TODO Y NADA

DURANTE EL TRAYECTO DE VUELTA A CASA, RECORDÓ que Lía le esperaba en casa de Chiara. «Vas conduciendo, ¡concéntrate!». Puso la radio y la voz melodiosa de Manuel Carrasco inundó el coche. Pero ¿cómo concentrarse cuando un chico como Ian le había pedido una cita? Cuando llegó a la casa de Chiara, nerviosa y excitada le contó lo ocurrido. ¡Necesitaba contárselo!

—¿Cómo que no irás? ¿Se puede saber por qué? —gritó al mirar a su amiga con ganas de asesinarla mientras doblaba la ropa de las gemelas.

—Pero ¿qué hago yo cenando con ese chico? —respondió Nora mientras doblaba calcetines.

—Pasarlo bien, ¿te parece poco? —replicó Chiara con los brazos en cruz—. ¡Hija mía! Te conozco desde hace años y siempre has sido una contenida.

—¿Contenida? —preguntó al escuchar aquella palabra.

—Sí. Tremendamente contenida. Eso se traduce en que nunca te dejas llevar por el momento ni la situación. Siempre piensas en lo que está bien y lo que no. Por cierto, eso me recuerda a alguien —susurró con sarcasmo al saber que ambas pensaban en Susana, la madre de Nora.

—No quiero escucharte —protestó Nora.

—Pues me vas a escuchar —chilló Chiara tirándole unas bragas a la cara—. Todo lo piensas mil veces antes de hacerlo y a veces, querida Nora, la vida necesita un poco de emoción. Es necesario probar la locura para calibrar el sabor de la vida y creo que porque salgas a cenar o a fornicar como una loca con Ian, no cometerás un pecado imperdonable. Pero por dios, ¿por qué te importa tanto lo que piensen los demás de ti?

—Porque tengo hijos, y no quisiera avergonzarles por mi comportamiento.

Al escuchar aquello, Chiara miró al cielo con desesperación.

—¿Acaso yo no tengo hijos? —preguntó Chiara. Nora asintió—. Creo que soy una buena madre. Me preocupo por su bienestar y porque no les falte de nada. Pero ¿sabes? También intento ocuparme de mí. Tengo cuarenta años. Estoy separada. Soy una mujer joven y quiero vivir. ¿A quién hago daño?

—¿A qué te refieres? —preguntó Nora.

—Por favor, Nora. Si hasta para tirarte un pedo te lo piensas.

Al decir aquello, ambas sonrieron y Chiara, acercándose a su amiga, dijo:

—Me refiero a que con mis cuarenta castañas soy lo suficientemente madura para saber qué quiero y qué no. Y te puedo asegurar que mi vida nunca se basará en lo que piensen los demás. ¡Antes muerta! —gritó teatralmente—. Me equivocaré mil veces, pero me equivocare yo. Y déjame decirte que te comportas como una jodida maruja aburrida por negarte a cenar con un hombre al que tu edad le importa una mierda. ¡Nora, por dios, cada vez te pareces más a tu madre! ¿En qué mundo vives? Sal con ese chico. Cómprate tangas nuevos. Pásalo bien y déjate llevar por una vez en tu puñetera vida.

Aquella noche, tras la cena, Luca se marchó con Dulce, Hugo se metió en su cuarto a jugar con la PlayStation y Lía se fue a dormir. Nora, mientras miraba la televisión sin verla, recordó las palabras de Chiara. ¿Verdaderamente era tan contenida y aburrida?

Una hora después, ya en la cama mientras intentaba centrarse en un libro, escuchó el ruido de la puerta principal. Era Luca, quien al ver luz por debajo de la puerta de su madre entró para saludarla.

—¿Todavía despierta?

—Sí —respondió y dejó el libro en su regazo—. No consigo dormir.

Luca se tumbó junto a ella y mirándola con complicidad preguntó:

—Veamos, ¿qué te ronda por la cabeza?

Nora, al escucharlo y ver su mirada de bonachón, sonrió.

—Todo y nada.

—¿Tiene esto algo que ver con una cita? —preguntó, y su madre saltó de la cama.

—Pero ¿cómo sabes tú eso? —preguntó con el ceño fruncido mientras murmuraba—: Mañana, cuando la vea, juro que le cortare la lengua a la bruja de tu tía.

—No fue ella quien me lo contó —sonrió este, que hizo que su madre de nuevo se tumbara—. Fue Lía.

—¿Lía…? Pero ¿qué te ha dicho esa pequeña lianta?

—Mamá, Lía es pequeña, pero tiene oídos. Y esta tarde, ruando estabas en casa de la tía, os escuchó discutir algo sobre una cita, tus cuarenta años y una cena —rió al recordar a su hermana contándoselo como un secreto—. Ella sacó sus propias conclusiones y esta noche, antes de marcharme, me preguntó si tú eras vieja para tener novio y me contó todo.

—¡Qué lianta! Parece hija de tu tía Chiara —se mofó Nora.

Ahora entendía por qué Lía aquella noche le había repetido mil veces lo guapa y joven que estaba.

—Bueno, mamá, ¿ahora me cuentas tu versión?

—Uf… Es complicada —se avergonzó al hablar de aquello con su hijo—. En el club conocí a alguien más joven que me ha invitado a cenar mañana. Pero no creo que sea buena idea.

—Un monitor, ¿verdad?

—Sí.

No pensaba mentir a Luca. A sus hijos nunca.

—¿Quién es? —preguntó con curiosidad. Conocía a todos los monitores y alguno de ellos no le gustaba un pelo.

—¿Qué importa eso? —rió nerviosa.

—Dímelo. Me muero de la curiosidad. Además, dependiendo de quien sea, te animaré o no.

—Vale —asumió Nora dándose por vencida—. Su nombre es Ian Vermon, aunque quizá no lo conozcas.

—Es un tío muy majo —suspiró Luca aliviado—. Me lo presentó Valentino. Oye, mamá, ¿y cuál es el problema para que no cenes con él?

—Pues, realmente… —su hijo le interrumpió.

—¡Ya sé! La edad. ¡Mamá! Pero cómo eres tan antigua. Yo pensaba que tus pensamientos eran un poco más modernos —y mirándola muy serio dijo—: Me vas a decir que tú, como mujer, ves normal que un hombre de cincuenta años salga con una de veinticinco, y sin embargo, una mujer de cuarenta no puede salir con alguien más joven que ella. ¡Mamá, que no estamos en la prehistoria!

—¿Tú no lo ves raro?

—Pues no.

Al escucharle, sonrió en cierto modo complacida.

—Pues para mí es como si fuera algo antinatural.

—Mamá, ese comentario parece sacado de la cabeza de la abuela —rió al ver la cara de su madre.

—¿Sabes? Cada vez te pareces más a tu tío, Luca —sonrió tocándole el pelo.

—Eso dicho por ti es un honor —asintió encantado—. Y por favor, mamá, quítate la absurda idea de que es algo antinatural. ¿Qué te parece la pareja que hacen Demi Moore y Ashton Kutcher?

Nora sonrió al entender lo que su hijo pretendía.

—Una bonita pareja que parece muy enamorada.

—Demi Moore, mamá, es diecisiete años mayor que él. Y Madonna también era mayor que su ex, y como ellas te podría decir muchas más.

—Quizá tengas razón y vivo todavía en la prehistoria. Pero es que soy de otra generación, hijo. Tienes que entenderlo.

—Eso se tiene que solucionar ¡ya!, mamá. Eres una mujer joven, guapa, y tienes que empezar a pasarlo bien. ¡Déjate llevar un poquito!

—Tu tía me llamó contenida —rió al recordarlo.

—Y tiene razón. Eres así. Creo que deberías relajarte y disfrutar un poco más de la vida. Papá ha conseguido rehacer su vida, ¿por qué tú no lo vas a conseguir?

—Yo no busco nada, cariño. Con lo que tenía me valía.

Luca, al escuchar aquello, suspiró.

—Me duele oírte decir eso. Papá te tenía infravalorada, y tú vales mucho, ¡fíjate en todo lo que has conseguido en este último año! Has logrado superar lo ocurrido. Tienes un trabajo gratifícame donde estas muy bien valorada, estamos bien. Tenemos una casa preciosa. Seguimos con nuestros estudios. Lía vive tan feliz como siempre. Nada ha cambiado porque tú hayas comenzado a vivir y a preocuparte de ti. ¡Es más!, ahora que te vemos tan guapa, estamos contentos con tu cambio.

—Vosotros sois unos hijos excelentes.

—Mamá, te has quitado varios años de encima desde que vives tu vida, y eso es lo que queremos nosotros. Que comiences a vivir tu vida.

—Me estoy emocionando —comentó Nora secándose una lagrimilla.

—Mamá. Mañana tienes que ir a esa cena. Quizá solo sea una cita o dos o quince, y dentro de dos meses conozcas a otra persona, pero ¿qué más da?

Levantándose, Luca le dio un beso y mientras se dirigía hacia la puerta, apostilló:

—Déjate de antigüedades y no pienses en que a nosotros nos pueda molestar. Pásalo bien y diviértete.

Tras guiñarle el ojo, salió y desapareció.