El plan a seguir fue definido entre los cuatro. Gina Hartford accedió a permanecer escondida y protegida en la cueva. La existencia de la grabación con la desaparición de Mike Kingston continuó siendo un secreto entre Gina y Hastings.
Hastings dejó bien claro que los seres superiores eran conocedores del paradero en el que ahora se encontraban. Para tranquilizar a sus compañeros había vuelto a referirse al símil de la partida de ajedrez. En ella, las fichas estaban a la vista y con la posición bien definida y conocida por el enemigo. Pero no por eso estaban en peligro ni en riesgo si estaban bien protegidas por el resto de fichas de su equipo. Eso es lo que tenían que hacer ellos. Su trabajo y su responsabilidad les exigían no realizar ningún movimiento individual que descolocase al grupo y pusiera en zona desprotegida a las piezas clave.
Gina se había quedado sola. Se habían marchado todos. Primero lo habían hecho Elmore y Northon. Hastings se había quedado diez minutos más para mostrarle a ella sola, los secretos y el resto de posibilidades de la cueva. Existía un sistema de bloqueo automático entre la primera cavidad, en la que habían estado Elmore, Northon y Hastings la primera vez y la segunda en la que ella ahora se encontraba sentada en uno de los cojines de seda. El sistema cerraba y aislaba una de la otra. Sólo se podía accionar desde la segunda cavidad y nunca desde la primera. Nadie podía abrirla desde fuera porque el sistema desencadenaba en el interior una serie de bloqueos de posición que eliminaban cualquier posibilidad de secuenciarlos en el orden correcto desde el exterior. Elmore y Carl desconocían todo esto por completo.
La cueva disponía de un sistema de sensores que detectaban la presencia humana a veinte millas a la redonda. La detección se hacía por medio del análisis de la exhalación en la respiración Nadie que respirase con el ritmo y la capacidad humana podía pasar inadvertido al sistema que barría la zona.
Para el último lugar, Patrick había reservado a la joya de la corona. Un espejo circular al que bautizó como el «efecto final».
Hastings había insistido varias veces en el hecho de que sólo tenía que ser utilizado en último extremo. No quiso explicarle nada más. Sin embargo, le indicó que no dudara en hacerlo si llegaba el momento, en el que ella lo estimase totalmente necesario. Ella sólo tenía que colocar su mano izquierda sobre el espejo.
—¿Y si utilizan equipos de respiración autónoma para llegar hasta aquí? —había preguntado ella.
—Eso no cambia nada porque la exhalación de la respiración siempre sale hacia el exterior. Lo único que variaría es que en lugar de respirar aire del desierto llegarían respirando aire comprimido de una botella y eso no nos importa en absoluto.
Había pasado una media hora desde que Hastings se había marchado. Gina bloqueó el acceso a la segunda cavidad y bajó al laboratorio. En él también existía la posibilidad de aislarse pero desde allí no se tenía acceso a utilizar el «efecto final».
Se dispuso a revisarlo todo. Allí estaban sus notas que habían sido rescatadas por Elmore y Carl en el hotel. También estaban las de Mike en una carpeta que llevaba rotulado su nombre. En el rincón izquierdo estaba el equipo portátil de análisis de Ben Carraguer.
Gina cogió la carpeta de Mike y la abrió después de pasarle la mano por encima varias veces. Estaba todo perfectamente ordenado. Estaba tal y como él las dejó antes de irse para siempre.
—¡Pobre Mike! —pensó por un instante y ese pensamiento la llevó a materializar la imagen de Hastings. De pequeña siempre había soñado con que un día llegaría su príncipe azul convertido en héroe y la salvaría de las mismísimas fauces del dragón. Hoy la habían salvado pero ese extraño policía que lo había hecho, distaba mucho de ser el tipo que ella se había imaginado en sus fantasías.
UtlerZ sacaba literalmente fuego por los colmillos. La eliminación de ZimbaK no la tenía prevista y trastocaba todos sus planes. MerakB le escuchaba con respeto. Ambos conocían lo que podía significarles el fracaso en esta importante misión. Si no lograban el éxito, no volverían a ser admitidos y quedarían condenados a terminar su existencia dentro del cuerpo en el que ahora se movían.
Según MerakB, la perspectiva no era halagüeña para ninguno de ellos dos, pero era todavía peor para UtlerZ ya que el cuerpo que él estaba ocupando pasaba de los setenta años.
—Ese entrometido se nos ha adelantado dos veces. ¿Cómo has podido permitirlo?
—No esperaba que después de lo de ZimbaK, pudiera reaccionar tan rápido.
—¿Te ha reconocido cuando te ha disparado?
—No creo que me conozca pero no le será difícil identificarme entre los miembros del Consejo. Yo soy el único que tiene rasgos orientales.
—Tienes que abandonar este cuerpo. Yo también voy a abandonar el que ahora tengo. Con eso lograremos ganar un poco de tiempo. Por el momento, han tomado ventaja y esa doctora está inaccesible para nosotros. Hemos de lograr que algo o alguien la hagan salir de allí.
—Si me das autorización, creo que lo mejor sería que yo abdujese a ese Carl Northon. Ella confía en él.
—No, por el momento es mejor que no. Necesitamos dominar el Consejo. Mañana se celebrará la reunión para elegir al nuevo Presidente. Desaparecido ese pretencioso de Mullhouse, la elección debe recaer en Robert Sommersen. Este es mi elegido. Le abduciré esta noche. Tú debes hacer lo mismo con John Terry. Su opinión es también muy influyente al representar al mayor mecenas de la Corporación. Con esas dos posiciones dominaremos al Consejo y pararemos la investigación.
—¿No crees que Sohenstein cuando se entere de las dos nuevas muertes apelará a que la situación es especial y que no se debe seguir el orden de antigüedad, reclamando para sí la Presidencia en aras al buen orden y gobierno?
—Lo hará, pero nosotros dos se lo impediremos. Sobre todo serás tú quien se encargará de hacerlo.
—Puede que consigamos frenar a Sohenstein pero al resto quién los parará. No creo que esa doctora y el equipo del «FBI» dejen de insistir en su empeño. ¿Qué piensas hacer?
—Combatirles con sus propias armas. Mañana aparecerán los dos cuerpos que ahora estamos ocupando. Ambos tendrán una de nuestras agujas en estrella clavadas en la nuca. Eso despertará de nuevo las ansias de protagonismo de ese policía fofo de Seattle. Ese gordinflón nos va ser de mucha ayuda.
—¿Quieres que le diga a CodufT que ocupe el cuerpo de ese policía?
—No, por ahora no. Es mejor que CodufT, EjbotD y ParoxM permanezcan lo más inactivos y protegidos que nos sea posible. Recuerda que ellos van a ser la parte ejecutora del plan que anuncia el cuarto anillo del grafismo. Los quiero preparados y en su posición para cuando llegue el momento. Ese grafismo va a convertirse en un oráculo sagrado para las próximas generaciones de esclavos. Les hará recordar que hagan lo que hagan, siempre tendrá que ser con el consentimiento expreso de sus verdaderos amos. Aquellos a los que se lo deben todo porque fueron los que les trajeron aquí para que les sirviesen.
—Recuperaremos el control, ¿no es verdad?
—Hasta ahora nunca lo hemos perdido. Es normal y también cierto que en algunas ocasiones hemos dejado que la cuerda perdiera un poco de tirantez, pero cuando ha sido necesario la hemos tensado de nuevo. Cada uno de los círculos del grafismo así lo certifica. Los esclavos son una especie inferior porque siempre han estado y aún continúan estando, hambrientos de poder. Y eso les perderá una y otra vez. Lo único que nosotros tenemos que hacer es crear las situaciones para que ellos se enfrenten entre sí. Entonces se despellejan los unos a los otros sin ninguna clase de piedad. Nuestra misión es desencadenar todo esto de nuevo. Llevamos años preparando hechos aislados pero ahora ha llegado el momento de que nuestro propósito sea el más ambicioso que nunca hemos puesto en escena.
—Estoy convencido de que lo lograremos.
—Pasemos a la acción. Ya sabes como tienes que hacerlo. Arréglatelas para encontrarte con John Terry. Distráele y múdate de cuerpo. Sólo necesitas diez segundos para hacerlo. Yo haré lo mismo con Sommersen. Recuerda que tenemos que dejar nuestra particular tarjeta de visita en la nuca de los cuerpos que ahora tenemos y que vamos a abandonar. Yo por mi parte, procuraré dejar algo más.
MerakB asintió con los ojos llenos de la admiración que sentía por su jefe de expedición. UtlerZ era el mejor y él estaba muy orgulloso de poder estar a sus órdenes.
Era un honor que siempre le iba a acompañar.
Christopher Fowler volvía a estar como un niño con zapatos nuevos. En esta ocasión los cadáveres eran dos y ambos pertenecían a ese maldito Consejo de la no menos maldita «NWC». Esta vez también había encontrado pruebas mucho más concluyentes y que apuntaban hacia una dirección que a él le sonaba a música celestial. Había llegado el momento de resarcirse de todas las afrentas que había sufrido por parte de los sabiondos del «FBI».
Sin embargo, él era un perro viejo y conocía de forma sobrada que al enemigo peligroso no se le puede ir de cara porque en un solo momento de descuido, te desuella y te despelleja sin que te hayas dado cuenta. La táctica a emplear debía ser otra y Fowler sabía mucho de eso.
Se levantó de su mesa y cogió una copia del informe preliminar. Salió de la comisaría sin decirle nada a Travis Kent. Ese asunto iba ser sólo cosa suya. El sabor de la victoria final ya comenzaba a aparecer en sus labios y en su sonrisa cuando cogió el coche y se dirigió a la sede de los federales.
Preguntó por Glenn Elmore a secas y en cambio él se presentó con todas sus credenciales. Lo hizo como el jefe inspector de la policía de Seattle, Christopher Fowler. No fue este un descuido sino un hecho totalmente intencionado y premeditado para comenzar a jactarse de su situación de ventaja.
Glenn Elmore le recibió de forma cautelosa ya que antes de hacerlo hizo llamar a Diana Farrell a su despacho. No quería estar con ese lobo a solas y una forma prudente de evitar males mayores era contar con la presencia de una tercera persona que evitase un enfrentamiento directo cara a cara y sobre todo las consecuencias que esto pudiera conllevar.
Cuando Fowler llegó frente a la puerta de la sala en donde le esperaba Elmore, escondió los colmillos y se vistió con su mejor piel de cordero. Después se sacudió cada uno de los hombros de su chaqueta empleando la correspondiente mano contraria. Lo hizo para eliminar al máximo los casposos restos blanquecinos que siempre le acompañaban a pesar de que él los detestaba y que había hecho casi de todo para librarse de ellos.
El encuentro entre ambos jefes de policía comenzó de forma estudiadamente cordial por ambas partes. Diana Farrell se mantuvo en silencio.
—Parece que el destino se ha empecinado en que nuestros caminos se crucen, ¿no es verdad Elmore? —dijo Fowler al entrar.
—Sí, eso parece —contestó Glenn correspondiendo al saludo de la mano que le tendía Fowler y estrechándola—. Supongo que recuerda a nuestra experta en análisis forense, la doctora Diana Farrell.
—Por supuesto que sí —asintió Fowler tendiendo de nuevo la mano a Diana—. Me gustaría sin embargo, hablar con usted a solas Elmore. Le pido a la doctora que no se moleste por mis palabras pero creo que sería mejor si se ausentara por un breve espacio de tiempo. Calculo que bastarán cuatro o cinco minutos.
—Eso no a va a ser necesario —respondió Elmore de inmediato—. La doctora Farrell forma parte de mi equipo y por eso compartimos toda la información. Puede usted hablar con toda libertad. Supongo que su visita se debe a que ha venido a comunicarnos algo importante. Puede usted proceder sin tapujos.
—De acuerdo. Será como usted prefiera —aceptó Fowler de forma resignada—. Me imagino que están ustedes enterados de los dos nuevos asesinatos que se han producido en la pasada noche.
—En efecto —confirmó Glenn.
—Pues, quiero que me dejen trabajar e investigar libremente en ellos. No quiero interferencias de ningún tipo y para ello he venido a ofrecerles un trato.
Diana y Glenn se miraron mutuamente. Desde el momento en que el teléfono sonó y él había oído el anuncio de la visita de Fowler, ya se había imaginado que algo así iba a suceder. Ahora sólo tenía que esperar unos segundos más, para conocer el alcance de la nueva situación que venía a exponerles Christopher Fowler.
—¿Un trato? —preguntó simulando ser presa de una gran extrañeza.
—Iré directamente al grano, Elmore. Entre los objetos encontrados en uno de los dos cadáveres se encontraba una nota. He sacado una fotocopia para ustedes —dijo entregando una hoja de papel a Elmore mientras la desdoblaba.
Glenn hizo una señal a Diana con la mano para que se le acercara y pudiera leer la nota junto a él. Esta era corta, escueta y sumamente concisa.
Es muy importante que nos veamos hoy a las veintidós horas en la 5th Avenue, entre Madison St y Spring St.
Patrick Hastings.
—¿Dónde la encontró? —preguntó Glenn Elmore.
—En el bolsillo derecho de la chaqueta que llevaba puesta Jeff Robertson cuando le encontramos.
—Vamos, Fowler. Usted sabe que esto no prueba ni significa nada. Cualquiera pudo colocarla ahí.
—No se llame usted a engaños, mi querido inspector federal. Los dos conocemos sobradamente que una parte implicada no puede formar parte de la investigación de un caso.
—¿Y cuál es el trato que nos ofrece?
—El silencio —repuso Fowler—. No quiero crearles problemas a ustedes si ello no es absolutamente necesario. A cambio les pido que me dejen trabajar sin trabas burocráticas amparadas en falsas dependencias y jurisdicciones. Les aseguro que mi investigación será imparcial y que sólo en el caso de que esté plenamente convencido de que su compañero está involucrado, y sólo en ese caso, actuaré contra él.
—¿Qué pretende exactamente?
—Lo que ya le he explicado. Permítanme ustedes hacer mi trabajo. Ese trabajo por el que la comunidad en la que vivo me paga puntualmente cada fin de mes. Estamos casi empatados. Ustedes tienen dos cadáveres y yo por un lado, tengo un montón de cenizas dentro de un amasijo de hierros sin forma, con el que no puedo hacer prácticamente nada, y por el otro lado, tengo también otros dos cuerpos calentitos y recién salidos del horno con los que puedo divertirme a mis anchas. Si intentan joderme de nuevo, entregaré la prueba a la fiscalía y pediré su recusación en este caso y también en los anteriores.
—Eso no es un trato, Fowler —contestó Elmore—. Eso es una amenaza velada con tintes de chantaje.
—Nada de eso, amigo. Esto es un trato en toda ley. Usted decide. ¡Ah, casi me olvidaba! Les informo que tanto Jeff Robertson como ese chino, Peter Law, han aparecido con el mismo regalito clavado en sus nucas que lo hizo el listillo de Mullhouse hace unos días. Eso indica a todas luces que todos los casos están relacionados. Sólo quería que ustedes lo supieran para que puedan valorar mi honestidad en el trato que les estoy ofreciendo. Acabo de hacerles un bonito regalo. No lo duden.
—Le contestaré esta misma tarde. Déjeme estudiar el alcance de su proposición. Quiero hablar primero con Hastings.
—Retendré la nota hasta las cinco de la tarde. Si a esa hora todavía no he recibido noticias suyas, procederé tal y como le he explicado —dijo Fowler al tiempo que se levantaba—. No se molesten ustedes en acompañarme. Conozco sobradamente el camino —añadió dirigiéndose a la puerta y desapareciendo por ella.
Diana y Glenn se miraron de nuevo. Ella se sentía furiosa. Él estaba lleno de impotencia.
—¿Cómo le has permitido que nos chantajee de esa forma tan descarada?
—No podía hacer otra cosa.
—¿Cómo qué no? Podías haberle mandado a tomar por el culo. Hemos dado la impresión de estar dependiendo en todo de Hastings y por lo tanto de no estar seguros de nuestras propias decisiones.
—Tengo que hablar primero con Patrick, Diana.
—Ya sabes que no termino de entender ese pacto de sumisión que tenéis establecido entre vosotros y ahora, ahora estás a punto de realizar otro trato con esa especie de rata de alcantarilla, astutamente reconvertida en inspector de policía. Me pregunto si algún día vas a querer también hacer algo similar conmigo.
—Estás sacando las cosas de quicio, Diana. Aún no he aceptado nada con Fowler. Lo único que he hecho es intentar ganar un poco de tiempo. Te repito que necesito hablar con Patrick.
—No sé qué pensar, Glenn, pero últimamente estoy descubriendo algo en ti que no acaba de gustarme.
—¿Como jefe de tu trabajo o como persona con la que mantienes una relación?
—No sabría cómo separar lo uno de lo otro —contestó ella.
—Pues es muy importante que lo logres. Tú me importas mucho, cariño —dijo Glenn levantándose y dirigiéndose hacia ella.
—No empieces con eso ahora. No es el momento —sentenció ella abandonando el despacho con paso firme y decidido.