VALENTINO

PASADOS CUATRO MESES, CHIARA TUVO A SU PEQUEÑO, AL cual le pusieron de nombre Valentino, como el padre de su marido. Chiara discutió con Enrico sobre aquel nombre, pero fue inútil. Loredana se empeñó en que su primer nieto debía llevar el nombre del difunto padre de Enrico, y así fue.

—¡Odio a esa mujer!, pero más odio sus problemas de corazón, de cabeza o de lo que sea —susurró Chiara cuando Nora y ella se quedaron solas en la habitación del hospital—. Me saca de mis casillas y me volveré paranoica como ella.

—Tranquila. Valentino es un nombre bonito —suspiró Nora; en los cuatro meses que llevaba casada ya había empezado a sufrir los tormentos de su suegra.

—Ya lo sé —gimió desesperada—. Pero es que no me respetan para nada. Ella ya ha programado el bautizo y también quiénes serán los padrinos.

—¿En serio?

—Ella será la madrina y Giorgio El padrino —lloró desconsoladamente—. Dice que como yo no tengo familia, ella decide quiénes son los padrinos.

—¿Pero Enrico qué dice a eso?

—Lo de siempre. No entiende por qué me cuesta tanto darle ese gusto a su madre. ¿Pero quién me da un gusto a mí?

—Es un completo imbécil y un gran desagradecido —susurró Nora al recordar todos los problemas que ocasionaba con el juego y las apuestas, que, por supuesto sin que Loredana se enterara, Chiara pagaba trabajando más horas de las que debía.

—Si no fuera por lo que le quiero —respondió sonándose la nariz—, le mandaba de vuelta con su madre. Te digo una cosa, Nora, ten cuidado, que la siguiente en tener un bebé eres tú, y dice que a su siguiente nieto le pondrá el nombre de su padre, Danilo, o de su madre, Rosaura.

—¡Ni loca! El nombre de mi hijo lo elegiremos Giorgio y yo.

En ese momento entró la enfermera con el pequeño en brazos y, dándoselo a Chiara, le indicó que el niño debía comer. Con todo el cuidado del mundo, Nora la ayudó.

—Es precioso el pequeño Valentino —susurró Nora emocionada—. Tiene tus mismos ojos.

—Es perfecto —respondió Chiara tras besar la cabecita de su hijo—. ¿Has visto qué manitas tiene?

Se abrió de nuevo la puerta y entró Loredana seguida por sus hijos. Al ver a las muchachas encima del pequeño, comenzó a gritar y a disponer.

—Dejadlo respirar —dijo quitando sin contemplaciones a Nora del lado de la cama—. ¿Acaso no sabes que los bebés no necesitan agobios?

—No le estábamos agobiando —protestó Chiara apretando a su hijo contra ella—. Lo estábamos mirando mientras come.

Susana y Giuseppe llegaron para ver al pequeño. Notaron tensión en el ambiente pero no dijeron nada.

—Pero qué cosita más preciosa —sonrió Susana, que besó a Chiara en la cabeza. Y mirando a Enrico dijo—: Felicidades. Habéis tenido un bebé precioso.

—Pronto tendremos otro pequeño en el mundo —comentó Giuseppe acercándose a su hija, quien le abrazó con cariño al verle.

—Los hijos son una bendición de dios —dijo Loredana, que intentó sonreír, sin ningún resultado positivo—. Ahora lo importante es sacarlo adelante.

—Chiara lo hará estupendamente —sentenció Susana—. Será una estupenda madre.

—Eso espero —respondió secamente Loredana con el gesto torcido.