Capítulo catorce

—No te imaginas la cantidad de asuntos que exigen la atención del margrave —dijo Korda Laszlo. Aquello no pareció disuadir al Garou plantado sobre sus talones.

—Sí que me lo imagino —repuso Gryffyth Espuma del Mar, entusiasmado, como si las palabras de Laszlo acabasen de darle la razón—. He de verle resolver dilemas si quiero componer canciones acerca de su férrea determinación e infalible intelecto.

—¿Acaso ha de romperse el reloj para saber la hora?

—¡Sí, si es que se quiere observar el genio del relojero!

Laszlo dejó escapar un suspiro. Buscó las palabras adecuadas en la lengua humana inglesa.

—Eres un… pesado, Espuma del Mar.

—Infatigable como las olas, querrás decir. —Gryffyth se mantenía junto a Laszlo, aunque se veía obligado a brincar a un lado cada vez que se cruzaban con un sirviente en los estrechos pasillos de piedra.

—El margrave no puede verte ahora —insistió Laszlo, tras llegar por fin ante una robusta puerta de madera.

—¿Por qué?

—Porque, en estos momentos, no tengo ni la más remota idea de dónde se encuentra.

Gryffyth parpadeó.

—Oh. —Miró por encima de un hombro y luego del otro, como si el margrave pudiera estar escondido detrás de una esquina.

—Iba a salir del túmulo esta noche. Lo mismo ya se ha ido.

—Oh —repitió Gryffyth—. Vaya… ¿podré verlo cuando regrese?

—Haré lo que pueda.

—No se pueden componer canciones grandiosas sin un sujeto orgulloso y gallardo. Seguro que le gustaría que hiciese por él lo mismo que hizo Filo de Puñal por Anatoly Masaryk en el Clan de la Tronera.

Laszlo pensó que sería buena idea darle la razón al Galliard.

—Estoy seguro de que el margrave satisfará tus deseos en cuanto le sea posible.

Gryffyth hubo de conformarse con aquello, aun a regañadientes, y comenzó a desandar el pasillo, muy despacio. Laszlo abrió la puerta de madera y la cruzó para encontrarse con el margrave Konietzko esperando sentado a una amplia mesa de piedra.

—¿Qué es lo que te ha entretenido? —preguntó el margrave, sin atisbo de paciencia.

—Mis disculpas, mi señor margrave. Intentaba zafarme de Gryffyth Espuma del Mar. Planea hacer por vos lo mismo que Filo de Puñal por Anatoly Masaryk. Con que tuviese la mitad de éxito…

—Hmph —bufó Konietzko—. Jamás tendrá la mitad de éxito. He oído las canciones de Espuma del Mar. No posee ni la mitad del talento de Filo de Puñal.

—Aunque así sea —razonó Laszlo—, su buena voluntad podría resultar útil.

—Sólo si sus canciones consiguiesen influir en Hijo del Rayo de Luna y los revoltosos cachorros que lidera.

—A eso me refería, desde luego —convino Laszlo—. Espuma del Mar quiere ver cómo «resolvéis dilemas», a fin de poder cantar acerca de vuestra «férrea determinación e infalible intelecto».

—Cualquiera diría que ya ha escrito las canciones.

—Quizá si le contentásemos obtendríamos jugosos dividendos —sugirió Laszlo—. La obra de Filo de Puñal ha elevado en gran medida el renombre de Anatoly Masaryk en Rusia.

—El que Masaryk alzara la espada contra la Bruja es lo que le ganó renombre, de pleno derecho —espeto Konietzko—. No como ese tres veces condenado Maldice el Sol, que se oculta tras sus muros y se asusta de su propia sombra.

Laszlo hizo una reverencia y se atrevió a aportar un ápice de ironía:

—Vuestro intelecto, como siempre, mi señor margrave, es infalible.

Se produjo un largo e incómodo silencio antes de que Konietzko sonriera. El margrave no solía estar de humor para apreciar ironías.

—Así que supongo que hemos de tomar una férrea determinación —dijo, al tiempo que su sonrisa se tornaba más calculadora—. Los exploradores de Lluvia de Verano informan de un frente de sanguijuelas cinco leguas hacia el norte. Ve a buscar a Espuma del Mar. Partimos dentro de una hora. Será testigo de cómo quemamos a las alimañas. ¿Qué crees que le parecerá la resolución de ese dilema?

—Ya casi puedo escuchar las canciones, mi señor margrave.

Laszlo realizó una nueva reverencia y caminó de espaldas hasta abandonar la estancia.