El pequeño grupo entró en un hosco silencio. La hostilidad de Horowitz era casi audible mientras encabezaba la comitiva hacia al sótano más próximo. Yo soy el xenólogo más competente del sector Trans-Saco de Carbón, iba pensando. Tendrían que ir a Esparta para encontrar otro mejor. Y ese maldito aristócrata y su dama dudan de mi palabra profesional.
Y tengo que soportarlo.
No había duda sobre esto, reflexionaba Horowitz. El presidente de la Universidad se lo había dicho muy claro personalmente.
—¡Haz lo que ellos quieren, Ziggy, por amor de Dios! Esta Comisión es muy importante. Todo nuestro presupuesto, y no digamos tu departamento, se verá afectado por sus informes. Podrían decir que nosotros no cooperábamos y pedir un equipo a Esparta.
Y qué. Al menos aquellos jóvenes aristócratas sabrían que el tiempo de él era valioso. Se lo había dicho media docena de veces mientras iban a los laboratorios.
Estaban situados en profundos sótanos de la Universidad Vieja, y caminaban sobre suelos de piedra gastada por el roce, excavados una era antes. El propio Murcheson había recorrido aquellos pasillos antes de que se completase la terraformación de Nueva Escocia, y, según la leyenda, aún podía verse su espectro vagando por aquellos pasadizos: una figura encapuchada con un ojo rojo y llameante.
¿Y por qué es esto tan condenadamente importante, en definitiva? ¿Por qué le dará tanta importancia la chica?
El laboratorio era otra sala excavada en la roca viva. Horowitz hizo un gesto imperioso y dos ayudantes abrieron un recipiente congelador. Salió de él una larga mesa.
El piloto de la sonda de Eddie el Loco yacía despiezado sobre la blanca y suave superficie de plástico. Sus órganos estaban dispuestos de modo semejante a su situación antes de la autopsia, con líneas negras trazadas sobre la piel indicando las articulaciones. Rojo claro y rojo oscuro y verde grisáceo, formas imposibles: los componentes de un Mediador pajeño tenían todos los colores y texturas de un hombre alcanzado por una granada. Rod sintió un vuelco en el estómago y recordó escenas de combate.
Pestañeó al ver a Sally inclinarse impaciente sobre el cadáver para ver mejor. Tenía una expresión tensa y hosca… aunque ya la tenía en la oficina de Horowitz.
—¡Mire! —Horowitz explotó triunfalmente; su dedo huesudo indicó varios nódulos con forma de cacahuete, de un verde lima, en el abdomen—. Aquí. Y aquí. Éstos serían los testículos. Las otras variantes pajeñas tienen también testículos internos.
—Sí… —aceptó Sally.
—¿De este tamaño? —preguntó despectivamente Horowitz.
—No sabemos —dijo Sally, muy seriamente—. En las estatuillas no había órganos reproductores, y los únicos pajeños diseccionados en la expedición fueron un Marrón y algunas miniaturas. El Marrón era hembra.
—He visto las miniaturas —dijo Horowitz.
—Bueno… sí —aceptó Sally—. Los testículos de las miniaturas machos eran lo suficientemente grandes como para verlos…
—Mucho mayores que éstos, en proporción. Pero es igual. Éstos quizás no hubiesen producido esperma. He estado haciendo comprobaciones. El piloto era un híbrido estéril. —Horowitz dio una palmada con el dorso de la mano izquierda sobre la palma de la derecha—. ¡Un híbrido estéril!
Sally estudió al pajeño. Está realmente alterada, pensó Rod.
—Los pajeños empiezan siendo machos y luego se vuelven hembras —murmuró Sally, con voz casi inaudible—. ¿No sería quizás éste un ejemplar no maduro?
—¿Un piloto?
—Sí, por supuesto… —suspiró—. De todos modos tiene usted razón. Era de la estatura de un Mediador plenamente desarrollado. ¿Podría haber sido una casualidad?
—¡Vaya! ¡Se reía usted de mí cuando indiqué que podría haber sido una mutación! Pues bien, no lo es. Mientras ustedes estaban fuera trabajamos mucho aquí. He identificado cromosomas y los sistemas genéticos responsables del desarrollo sexual. Esta criatura era un híbrido estéril de otras dos formas que son fértiles. —Tenía una expresión de triunfo.
—Eso encaja —dijo Rod—. Los pajeños le dijeron a Renner que los Mediadores eran híbridos…
—Miren —dijo Horowitz.
Activó una pantalla de lectura y tecleó los códigos. Fluyeron formas por la pantalla. Los cromosomas pajeños eran discos cerrados ligados por finos vastagos. Había bandas y formas sobre los discos… y Sally y Horowitz hablaban un lenguaje que Rod no entendía. Escuchaba distraído, hasta que encontró a una auxiliar de laboratorio haciendo café. La muchacha le ofreció cordialmente una taza, el otro ayudante se les unió, y Rod hubo de explicar cosas de los pajeños. Otra vez.
Media hora después dejaron la Universidad. Aunque Rod no sabía lo que había dicho Horowitz, no había duda de que Sally estaba convencida.
—¿Por qué estás tan alterada, querida? —preguntó—. Horowitz tiene razón. Parece bastante lógico que los Mediadores sean híbridos estériles.
Rod frunció el ceño al recordar. Horowitz había añadido que los Mediadores al ser estériles no se sentirían tentados por el nepotismo.
—Pero mi Fyunch(click) me lo había dicho. Estoy segura. Hablamos de sexo y de reproducción y ella dijo…
—¿Qué?
—No recuerdo exactamente…
Sally sacó del bolsillo la computadora y tecleó los símbolos correspondientes al almacenaje de información. El aparato ronroneó, luego cambió de tono para indicar que estaba utilizando el sistema de radio del coche para comunicar con los bancos de datos de Palacio.
—Y no recuerdo exactamente cuándo lo dijo… —Tecleó algo más—. Debería haber utilizado un sistema de referencia mejor cuando grabé la cinta.
—Ya lo encontrarás. Estamos en Palacio… Tenemos una conferencia con los pajeños después de comer. ¿Por qué no les preguntas?
Ella rió entre dientes.
—Te has puesto colorada.
—¿Recuerdas cuando los pequeños pajeños copularon por primera vez? Fue la primera indicación positiva de que existían cambios de sexo entre los pajeños adultos, y yo bajé corriendo al salón… ¡El doctor Horvath aún cree que soy una especie de maníaca sexual!
—¿Quieres que pregunte yo?
—Si no lo hago yo… Pero, Rod, a mí mi Fyunch(click) no me mentiría. No tendría que mentirme.
Comieron en el comedor de autoridades, y Rod pidió otro coñac y café. Bebió un trago y dijo pensativo:
—Había un mensaje con este…
—¡Oh! ¿Hablaste con el señor Bury?
—Sólo para darle las gracias. La Marina aún le retiene como huésped. No, el mensaje era el regalo mismo. Me indicaba que él podía enviar mensajes, antes incluso de que la Lenin se pusiese en órbita.
—Tienes razón… por qué no… —Parecía desconcertada.
—Demasiado trabajo. Cuando pensé en ello, no me pareció que fuese tan importante como para informar, por eso no lo hice. La cuestión es ésta, Sally: ¿qué otros mensajes envió, y por qué quiere que yo sepa que puede hacerlo?
—Yo preferiría analizar las motivaciones de los alienígenas que las del señor Bury. Es un hombre muy extraño.
—Desde luego. Pero no es ningún estúpido. —Se levantó y ayudó a Sally a salir de su asiento—. Es la hora de la conferencia.
Se reunieron en los cuartos que los pajeños tenían en Palacio. Teóricamente aquello era una conferencia de trabajo, y el senador Fowler pretextaba tareas políticas en otra parte para que Rod y Sally pudiesen hacer preguntas.
—Me alegro de que nombrases al señor Renner para el equipo asesor —dijo Sally cuando salían del ascensor—. Él ha conseguido… bueno, una visión distinta de los pajeños.
—Distinta. Ésa es la palabra.
A Rod le habían asignado también otros miembros de la expedición: el capellán Hardy, Sinclair y varios científicos. Hasta que el senador Fowler decidiese respecto a la petición del doctor Horvath de ingresar como miembro de la Comisión, no podían utilizarle; el Ministro de Ciencias podía negarse a aceptar ser un subordinado de los miembros de la Comisión.
Los infantes de marina que hacían guardia a la entrada de las dependencias pajeñas se pusieron firmes al ver aproximarse a Rod y a Sally.
—Mira. Te preocupas demasiado —dijo Rod mientras respondía a los saludos—. Los pajeños no se han quejado de nuestros guardias.
—¿Quejado? Jock me dijo que al Embajador le gustan las guardias —dijo Sally—. Supongo que nos tiene un poco de miedo.
—Ven mucha trivisión. —Rod se encogió de hombros—. Dios sabe lo que piensan ahora de la especie humana.
Entraron, sorprendiendo una animada conversación.
—Por supuesto, no esperaba ninguna prueba directa —insistía el capellán—. Pero aunque no la esperara, me habría sorprendido agradablemente encontrar algo concreto: unas escrituras, o una religión similar a la nuestra, algo así. Pero esperarlo, no.
—Aún me pregunto qué pensaban ustedes que podían haber encontrado —dijo Sally—. Si tuviese el problema de demostrar que los humanos tienen alma, no sabría por dónde empezar.
Hardy se encogió de hombros.
—Ni yo. Pero empezando por las propias creencias de usted… usted cree que posee algo parecido a un alma inmortal.
—Algunos lo creen, otros no se preocupan de ello —dijo Charlie—. La mayoría de los Amos lo creen. Los pajeños, como los humanos, no se dedican a pensar si su vida tiene un objetivo o no. Y que puede llegar un momento en que ellos desaparezcan. Y ese momento llegará, sin duda. Hola, Sally. Rod. Siéntense por favor.
—Gracias. —Rod hizo un gesto saludando a Jock y a Ivan.
El Embajador parecía una versión surrealista de un gato de angora espatarrado al borde de una litera. El Amo movió la mano derecha inferior, un gesto que, según había aprendido Rod, significaba algo parecido a «les veo». Había evidentemente otras formas de saludo, pero estaban reservadas para otros Amos: iguales, no criaturas con las que los Mediadores discutiesen asuntos.
Rod activó su computadora de bolsillo para enterarse del programa del día. La lectura estaba codificada para recordarle tanto los puntos concretos a discutir como las cuestiones que quería aclarar sin que los pajeños supiesen que habían sido formuladas por el senador Fowler; preguntas tales como por qué los pajeños no se habían interesado nunca por la suerte que había corrido la sonda de Eddie el Loco. Esto no necesitaba ningún código; Rod estaba tan desconcertado como el senador. Además no quería que los pajeños empezasen a hacer preguntas, pues habría tenido que explicarles lo que había pasado con la sonda.
—Antes de que empecemos —dijo Rod—. El ministerio de asuntos exteriores les suplica que asistan esta noche a una recepción para los barones y algunos representantes del Parlamento.
Los pajeños cuchichearon. Iván gorjeó contestando.
—Con mucho gusto —dijo Jock protocolariamente. No había en su voz ningún matiz.
—Está bien. Así que ahora volvemos a los mismos problemas que ya teníamos. El de saber si son ustedes una amenaza para el Imperio y el de las consecuencias que puede tener su tecnología en nuestra economía.
—Es curioso —dijo Jock—; a nosotros nos preocupan los mismos problemas. Sólo que al revés.
—Pero nunca logramos aclarar nada de forma definitiva —protestó Sally.
—¿Cómo íbamos a poder? —dijo Hardy—. Suponiendo que la cuestión amenaza sea rechazable, hasta que sepamos lo que nuestros amigos pueden vender, los economistas no podrán predecir las consecuencias… y los pajeños tienen el mismo problema.
—Pero ellos no están tan preocupados como nosotros —dijo impaciente Renner—. No pienso como Sally. Hablamos mucho, pero no hacemos gran cosa.
—No podremos hacer nada si no empezamos. —Rod miró los datos de su computadora—. La primera cuestión es la de los superconductores. Los físicos están muy contentos, pero el sector económico quiere datos de coste más exactos. Yo soy teóricamente el que debe preguntar…
Accionó el control para dejar deslizarse las preguntas por la pequeña pantalla.
—¿Son ustedes híbridos estériles? —preguntó Sally.
Hubo un silencio. Los ojos de Hardy se achicaron levemente, pero por lo demás no reaccionó. Renner alzó la ceja izquierda. Miraron primero a Sally y luego a los pajeños.
—Quiere usted decir los Mediadores —dijo Jock cuidadosamente—. Sí. Por supuesto.
Siguió un nuevo silencio.
—¿Todos ustedes? —preguntó Renner.
—Desde luego. Somos formas híbridas. A ninguno de ustedes parece satisfacerles la respuesta. Sally, ¿qué es lo que les preocupa? Los Mediadores fueron una evolución tardía, y la evolución se realiza por grupos y tribus tan a menudo como por individuos… eso se cumple también en los humanos, ¿no?
Hardy asintió.
—No sólo nosotros. La mayor parte de las formas de vida alienígenas que hemos encontrado se ajustan también a esa norma.
—Gracias. Suponemos que las tribus con Mediadores sobrevivirán mejor que las que no los tienen. No hemos visto nunca un Mediador fértil, pero si hubo uno alguna vez, debió de actuar sin duda más en interés de sus hijos que de la tribu. —El pajeño se encogió de hombros—. Todo esto es pura especulación, claro está. Nuestra historia no llega tan atrás. En cuanto a mí, me gustaría tener hijos, pero siempre he sabido que no los tendría… —El pajeño se encogió de hombros de nuevo—. Aun así es una lástima. El acto sexual es el más placentero. Lo sabemos. Podemos proyectarnos perfectamente en los Amos y captar sus sentimientos.
Hubo más silencio. Hardy carraspeó, pero no dijo nada.
—Sally, ya que hablamos de problemas pajeños, hay algo más que debéis saber sobre nosotros.
La pesadez del ambiente podría cortarse con un cuchillo, pensó Rod. Por qué será tan deprimente…
—Comparada con vuestra especie, la nuestra es de vida muy corta. Nosotros tres fuimos elegidos por nuestra experiencia e inteligencia, no por nuestra juventud. Vivimos bastante menos de diez años.
—Pero… ¡No! —Sally estaba visiblemente alterada—. ¿Todos ustedes?
—Sí. Hubiese preferido no tocar este doloroso tema, pero todos consideramos oportuno explicarlo. Los desfiles, las recepciones oficiales y todo lo demás nos resulta muy agradable. Suponemos que será una gran satisfacción resolver el misterio de por qué hacen ustedes todo eso. Pero debemos también establecer relaciones comerciales y diplomáticas con ustedes, y hay un límite temporal muy definido…
—Sí —dijo Sally—. Sí, por supuesto. ¿No hay ni siquiera diez años? Jock se encogió de hombros.
—Los Mediadores viven un total de veinticinco años. Unos más, otros menos. Suponemos que ustedes tendrán también sus propios problemas. —La voz alienígena adquirió un tono de amarga ironía—. ¡Como todas esas guerras que padecen por falta de Mediadores!
El pajeño miró a su alrededor. Hubo más silencio y más ojos en blanco.
—Parece que les he inquietado. Lo siento, pero había que decirlo… Lo mejor será que sigamos mañana, cuando hayan tenido tiempo para pensar en esto.
—Emitió una nota aguda y dulce y Charlie e Iván le siguieron hacia la zona privada de los aposentos pajeños. La puerta se cerró suavemente tras ellos.
Mientras caminaban hacia la habitación de Ivan, Charlie parloteaba con el Amo. Entraron y cerraron la puerta; aunque estaban seguros de que no había ningún sistema de espionaje, hablaron en un idioma lleno de alusiones poéticas. Los humanos jamás podrían descifrarlo.
La postura del Amo era exigir una explicación.
—No había tiempo para consultas —gritó Jock—. Tenía que hablar inmediatamente, antes de que diesen demasiada importancia a la pregunta.
—Les dijiste que sí —dijo Ivan—. Podrías haberles dicho que no. O que quizás. O que unos sí y otros no…
—Podrías haberles dicho —añadió Charlie— que nosotros no hablamos de esas cosas. Ya conoces a los humanos, ya sabes que no les gusta hablar abiertamente de cuestiones sexuales.
—Pueden hacerlo cuando quieran —protestó Jock—. Y su petición siguiente habría sido que nos sometiésemos a un examen de sus xenólogos. Nos hemos sometido ya a exámenes de sus médicos… ¿cómo íbamos a negarnos ahora?
—Sus xenólogos no encontrarían nada —dijo Ivan—. Un macho mostraría ausencia de esperma, pero vosotros sois hembras. Charlie fingió un pesar protocolario.
—Las circunstancias me obligan a discrepar de usted, Amo.
—Sus primeros exámenes no perseguían nada concreto. ¿Estás seguro de que ahora no podrían ser más exhaustivos? ¿De que no descubrirían que los tres sufrimos desequilibrios hormonales? —Charlie movió los brazos disculpándose por recordar al Amo su esterilidad; siguió luego moviéndolos para indicar que las circunstancias le obligaban—. El mismo desequilibrio que detectaron en la minera Marrón. Desequilibrio que no estaba presente cuando la encontraron, pero que se desarrolló antes de que muriese a bordo de la MacArthur.
Los otros se quedaron de pronto inmóviles. Charlie continuó inexorable.
—No son tontos. Pueden muy bien haber relacionado esas alteraciones con la abstinencia sexual. ¿Qué han descubierto sobre los Relojeros? Han tenido sin duda Relojeros para examinarlos; no hay duda de que la Minera debió de llevarlos a bordo.
—¡Demonios! —Iván se quedó pensativo—. ¿Encerrarían a los Relojeros en lugares distintos?
Ambos Mediadores hicieron un gesto que indicaba ignorancia.
—Jock tenía razón para contestar como lo hizo —dijo Charlie—. Ellos tenían el cuerpo que iba a bordo de la sonda de Eddie el Loco. Tenía que haber uno, y tenía que ser un Mediador, un joven con mucha vida por delante para poder negociar con quien hubiese aquí cuando llegase la sonda.
—Pero según nuestros archivos ese Mediador estaría muerto —dijo Jock—. Tenía que estarlo; y los humanos no aprenderían nada de él. ¡Demonios! ¿Y si los archivos fallaran…?
—Si los archivos fallaran. Si tuviésemos un Marrón. Si los humanos nos dijesen lo que hicieron con la sonda. Si los humanos nos dijesen por qué destruyeron la MacArthur. Dejaos de una vez de frases sin sentido. Debemos enterarnos por los humanos —ordenó con decisión Ivan—. ¿Qué os parece que pudieron aprender los humanos del piloto de la sonda?
—Lo diseccionarían, sin duda —dijo Charlie—. Sus ciencias biológicas son tan avanzadas como las nuestras. Más aún. Hablan de técnicas de ingeniería genética no registradas en ningún museo, y desde luego aún no descubiertas en este Ciclo. Así que debemos suponer que sus xenobiólogos pudieron descubrir que el Mediador era estéril. El Fyunch(click) de Renner le dijo que los Mediadores eran híbridos.
—Eddie el Loco. Incluso entonces —dijo Ivan—. Ahora ella discute incesantemente con su Amo —hizo una pausa, pensativo, balanceando los brazos para pedir silencio—. Lo has hecho bien —dijo a Jock—. De todos modos se habrían enterado de que sois estériles. Es crucial que no descubran lo importante que es eso. ¿Descubrirán con esto los humanos que los Fyunch(click) pueden mentirles y les mienten?
Silencio. Por fin habló Jock:
—No sabemos. El Fyunch(click) de Sally habló con ella de la sexualidad, pero la conversación fue a bordo de la nave humana. No está registrada, sólo sabemos lo que se nos dijo.
—Lo que nos dijo un Eddie el Loco —añadió Ivan.
—Hice todo lo posible por distraerles —dijo Jock.
—Pero ¿lo lograste?
—Sí. Era evidente por sus caras.
Iván era incapaz de entender una cara humana. Pero comprendía la idea: había músculos alrededor de los ojos y de la boca de los humanos, utilizados para indicar emociones, como los gestos pajeños. Los Mediadores podían descifrarlas.
—Sigue.
—Hice una alusión directa al acto sexual para desviar sus pensamientos. Luego el hecho de nuestro período de vida, revelado como podría revelarse que se padece una enfermedad mortal. Ahora esas longevas criaturas llorarán por nosotros.
—Bueno, podría ser —convino Charlie.
—No hay duda de que se compadecerán de nosotros por nuestras taras. Puede incluso que intenten remediarlas.
Iván se volvió rápidamente a Jock.
—¿Crees que pueden hacer eso?
—¡No, Amo! ¿Soy yo acaso Eddie el Loco? —Iván se tranquilizó.
—Debéis considerar esto cuidadosamente. Analizaréis los datos que tienen los humanos y lo que pueden deducir de ellos. ¿No había dos Ingenieros, además de vuestro Amo, a bordo de la nave embajadora que se encontró con la MacArthur?
—Así es —dijo Jock.
—¿Y cuántas crías de Mediadores había cuando regresaron?
—¡Yo tenía cuatro hermanas!
—¡Maldita sea! —Iván quería decir más; pero indicar lo obvio habría sido perder para siempre la lealtad de Jock; podría incluso haber afectado a Charlie, produciéndole desviaciones anormales. Los Mediadores se identificaban con los Amos. Sentían las emociones habituales de los Amos hacia los niños.
Aunque estéril desde temprana edad, Iván no era inmune a aquellas emociones; pero él sabía. Aquellos niños deberían haberse salvado.