Para el trabajo de traducción del presente texto, joya de la literatura medieval tanto por la riqueza de la obra en sí, como por los múltiples estudios que ha suscitado, he cotejado los dos manuscritos que han servido de base a las ediciones de Wendelin Foerster (Halle, 1926), T.B.W. Reid (Manchester, 1948) y Mario Roques (París, 1960). Se trata del manuscrito Bibl. nat., fr. 1433, utilizado por los dos primeros editores modernos y del Bibl. nat., fr. 794, o copia de Guiot, en el que se basa el último. He tenido en cuenta las observaciones de Jean Frappier sobre las distintas ediciones (véase bibliografía). También he consultado el trabajo de Piere Jonin, Prolégomènes à une édition d’Yvain (Aix-en-Provence, 1958) y las traducciones al francés moderno de André Eskénazi, Claude Buridant y Jean Trotin.
El resultado de este trabajo comparativo me ha permitido utilizar con prudencia la edición más reciente, alejándome de ella cada vez que la fidelidad de Mario Roques a la copia de Guiot le lleva a adoptar lecciones confusas o contradictorias. En tales casos me he apoyado en el manuscrito Bibl. nat., fr. 1433, al que pertenece toda la iconografía publicada en el presente volumen.
Las obras medievales plantean al traductor el doble reto de pasar no sólo de un idioma a otro, sino de un código a otro, con referencias a un sistema de valores distintos y a signos culturales hoy de difícil percepción. Las notas y el estudio que acompañan al texto tienden a ayudar al lector moderno a recuperar tales claves de interpretación. Pero a fin de no caer en la proliferación de notas, se han limitado a aclaraciones sobre el contexto cultural, evitándose en cambio explicaciones de términos técnicos que figuran en los diccionarios.
He querido rehuir tanto el arcaísmo gratuito que utiliza por puro pintoresquismo unos vocablos en desuso, como la excesiva modernidad, que al adaptar palabras medievales al lenguaje contemporáneo prescinde del necesario distanciamiento, que señala hitos de épocas y culturas no sólo alejadas en el tiempo, sino de difícil comprensión entre sí o desde el presente. Por último huelga decir que la calidad estilística del texto de Chrétien es para su traductor motivo de ansiedad y gozo, de hallazgos felices y de frustración inevitable.