Capítulo 17

A la misma hora y a unos escasos doscientos kilómetros de la cueva, un elegante coche deportivo azul aparcaba en la plaza que le habían indicado, justo al lado de un sedán de color negro. Una mujer bajó del coche deportivo y entró por la portezuela del copiloto en el amplio sedán.

—Estoy muy satisfecho de que haya podido venir doctora Farrell.

—Quiero advertirle inspector Fowler que no pienso esconder nada de lo que hablemos aquí a mi jefe el inspector Glenn Elmore.

Fowler la miró como aquel que mira a un gorrión que está presuroso por alzar el vuelo. Estuvo a punto de contestarle que ya sabía que no le escondía nada de nada a Elmore, pero se retuvo. Su táctica requería sutileza.

—No hay objeción por mi parte —aceptó—. La he llamado porque creo que es usted la parte más inteligente de todo su equipo. Mire doctora, tengo en mis manos un informe que relaciona a su compañero Hastings con una mujer joven en un secuestro.

Diana no movió ni un párpado y siguió guardando silencio. Fowler continuó hablando.

—Me gustaría conocer su opinión. ¿Cree usted que Hastings…?

Diana le cortó la frase.

—No voy a facilitarle ninguna información sobre ningún miembro del «FBI», ¿me entiende?

—No me ha dejado usted terminar la frase —dijo con dulzura pero mordiéndose los labios por dentro—. Mi pregunta se refiere a alguien que no es del «FBI». Mi pregunta iba dirigida a si tiene usted constancia de que Hastings conociera a Gina de mucho antes.

—No tengo ninguna constancia.

—¿Y cuál es su impresión? Usted les ha visto juntos, ¿verdad? Eso se nota, doctora. Un comentario, una frase o una mirada pueden delatar lo que le estoy preguntando. ¿Ha apreciado usted algo que pudiera confirmar un conocimiento mutuo anterior a los hechos que ahora tenemos entre manos?

Diana dudó antes de contestar pero al final lo hizo.

—Sí, yo creo que sí. Una vez me intentaron meter a mí también en el cuento de que les recordaba a alguien para disimular lo que parecía obvio a los ojos de cualquiera.

—¿Algún detalle más?

—Ella siempre le defiende como si tuviera un derecho sobre él. Está mucho más pendiente de él que del resto. Eso es una evidencia como la copa de un pino.

Fowler se sentía satisfecho. Nada era mejor que una mujer para sacarle las entrañas a otra. Con suma calma preparó el ataque final.

—Doctora Farrell, mi deber me empuja a ser honesto con usted. Sé que usted conoce el paradero actual de Gina Hartford y yo tengo que detenerla por al menos cinco asesinatos. Ayúdeme a realizar mi trabajo y les prometo que seré generoso con la Agencia Federal. Si Hastings resulta estar también implicado como yo supongo, dejaré que sean ustedes los que se ocupen de él. ¿Qué le parece?

—No voy a hacer nada a espaldas de Elmore —contestó ella.

—Pues lléveme adonde esté Elmore. No quiero tener una guerra entre nosotros. Gina Hartford es una asesina que no tiene nada que ver con el «FBI». Ustedes no van a salir perjudicados. Se lo aseguro.

Al ver que Diana seguía dudando, Fowler exprimió el último de sus cartuchos.

—Diana, no me aboquen ustedes a tener que tomar la decisión que estoy intentando evitar. No me gustaría tener que hacerlo.

—Vamos a ver a Elmore —dijo ella sucumbiendo a la presión de Fowler.

Cuando Diana entró en el despacho de Glenn, le vio y le notó inusitadamente feliz y contento.

—Tengo que decirte algo —dijo él—. Acabo de hablar con Hastings y ya he hecho todo lo que él me ha pedido. ¡Es fantástico! Todo ha…

Glenn cortó la frase al ver entrar a Fowler detrás de Diana. ¿Qué hacía ella junto a ese instigador de malas artes?

—Tenemos que hablar, Glenn. El asunto es muy feo y el inspector Fowler ha pedido mi colaboración y la de todo el «FBI». No me he podido negar.

—¿Qué es lo que quiere, Fowler?

—Conocer el paradero de Gina Hartford y el de Hastings.

—Eso no es posible. Hastings es un miembro aforado en el «FBI». Además y aunque no me crea, no conozco su paradero actual. Va a estar fuera unos días.

—¿Y el de Gina Hartford?

—Ella es un testigo protegido.

—¿Testigo? No, Elmore, no se equivoque usted. Gina Hartford es una asesina y una cómplice de secuestro. Además quien la tiene escondida y la protege es su compañero de fechorías. Tengo pruebas suficientes para detenerla y lo voy a hacer. Si ustedes conocen su paradero deben decírmelo. Es su obligación. Además, les dejo a Hastings para que ustedes actúen como prefieran. Ya le he dicho a la doctora Farrell que yo no me voy a meter en eso.

—Déjeme que hable primero con Patrick —dijo Glenn cogiendo su móvil.

—Ni hablar —intervino rápidamente Fowler—. No cometa ese error, Elmore. No puede usted poner en alerta a un sospechoso. Si lo hace no podré después cumplir con lo que les he prometido. No me gustaría que usted quedara de alguna forma manchado por el caso. Me vería obligado a reflejar este acto en mi informe y no quiero hacerlo. ¿No se da usted cuenta de que esa excusa de estar ausente por unos días sin comunicar su paradero, puede significar su huida y también la de su cómplice? ¿Puede usted asegurarme que lo que le estoy diciendo no es la pura verdad? ¿Asume usted toda la responsabilidad si en estos momentos están huyendo los dos juntos?

Glenn Elmore estaba sumido en un mar de dudas. La razón estaba aparentemente de parte de Fowler. Tenía a Diana frente a él exigiéndole que tomara una postura porque ella ya lo había hecho. Había confiado mucho en Hastings y seguía confiando en él, pero no podía interponerse entre el mundo y las evidencias. Por otra parte, él no le podía ofrecer a Fowler una explicación clara de todo lo que había sucedido porque la realidad distaba mucho de serlo. Apretó los dientes y encogió el corazón cuando dijo.

—Vamos, yo le guiaré hasta al escondite de Gina Hartford.

La resolución del grafismo había influido en Patrick y en Gina. La relajación había producido efectos balsámicos en ellos y los dos se habían apercibido de ello.

La satisfacción de la victoria se mezclaba con la sensación de tristeza por la inminente separación de ambos, una vez que ya se había resuelto todo.

—Estás muy pensativa —dijo él.

—Tú también.

—¿En qué piensas?

—Pensaba en si volveremos otra vez a encontrarnos. El comentario de Gina hizo volar la mente de Patrick. La miró y le tomó las manos entre las suyas. Sintió como ella se estremecía. Su corazón comenzó a latir a mil por hora. Vio cómo el rostro de ella se acercaba al suyo hasta que sus labios se unieron a los de él. Tardaron varios minutos en separarse. De hecho podrían haber continuado así durante siglos, pero la alarma de detección de intrusos comenzó a emitir un pitido insistente.

—Alguien se acerca —dijo Patrick levantándose y dirigiéndose hacia el ordenador.

—¿Quién es? —preguntó ella.

—El ordenador ha detectado tres personas. Una es Glenn, la segunda es Diana y la tercera —Patrick quedó pensativo por unos instantes, hasta que dijo—. Tenemos problemas, Gina, el tercer identificado es un policía de Seattle. Ayer mismo introduje sus datos en el ordenador mientras tú entretenías a Carl en el laboratorio.

—¿Te imaginabas que pudiera venir?

—Francamente, he de reconocer que no. Sin embargo, está aquí y eso demuestra que a veces, todas las precauciones son pocas.

—¿Qué querrán a esta hora? ¡Es más de media noche!

—Por lo pronto, ellos no saben que yo estoy aquí —dijo Hastings muy preocupado.

—Es verdad, menuda sorpresita se va a llevar el caballito saltarín.

—No bromees Gina. Esto es serio. Si han decidido venir es que vienen a por ti.

—¿A por mí?

—Ese inspector de Seattle es capaz de inventarse cualquier excusa para ello y lo que todavía es peor, es que creo que también tiene mucha facilidad para fabricarse él mismo las pruebas, si es que no las encuentra.

—¿Crees que Diana nos haya podido traicionar?

—Los caballos a veces se comportan de manera impredecible y me temo que ha realizado una maniobra de salto que la ha llevado al cuadro equivocado.

—Están a punto llegar. Estoy asustada. No me esperaba todo esto ahora que todo parecía estar solucionado. No sé qué tengo que hacer.

—No temas. Me voy a quedar a tu lado. No tenemos nada que ocultar —dijo él mientras accionaba el mando de apertura de la estancia.

Elmore entró en primer lugar. Inmediatamente detrás con unos ojos como platos lo hizo Fowler y en último lugar, un tanto rezagada, entró Diana con gafas oscuras.

—¡Se lo dije, Elmore! —exclamó Fowler al ver a Gina y a Patrick juntos.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Elmore.

—He estado resolviendo el enigma con la colaboración de Gina. Durante la noche de ayer me convencí de que ella era el único camino para lograrlo.

—Pero a mí ya me habías adelantado antes de la reunión de ayer noche que te ibas a marchar por unos días. Eso significa que ya lo tenías preparado de antemano.

—Entraba dentro de las posibilidades. Era una más de ellas a tener en cuenta —contestó Hastings.

—Déjense de monsergas y vayamos al grano —dijo Fowler dando un par de pasos al frente en dirección a Gina—. Yo he venido a detener a Gina Hartford por cinco asesinatos y un secuestro.

—No diga tonterías —contestó Patrick interponiéndose en el camino de Fowler.

—¡Apártese! —gritó Fowler a Patrick.

—Oiga Fowler —intentó decir pausadamente Hastings para dialogar con él.

—Apártenlo ustedes o no habrá trato —gritó de nuevo Fowler en dirección a Elmore y a Diana.

—¿Trato? —gritó Hastings en voz alta—. ¿Habéis hecho un trato con él? ¿Qué clase de trato?

—Yo me quedo con la asesina y ellos disponen de usted para lo que crean conveniente.

—Glenn —dijo Hastings mirando a Elmore pero sin apartarse del camino entre Fowler y Gina—. Tienes que intervenir. No puedes dejar que este lobo hambriento de sangre actúe solo y por su cuenta. Seguro que no ha comprobado nada y que sus acusaciones son sólo un producto de su mente enfermiza.

—Apártelo de mi camino, Elmore —volvió a gritar el inspector de Seattle.

—¿Un secuestro? —siguió preguntando Hastings—. ¿De qué y de cuándo está hablando?

—De abril de 2001. De cuando usted, que es muy listillo, adivinó el paradero del muchacho perdido. Ustedes dos lo habían secuestrado y cuando la familia pagó, montaron el show de la cueva. Ella permaneció todo el tiempo vigilando al rehén. No me negará que son ustedes unos expertos en cuevas. Sólo hay que ver donde estamos.

—En abril de 2001, yo estaba interna en la «High School» de Chicago preparándome para los exámenes finales. Hay cientos de testigos que se lo podrán corroborar. Desde catedráticos a compañeros de estudio. Y desde compañeras de habitación hasta profesores pasando por todos los empleados del centro docente. Eso que usted dice es una completa falsedad se mire por donde se mire —sentenció Gina.

—Todo eso ya tendrá usted tiempo de probarlo cuando esté entre rejas, monina —dijo Fowler avanzando un paso más hacia ella y sacando las esposas para detenerla.

—¡Corrobórelo primero! —gritó Hastings interponiéndose de nuevo en el camino de Fowler.

—¡Apártenlo de mi camino! —repitió Fowler gritando.

—Corrobore primero lo que le ha dicho la doctora Hartford. Aquí tiene un teléfono. Puede llamar adónde quiera.

—¡Apártenlo de mi camino o lo haré yo mismo! —volvió a gritar el hombretón de la policía de Seattle.

—No sea usted terco. Compruebe primero la información que acaba de recibir. ¡Contrástela!

—¿Terco? ¿Me ha llamado terco? Está usted interfiriendo en una labor policial. ¡Apártese! —chilló de nuevo Fowler.

—No pienso hacerlo hasta que usted compruebe lo que se le ha dicho —contestó Hastings.

Un fuerte empujón apartó por unos segundos a Patrick de Fowler pero sólo fue por un par de segundos porque Hastings se interpuso de nuevo antes de que el inspector llegara a la altura de Gina. Se produjo un forcejeo y la cueva se estremeció por el ruido de dos disparos.

Patrick se llevó las manos a su abdomen. Entre sus dedos comenzaba a manar la sangre. Cayó al suelo.

—Llama rápido a una ambulancia, Diana. Queda usted detenido, Fowler. Ha disparado usted contra un policía federal que no iba armado. Le voy a acusar de falsear pruebas y de engañar al «FBI». Aunque todo eso va a ser una minucia si Patrick no logra salir de esta.

Diana se acercó a Hastings que estaba en los brazos de Gina. En silencio le comprobó el alcance de las heridas. Se levantó y se dirigió a Elmore que ya tenía maniatado a Fowler.

—La ambulancia no va a llegar a tiempo, Glenn.

—Ya me lo suponía. Él ya me lo advirtió cuando todo comenzó. Me dijo que a mí no me podría proteger. Y yo sólo no me he sabido proteger a mí mismo ni de mí mismo. Me he dejado convencer y le he fallado en el momento decisivo cuando ya todo estaba solucionado. Le he fallado —repitió Elmore.

—Dejadme a solas con él —dijo Gina con los ojos llenos de lágrimas.

—De acuerdo —aceptó Elmore llevándose a Diana y a Fowler hacia el exterior de la cueva.

—Te pondrás bien —le dijo ella.

—Sabes que no es así —dijo él, al mismo tiempo que sufría una fuerte convulsión.

Sus manos se agarraron a las de Gina.

—No puedo verte —dijo él cuando se calmó.

—No necesitas hacerlo —le contestó ella—. Sabes que estoy aquí.

—Esta noche está llena de estrellas nacientes —dijo él.

—Noche de estrellas, noche de promesas —le susurró ella al oído mientras le acariciaba la frente.

—Quiero que me hagáis una promesa, mi reina.

—Decidme todo lo que os tengo que prometer, Sinetmosé. Pedidme todo lo que queráis y deseéis —le susurró ella procurando contener el llanto.

—Cumplid con vuestra misión. De esta forma podremos volver a estar juntos algún día.

—Lo haré, mi querido Sinetmosé —le contestó ella.

—¿Estáis satisfecha?

—Todo ha resultado mucho más difícil de lo que me esperaba. ¿Y vos lo estáis?

—Sí. No podría haber imaginado otra forma más dulce de morir. ¿Cumpliréis con vuestra promesa?

—Yo también cumplo siempre con mis promesas —dijo ella mientras contemplaba como una leve sonrisa en el rostro de Hastings ponía el punto y final a la vida terrenal de un dios.

Con los ojos bañados en lágrimas le acomodó entre cuatro almohadones. Después le besó en los labios y salió al exterior de la cueva. Con un movimiento de cabeza contestó afirmativamente a la callada pregunta de Elmore. Pasó por el lado de Diana y de Fowler sin mirarles.

La mirada de Gina se dirigió al cielo. No sabía dónde estaba pero la encontró al instante.

—Allí está. Esa es. Su brillo es especial —dijo señalando con el dedo a la constelación de Ofiuco.