EN MISIÓN
Antes de contar uno de los episodios más espantosos de mi viaje a Extremo Oriente, tal vez será interesante que explique brevemente en qué condiciones fui llevado a emprenderlo. Es un episodio de historia contemporánea.
A aquellos que se verán tentados de encontrar extraño el anonimato que, en lo que a mí concierne, he querido conservar celosamente en el transcurso de este verídico y doloroso relato, les diré: «¿Qué importa mi nombre? Es el nombre de alguien que causó mucho daño a los demás y a sí mismo, más aún a sí mismo que a los demás, y que, después de muchas conmociones, por haber bajado un día hasta el corazón del deseo humano, intenta hacerse un alma nueva en la soledad y la obscuridad. Paz a las cenizas de su pecado».