Capítulo 16

A Fowler le llovía el maná del cielo. Robert Sommersen, el biólogo y antropólogo que recientemente había sido nombrado Presidente de la «NWC», había aparecido muerto con otra aguja estriada en la nuca.

—A este paso voy a hacer colección de ellas —pensó para sí.

Por si esto fuera poco, acababa de ponerse en contacto con la persona que le había sugerido John Terry. Lo había hecho con el máximo sigilo y también había pedido mucha discreción. El resultado había sido más positivo de lo que podía haberse imaginado.

El encuentro iba a celebrase esta noche a las siete y media en el parking de unos conocidos almacenes de juguetes. Un lugar muy concurrido pero terriblemente impersonal. Nadie se iba a fijar en ellos dos.

Hastings había regresado a la cueva. Su instinto así se lo había aconsejado desde hacía algunos días. Sabía que allí, en compañía de Gina, sería donde iba a encontrar el significado real del séptimo signo. Había descansado sólo cuatro horas pero se encontraba en perfectas condiciones.

—Te he preparado café y tostadas —le dijo Gina al ver que se levantaba frotándose los ojos.

—Eres una perfecta ama de casa.

—Voy a pasar por alto ese comentario machista. Haré como si no lo hubiera oído.

—Lo siento. Era sólo un cumplido. No quería enfervorizar tu vena feminista. Pido perdón por mi desliz. No volverá a suceder. Te lo prometo.

Ella no hizo caso al último comentario y levantó la foto del grafismo reclamando la atención.

—Quiero descifrar el séptimo símbolo. Me tiene comida la moral. Estoy obsesionada. Algo me dice que no tenemos mucho tiempo para hacerlo.

Hastings miró a las cuatro «w» en fila. Ese no era un símbolo como los demás. Cuando se sentó lo hizo justo al lado de Gina. Se pegó materialmente al cuerpo de ella. Gina se sorprendió pero no le dijo nada. Él sí.

—Quiero que tengamos el mismo ángulo de vista en todo momento. Quiero que nuestros ojos confluyan juntos en el mismo punto para sumar y multiplicar energías. Dime, ¿qué es lo primero que piensas cuando las miras?

—Ya te lo dije. A una serpiente.

—A una serpiente hecha trocitos, querrás decir —rectificó Hastings.

—Hay cuatro «w» y ayer dijiste que el cuatro es signo que denota y define lo material.

—Correcto.

—Entonces tenemos que encontrar un significado material a las seis espiritualidades que reflejan los seis símbolos restantes. ¿Crees que podríamos aplicar el concepto de material como un sinónimo de terrenal?

—Yo diría que sí.

—Pues hay algo que se nos escapa entre tanto número. Algo que tiene que ser muy obvio.

—Un momento —dijo Hastings—. ¡Es cierto! ¡Ya está! No sé cómo no lo he pensado antes.

—Dímelo. No me tortures más —dijo Gina.

—¿Te acuerdas que te conté que algunos pretendían relacionar a Nerón con el número de la bestia porque el valor de la letras de su nombre en hebreo era «666»?

—Sí. ¿Y?

—El valor que le corresponde a la letra «w» según el alfabeto hebreo es el «6».

—Ahora tenemos cuatro «seises». Si fueran sólo tres estaría más claro. ¿Te has dado cuenta de que estamos en el mismo punto tanto con las «w» como con los «6»? ¡Siempre nos sobra uno!

—Algo muy importante se nos está escapando. Algo estamos pasando por alto, Gina, porque está muy claro que tanto en un caso como en otro, son cuatro y no tres.

—¿Y si no hubiera que interpretarlo expresamente como «cuatro» sino como «tres más uno» o mejor dicho como «uno más tres»? No quiero ser pesada pero el número «1» y el número «3», son los dos números primos que forman el número «4».

—Eso le daría más valor a la vertiente numérica de los «6» que a la alfabética de las «w» —aceptó Hastings—. Ahora podríamos estar hablando de «6» veces «666».

—¡Qué horror! Si ya me asusté cuando lo obtuve una sola vez, imagínate ahora como me siento. ¡Seis veces el número del innombrable!

—Sin embargo, eso nos lleva de lleno a los seis signos que ya teníamos identificados.

—¿Crees que el primer «6» se refiere a ellos?

—De eso no hay duda. Ya has podido ver que todos los anillos circulares anteriores del grafismo han comenzado por uno de los símbolos y al final han regresado a él.

—¿Cabe entonces suponer que en este cuarto anillo, si este es el símbolo principal, el significado de los cuatro números «6» será doble?

—Sí. Sin duda —confirmó Hastings.

—Siempre es un consuelo saber que todavía estamos lejos.

—¿Por qué dices eso?

—Es el doble sentimiento del corredor de fondo. Sobre todo del corredor de la Maratón. Su instinto primario le incita a correr para lograr su objetivo aunque conoce perfectamente que cuanto más se acerca a la meta, menos disfrute le queda. Cuando termine la carrera, sea en el puesto que sea, sabe que a partir de aquel momento empieza la preparación para la próxima y todo su esfuerzo se centrará extrañamente, en intentar reducir el tiempo real del disfrute verdadero. Es todo un enigma digno de estudio, ¿no crees, Patrick?

—Bueno, no está mal pensado. Bien mirado, esa es al menos una explicación que firmarían todos los corredores que no ganan la carrera. Pero nuestro caso es otro, Gina. Nosotros tenemos que ganar. Ahora que ya lo hemos descifrado, nos falta todavía poder saber interpretarlo. Tan sólo acabamos de empezar.

—Pues no vamos a desfallecer. ¿Qué otros significados tiene el «666» que no sea el del conocido número maldito que anuncia el Apocalipsis en su capítulo «13», versículo «17»?

—He aquí otra vez a dos de nuestros queridos números primos. ¿Te has fijado que aparecen una y otra vez? Siempre están ahí, en todos y en cada uno de los conceptos que desciframos.

—Es realmente intrigante —aceptó Gina—. Nunca me lo habría podido llegar a imaginar.

—Eso nos indica que estamos en el buen camino —afirmó Hastings para dar confianza a Gina—. La verdad es que el número ‘666’ ha sido objeto de muchos estudios. De todos ellos se han ido entresacando conclusiones y como siempre sucede en estos casos, unas son más afortunadas que otras.

—Y también me imagino que algunas habrán sido muy forzadas para obtener lo que se estaba buscando.

—Efectivamente. Un ejemplo muy claro de lo que insinúas y a imagen y semejanza de lo que ya sucedió con Nerón, ha sido un intento reciente de otorgar el valor de «100» a la letra «A», el de «101» a la letra «B», «102» a la «C» y así sucesivamente.

Pues bien con los valores establecidos de esta forma se obtiene que el valor de la suma de las letras de «HITLER» es «666».

—Otra bestia —dijo Gina.

—Dime ahora los seis primeros números romanos que conozcas de menor a mayor.

—La «I» con valor de «1», la «V» con valor de «5», la «X» que vale «10», después viene la «L» como «50», la «C» como «100» y finalmente la «D» cuyo valor es «500». ¿Correcto?

—Muy bien. Ahora forma un número con esos seis dígitos romanos ordenados de mayor a menor.

—Vamos a ver. El número sería el «DCLXVI» —dijo Gina escribiéndolo en un papel.

—Quieres calcularme cuál es su valor.

—El «666» de nuevo —volvió a decir Gina.

—A título de curiosidad, te explicaré que hace siglos en los países anglosajones, se realizaba un juego que se llamaba «Cronograma» y que consistía en medir el valor de las palabras o de las frases, sumando el valor de las letras que tenían un significado en cifras romanas y colocándolas todas por orden de mayor a menor. Un ejemplo muy manido en aquella época de supersticiones era la frase «EXPECT THE DEVIL», que podríamos traducir por ‘Espera al Diablo’ o quizás también por ‘Piensa en el Diablo’. Estoy seguro que ya te habrás dado cuenta que las letras romanas ordenadas por su valor decreciente son «DCLXVI», las mismas que tú habías formado y escrito antes y que su valor es otra vez, «666».

—¿Quieres conocer más curiosidades?

—Por supuesto que sí.

—¿Has jugado alguna vez a la ruleta?

—Sí, una vez en un casino de Las Vegas.

—¿Recuerdas cuáles son los números de la ruleta?

—Pues creo que van del «0» al «32».

—No es correcto. Los números de la ruleta van del «0» al «36».

—¿Y?

—¿Te imaginas cuál es el valor de la suma de todos ellos?

—¡No me digas que es «666»!

—Pues va a ser que sí —respondió Hastings—. ¿Quieres más?

—Claro que sí. No dejo de sorprenderme.

—En el código de barras de cualquier producto que hay hoy en día en el mercado, está el «666». Ese hecho tiende a confirmar para muchos, aquella predicción de San Juan en el Apocalipsis de la que hablabas antes.

—Aquella de que «nadie pudiera comprar ni vender, sino el que tuviera la marca, el nombre o el número de la bestia» —dijo Gina muy pensativa.

—Esa misma.

—¿Tú lo crees?

—Mi opinión no es muy importante. Sin embargo, es una realidad que en todos los códigos de barra comerciales existe una doble barra al inicio, otra en medio y una tercera al final. Estas tres barras dobles son más largas y tienen el valor del número «6». Lo que significa que en todos esos códigos, está en cierta forma, la predicción apocalíptica de Juan.

—Explícame más. Yo voy tomando notas. Estoy segura que de todo eso saldrá finalmente la luz que nos permitirá dar el sentido correcto a ese séptimo símbolo.

—Ahora voy a por lo matemático —dijo Hastings.

—Me parece perfecto —asintió Gina disponiéndose a tomar notas en una nueva hoja de papel.

—En base hexadecimal, su valor es «29A».

—¿Tengo que considerar otra casualidad que el «29» sea un número primo?

—Como prefieras —contestó Hastings—. Pero mejor es que no te olvides mucho de los números primos, porque la suma de los cuadrados de los siete primeros números primos, si de ellos exceptuamos al «1» por ser la unidad propiamente dicha y no un número primo puro, es de nuevo «666».

—¿Me estás diciendo que la suma de 22 más 32 más 52 más 72 más 112 más 132 más 172, es igual «666»?

—Efectivamente.

—Pues esos son precisamente todos los números primos que nosotros, de una forma u otra, hemos encontrado en el grafismo. Esto no puede ser una casualidad, Patrick. Empiezo a ver que tienes razón y que estamos pisando sobre el camino correcto.

—¿Qué más me puedes añadir?

—El «666» tiene propiedades matemáticas que ya se escapan de un análisis normal. Son propiedades como número triangular y sobre algunas de sus potencias elevadas cuyo resultado da números enormemente grandes y que al final, todo vuelve a sumar «666». Ningún otro número entero que conozcamos tiene esas propiedades —explicó Patrick.

—Tiene que ser algo más terrenal. No puede ser que el resultado de todo sea una complicada ecuación matemática al alcance de unos pocos cerebros privilegiados —observó Gina.

—Como tú muy bien dijiste una vez, todas las monedas tienen una cara y una cruz. Hay una versión del número «666» que le relaciona con el Papa.

—Explícate —dijo rápidamente Gina mientras tomaba notas de todo lo que se estaban diciendo.

—Es una interpretación similar al del Cronograma anglosajón pero en latín. El Papa es el Vicario de los hijos de Dios. El latín esto sería «VICARIVS FILII DEI». La suma de la letra «C», de las dos «V» y de las dos «I» de la primera de las tres palabras es, «112». La «L» y las tres «I» de la segunda, suman «53» y por último la tercera palabra con la «D» y la «I» llega a «501». Y al sumar «112» más «53» más «501», el resultado nos vuelve a dar «666». Puede que se refiera a eso.

—Pero no todas las religiones simbolizadas en el cuarto anillo tienen una estructura similar a la cristiana —objetó Gina.

—Pero sí que todas la tienen jerarquizada. El número «666», no tiene que asociarse forzosamente al equivalente exacto del Papa cristiano en las otras religiones. Creo que hemos dado con la primera de las dos interpretaciones del séptimo símbolo.

—¿Estás seguro?

—Pienso que sí. Creo que hemos hecho un trabajo encomiable y que hemos obtenido la primera de las recompensas. Ahora deberíamos ir a por la segunda —dijo Patrick Hastings.

—Primero explícame bien la deducción de tu primera interpretación. Quiero convencerme de ella.

—Las cuatro «w» son en realidad cuatro «6». O mejor dicho según tu correcta apreciación son un «6» y un «666». El primer «6» relaciona entre sí a todas las religiones del anillo y el «666» restante identifica al objetivo múltiple de cada una de ellas. Está claro que el plan pasa por atentar contra representantes y mandatarios de todas las religiones al mismo tiempo. Si esto llegara a producirse, se crearía un estado de clamor de venganza entre todas ellas. Los hechos de respuesta se producirían de forma automática y a un magnicidio le seguiría otro y luego otro. Se produciría una espiral de atrocidades que se multiplicarían de forma exponencial y sin ninguna posibilidad de vuelta atrás. El caos iba a ser tremendo.

—¿Te refieres a qué sería una especie de guerra de religiones que lo desestabilizaría todo a la vez?

—Exacto.

—¿Qué podemos hacer?

—Hasta que no descubramos cuando sucederá todo esto, no podemos hacer mucho.

—Esa es la segunda interpretación del séptimo símbolo, ¿no?

—Sí.

—Entonces volvamos al principio. Tenemos cuatro «w» o cuatro «6». ¿Qué prefieres? —preguntó Gina.

—Los números —contestó Patrick sin dudar—. En ellos está la respuesta que estamos buscando —añadió levantándose como un ciclón en busca de su cartera de documentos.

—¿Qué sucede? —preguntó ella extrañada por el movimiento repentino de Patrick.

——Creo que tengo algo.

—¿El qué?

—Espera un momento —contestó Hastings sacando la copia del informe del extraño suceso ocurrido en la gasolinera de Woodburn—. Aquí empezó todo —dijo mientras regresaba al lado de Gina.

—El día del inexplicable suceso de la gasolinera fue el 18 de febrero de 1994 —dijo Hastings al hojear el informe—. Este es el día que tenemos que considerar como día «1» —añadió.

—¿Y qué tenemos que buscar ahora? —preguntó ella.

—El día «6666» que corresponde a ese día «1».

—Esto va ser más laborioso —dijo Gina, poniéndose de inmediato a calcular el día pedido por Hastings.

Primero averiguó los días hasta terminar el primer año, el 1994 y luego le sumó los días de los años enteros teniendo en cuenta los que habían sido bisiestos hasta llegar al último 31 de diciembre, el del año pasado, el del 2011.

—El número de día que corresponde al 31 de diciembre de 2011, es el «6526». Eso nos lleva a considerar que el día «6666» se corresponderá con el día «140» de este año 2012 —dijo ella.

—Este año ha sido bisiesto —dijo Patrick—. Luego hay que contar los «31» días de enero, los «29» días de febrero, los «31» días de marzo y los «30» días de Abril. Esto nos da un total de «121». Por lo tanto, nos faltan sólo «19» días hasta llegar a los «140».

—Ya lo tenemos. El día clave es el 19 de Mayo de 2012 —dijo ella—. Este es el día elegido para atentar contra toda clase de cargos religiosos. Los objetivos serán cardenales, arzobispos, ayatolahs, ulemas, rabinos, chamanes y brahmanes o cualquier monje, imán o sacerdote que pueda ser representativo entre los fieles de cada religión. ¿Crees que hemos llegado a tiempo para evitar todo esto?

—Todavía nos faltan diez días para llegar a esa fecha —dijo Patrick Hastings—. Hemos vencido, Gina —añadió cerrando los ojos y los puños en una clara señal de triunfo.

—¿Te has dado cuenta de que el «19» es otro número primo y de que lo mismo ocurre con el mes de mayo que es el mes número «5» y que la suma de los dígitos del año 2012, vuelve a ser «5»? Todo continúa siendo un ramillete de números primos.

—No me había fijado pero ya que lo dices, creo que eso confirma que hemos resuelto el grafismo.

—El grafismo tiene una forma que me recuerda a las líneas de crecimiento que podríamos observar en un árbol si lo cortáramos por su tronco. Es como si en cada anillo estuviera reflejada la situación que se vivió en aquel momento. La más antigua en el centro y las demás en orden cronológico expandiéndose hacia el exterior. Aparte de todo lo que hemos tenido que sudar para poder descubrir su verdadero significado, tengo que reconocer que por sí solo es toda una metáfora que incita y mucho a la reflexión —manifestó Gina que todavía se encontraba envuelta por la extraña sensación de haber descifrado el enigma por completo.

—Es cierto todo lo que dices, Gina. Tanto en la forma como en el fondo responde todo a un mismo mensaje. El conjunto por sí mismo y luego cada anillo en particular forman parte de un mismo todo.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó ella.

—Ahora mismo cursaré órdenes precisas a Glenn para que el «FBI» ponga en aviso a la «CIA». Ellos se cuidarán de hacer llegar el aviso al resto de Servicios de Inteligencia de todo el mundo. Ya sabes, la «KGB» rusa, el «MSS» chino, el «MOSSAD» Israelí, el «MI5» británico, sin olvidar también a los del resto de países incluidos los árabes, los asiáticos y los sudamericanos. Después lo harán con la «INTERPOL» y la «EUROPOL». Es posible que no podamos evitar algún daño colateral pero sí que lo habremos hecho con sus consecuencias principales. La «CIA» se encargará de todo. Como no podrá explicar de dónde procede la amenaza, se inventará algún grupo armado o se lo atribuirá a alguno de los ya conocidos sin mezclar valores religiosos. En eso son unos verdaderos artistas. Además aprovecharán la circunstancia para colgarse una medalla. De eso estoy seguro.

—¿Entonces todo ha terminado?

—Eso nunca se sabe pero así debería ser —contestó él mirando el reloj y comprobando que ya pasaban treinta minutos de las siete de la tarde.