VESTIDOS

MUCHAS veces, cuando veo vestidos que con sus múltiples pliegues, volantes y adornos oprimen bellamente hermosos cuerpos, pienso que no conservarán mucho tiempo esa tersura, que pronto mostrarán arrugas imposibles de planchar, polvos tan profundamente confundidos con el encaje, que ya no se podrá cepillarlos, y que nadie querrá ser tan ridículo y tan desdichado que use el mismo costoso vestido desde la mañana hasta la noche.

Y sin embargo encuentro jóvenes que son bastante hermosas y dejan ver variados y atractivos músculos y delicados huesos y tersa piel y masas de cabello sutil, y que no obstante día tras día aparecen con esta especie de disfraz natural, y siempre se apoyan en la misma mano y reflejan en su espejo el mismo rostro.

Sólo a veces, de noche, cuando vuelven tarde de alguna fiesta, sus vestidos parecen en el espejo raídos, deformados, sucios, ya vistos por demasiada gente, y casi impresentables.