente interesado en una conducta correcta… en el juego limpio, la generosidad, el valor, la buena fe, la honestidad y la sinceridad. En ese sentido deberíamos estar de acuerdo con lo que dicen el cristianismo y otras religiones de que Dios es «bueno». Pero no vayamos aquí demasiado deprisa. La ley moral no nos da ninguna base para pensar que Dios es «bueno» en el sentido de que es indulgente, o blando o simpático. No hay duda indulgente acerca de la ley moral. Es dura como un pedernal. Os dice que hagáis lo correcto y no parece importarle lo doloroso, lo peligroso o lo difícil que resulte esto. Si Dios es como la ley moral, entonces no es blando. No sirve de nada decir en este punto que a lo que os referís cuando habláis de un Dios «bueno» es a un Dios que puede perdonar. Estáis yendo demasiado deprisa. Sólo una Persona puede perdonar. Y aún no hemos llegado a hablar de un Dios personal… sólo hemos llegado a hablar de un poder, detrás de la ley moral, y más parecido a una mente que a cualquier otra cosa. Pero aún puede ser muy diferente a una Persona. Si es una mente puramente impersonal, puede que no tenga sentido pedirle que haga excepciones con vosotros o que os exima, del mismo modo que no tiene sentido pedirle a la tabla de multiplicar que os exima cuando hacéis mal vuestras cuentas. Es inevitable que saquéis un resultado equivocado. Y tampoco sirve de nada decir que si hay un Dios de esa clase —una bondad impersonal absoluta— entonces no os gusta y no vais a hacerle ningún caso. Ya que el problema es que una parte de vosotros está de Su parte y en realidad está de acuerdo con su desaprobación de la avaricia, la trampa y la explotación humanas. Puede que queráis que haga una excepción en vuestro caso, que os perdone por esta vez, pero sabéis en el fondo de vuestro corazón que a menos que el Poder que hay detrás del mundo realmente e inalterablemente deteste esa clase de comportamiento, Éste no puede ser bueno. Por otro lado, sabemos que si de verdad existe una bondad absoluta ésta debe detestar la mayoría de las cosas que hacemos. Ése es el terrible dilema en el que nos hallamos. Si el universo no está gobernado por una bondad absoluta todos nuestros esfuerzos, a la larga, son inútiles. Pero si lo está, entonces nos estamos enemistando todos los días con esa bondad, y no es nada probable que mañana lo hagamos mejor, de modo que, nuevamente, nuestro caso es desesperado. No podemos estar sin ella ni podemos estar con ella. Dios es el único consuelo; también es el supremo terror, lo que más necesitamos y aquello de lo que más queremos escondernos. Es nuestro único aliado posible, y nos hemos convertido en sus enemigos. Algunas personas hablan como si encontrarse con la mirada de la bondad absoluta fuera divertido. Tienen que volver a pensárselo. Aún siguen solamente jugando con la religión. La bondad es o la gran seguridad o el gran peligro, según el modo en que reaccionéis ante ella. Y nosotros hemos reaccionado mal.

Y he aquí mi tercer argumento: cuando preferí llegar a mi verdadero tema dando este rodeo no estaba intentando tenderos una trampa. Tenía una razón distinta. Mi razón es que el cristianismo sencillamente no tiene sentido hasta que no os enfrentéis con la clase de hechos que he estado describiendo. El cristianismo le dice a la gente que se arrepienta y les promete perdón. Por lo tanto no tiene, que yo sepa, nada que decir a aquellos que no saben que han hecho algo por lo que deban arrepentirse y que no piensan que necesitan perdón. Es después de que os habéis dado cuenta de que hay una verdadera ley moral, y un Poder detrás de esa ley, y que habéis infringido esa ley y os habéis puesto a mal con ese Poder… es después de todo esto, y no antes, cuando el cristianismo empieza a hablar. Cuando sabéis que estáis enfermos le haréis caso al médico. Cuando os hayáis dado cuenta de que nuestra posición es casi desesperada empezaréis a comprender de qué os habla el cristianismo. Los cristianos ofrecen una explicación de cómo hemos llegado a nuestro estado actual de odiar la bondad en vez de amarla. Ofrecen una explicación de cómo Dios puede ser una mente impersonal detrás de la ley moral y al mismo tiempo Persona. Os dice cómo las exigencias de esta ley, que ni vosotros ni yo podemos satisfacer, han sido satisfechas en nuestro nombre; cómo Dios mismo se hace hombre para salvar al hombre de la desaprobación de Dios. Es también una vieja historia, y si queréis profundizar en ella tendréis sin duda que consultar con personas que tienen más autoridad que yo para hablar del asunto. Lo único que yo hago es pedirle a la gente que se enfrente a los hechos… que comprendan las preguntas que el cristianismo pretende contestar. Y estos son hechos aterradores. Me gustaría poder decir algo más agradable. Pero debo decir lo que creo que es verdad. Naturalmente que estoy de acuerdo en que la religión cristiana es, a la larga, indeciblemente consoladora. Pero no empieza con consuelo: empieza con el desaliento que he estado describiendo, y no sirve de nada pasar al consuelo sin haber pasado antes por el desaliento. En la religión, como en la guerra y todo lo demás, el consuelo es lo único que no se puede obtener buscándolo. Si buscáis la verdad, puede que encontréis el consuelo al final. Si buscáis el consuelo no obtendréis ni el consuelo ni la verdad… sólo palabrería y creencias deseadas para empezar y, al final, desconsuelo. La mayoría de nosotros se ha sobrepuesto a las creencias deseadas de la preguerra sobre política internacional. Ya es hora de que hagamos lo mismo con la religión.