Fuera de la nave, el cielo era negro. Algunas estrellas centelleaban fríamente en la noche sin Luna. No había el menor rastro de nave enemiga, ni un movimiento, ni una sombra que se destacase contra la intensidad de aquel techo profundo, negro. Dentro de la nave, el silencio fue roto por un ronco grito procedente de la habitación contigua, seguido de un rencoroso alud de vituperios. Granny estaba despierta.
—¿Qué pasa? ¿Qué ha ocurrido?
Hubo un breve silencio, e inmediatamente después el súbito final del rencor y el alocado comienzo del miedo. Instantáneamente, sus aterrados pensamientos brotaron como un frenético chorro. Obscenas maldiciones, fruto del terror, saturaron el aire. Granny no quería morir. Que matasen a todos los slan, pero no a Granny. Granny tenía dinero…
Estaba borracha. El sueño había hecho que la bebida se apoderase nuevamente de ella. Jommy Cross cerró su mente a sus pensamientos y en el acto llamó por radio.
—¡Al comandante de las naves de guerra! ¡Al comandante de las naves de guerra! Joanna Hillory vive. Estoy dispuesto a dejarla libre al amanecer, con la única condición de que se me permita volver nuevamente al aire.
Hubo un silencio, y la voz pausada de una mujer penetró en la habitación.
—Joanna, ¿estás aquí?
—Sí, Marian.
—Muy bien —prosiguió la pausada voz de la desconocida—; aceptamos, bajo las siguientes condiciones: nos informarás con una hora de anticipación del lugar donde aterrizarás. El punto de aterrizaje debe estar situado por lo menos a cincuenta kilómetros, es decir, a cinco minutos de la gran ciudad más próxima, de modo que permitan la aceleración y desaceleración. Suponemos, desde luego, que crees poder escapar. Muy bien. Tendrás dos horas más de oportunidad y nosotros tendremos a Joanna Hillory. Es un buen cambio.
—Acepto —dijo Jommy Cross.
—¡Espera! —gritó Joanna. Pero Jommy Cross fue demasiado rápido para ella. Una fracción de segundo antes de que el grito hubiese salido de sus labios sus dedos habían desconectado la radio. Se volvió hacia ella.
—No hubieras debido levantar tu cortina mental. Era toda la advertencia que necesitaba. Pero, desde luego, te hubiera ganado de las dos maneras. Si no hubieses levantado la cortina mental hubiera captado también el pensamiento en tu cerebro. ¿Qué súbita pasión alocada es éste —preguntó mirándola con suspicacia— que te induce a sacrificarte sólo para negarme dos horas más de vida?
La muchacha permaneció silenciosa. Sus grandes ojos grises tenían una expresión más pensativa que nunca. En tono de gentil burla, Jommy Cross le dijo:
—¿No podría ser el hecho de concederme la posibilidad de escapar?
—Me estaba preguntando —dijo ella— por qué los timbres de alarma del edificio de las naves del espacio no nos advirtieron la forma exacta cómo te aproximabas a esta nave. Hay en esto un factor que al parecer no tuvimos en cuenta. Si debes realmente escapar con esta nave…
—Escaparé —dijo Jommy con calma—. Viviré a pesar de los seres humanos, a pesar de Kier Gray y de John Petty y de la cruel banda de asesinos que vive en el palacio. Viviré a pesar de la vasta organización de los slan sin tentáculos y sus asesinas intenciones. Y algún día daré con los verdaderos slan. No ahora, porque un muchacho joven no puede esperar triunfar donde los slan sin tentáculos han fracasado, pese a los millones que son. Pero los encontraré, y aquel día… —Hizo una pausa; después, gravemente, prosiguió—: Señorita Hillory, quiero darte la seguridad de que ni esta nave, ni ninguna otra, será empleada jamás contra tu pueblo.
—Hablas muy aventuradamente —respondió ella con súbita amargura—. ¿Cómo puedes asegurar nada en nombre de estos implacables seres que gobiernan los consejos de las víboras?
Jommy Cross se quedó mirando a la muchacha. En sus palabras había algo de verdad. Y sin embargo, una parte de la grandeza que tenía que ser la suya se apoderó de él mientras permanecía en aquella sala de controles, con su reluciente cuadro de instrumentos, las brillantes placas visuales y los estilizados muebles en que estaba sentado. Era el hijo de su padre, heredero de los frutos del genio de su padre. Que le diesen tiempo, y sería el señor del poder irresistible. La suave llama de todos estos pensamientos se infiltró en sus palabras al decir:
—Puedo decirte en verdad que, de todos los slan que viven hoy en el mundo, ninguno es tan importante como el hijo de Peter Cross. Dondequiera que vaya, mis palabras y mi voluntad tendrán influencia. El día en que encuentre a los verdaderos slan, la guerra contra tu pueblo habrá terminado para siempre. Has dicho que mi salvación sería el peor desastre que pueda ocurrir para los slan sin tentáculos; al contrario, será la mayor de sus victorias. Algún día tú y los tuyos os daréis cuenta de ello.
—Entretanto —dijo la muchacha con una sonrisa irónica—, tienes dos horas para huir de siete cruceros pesados pertenecientes a los verdaderos gobernantes de la Tierra. De lo que no pareces darte cuenta es de que actualmente no tememos ni a los seres humanos ni a las víboras, y que nuestra organización sobrepasa todo lo imaginable. Cada pueblo, cada capital, cada ciudad, tiene su gremio de slan sin tentáculos. Conocemos nuestra fuerza, y el día menos pensado saldremos a la luz del día, nos apoderaremos del gobierno y…
—¡Eso sería la guerra! —saltó Jommy Cross.
—En el plazo de dos meses aniquilaremos cuanto tenían —fue la respuesta de la muchacha.
—¿Y entonces, qué? ¿Qué será de los seres humanos en este post-mundo? ¿Concibes acaso cuatro billones de esclavos a perpetuidad?
—Somos inconcebiblemente superiores a ellos. ¿Es que tenemos que vivir escondiéndonos constantemente y pasar privaciones en los más fríos planetas, cuando suspiramos por la verde Tierra y la libertad de esta eterna lucha contra la naturaleza… y contra los hombres a los que tan valientemente defiendes? No les debemos más que dolor. Las circunstancias nos obligan a devolvérselo con intereses.
—Preveo el desastre para todos… —dijo Jommy Cross.
La muchacha se encogió de hombros y respondió:
—El factor que obró en tu favor en el Centro del Aire, cuando nuestra actitud era negativa a esperar los acontecimientos, no puede ayudarte jamás ahora, cuando nuestra actitud es definitivamente positiva de aniquilarte con nuestras más poderosas armas. Un minuto de fuego reducirá esta nave a cenizas, que caerán sobre la tierra en forma del más sutil polvo.
—¡Un momento! —exclamó Jommy Cross.
Se detuvo en seco, No había ni soñado que el límite de tiempo sería tan corto, y que ahora tendría que depender de la tenue esperanza psicológica de que la velocidad de la nave engañase sus sospechas. Con voz dura, dijo:
—¡Basta de estas estupideces! Voy a llevarte a la habitación contigua. Tengo que fijar algo en la proa de la nave, y no debes saber qué es lo que fijo.
Las luces de la ciudad aparecieron por el oeste un momento antes de aterrizar. Después, el muro de un valle cerró a su vista el mar resplandeciente. La nave se posó sobre el suelo con la suavidad de un ave mientras Jommy equilibraba las placas antigravedad. Apretó el resorte que abría la puerta y desató a la muchacha.
Con la pistola eléctrica de la muchacha en la mano, ya que había sujetado la suya en la punta de la nave, vio a Joanna Hillory detenerse un momento en el umbral. La aurora empezaba a asomar por detrás de las colinas de levante y la luz, todavía de un gris sucio, marcaba la curiosa silueta de su enérgica y bien formada figura. Saltó a tierra sin decir una palabra. En el momento en que Jommy avanzó hacia el umbral pudo ver la cabeza de la muchacha al nivel de la parte baja de la puerta, iluminada por el resplandor que brotaba del interior de la nave.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó.
—Un poco emocionado —dijo él encogiéndose de hombros—. Pero la muerte me parece remota y difícilmente aplicable a mí.
—Más aún —respondió ella con calor—. El sistema nervioso de un slan es una fortaleza casi inexpugnable. No puede ser afectada por la demencia, los nervios o el miedo. Cuando matamos, es porque la lógica nos ha llevado a esta política. Cuando la muerte amenaza nuestras vidas, aceptamos nuestra situación, luchando hasta el final con la esperanza de que un factor imprevisible nos salve y, finalmente, contra nuestra voluntad, nos inclinamos ante el fantasma de la muerte, conscientes de no haber vivido en vano.
Jommy la miró con curiosidad, proyectando sus pensamientos sobre los de la muchacha, sintiendo el suave latir de sus pulsaciones y el extraño tono semiamistoso que brotaba de su voz y de su cerebro. Entornó los ojos. ¿Qué propósito se estaba formando en aquel cerebro frío, sensible, ajeno a todo sentimentalismo?
—Jommy Cross —prosiguió Joanna—, quizá te extrañe saber que he llegado a creer en tu historia y en que no solamente eres lo que afirmas ser, sino que profesas realmente los ideales que pretendes. Eres el primer auténtico slan que he encontrado en mi vida, y siento ceder la tensión que me dominaba como si, después de tantos siglos, se levantase aquella sombra mortal. Si escapas a nuestros cañones, te pido que conserves tus ideales cuando crezcas, y no nos traiciones. No te conviertas en el instrumento de unos seres que sólo han usado la muerte y la destrucción durante tantos sombríos años. Has ocupado mi cerebro y sabes que no te he mentido acerca de ellos. Cualquiera que sea la lógica de su filosofía, es equivocada, porque es inhumana. Tiene que ser equivocada, porque sus resultados han sido unos sufrimientos sin fin.
¡Si huía! ¡Así que eso era! Si conseguía huir, ellos dependerían de su buena voluntad, y la muchacha jugaba ahora esta carta, cualquiera que fuese el valor que tuviese.
—Pero recuerda una cosa —prosiguió Joanna Hillory—, y es que no debes esperar ayuda por nuestra parte. Como medida de seguridad debemos considerarte un enemigo. Demasiadas cosas dependen de ello, el destino de todo mi pueblo está en juego. De manera que no esperes en fecha futura encontrar merced, Jommy Cross, por lo que te haya dicho o porque me hayas liberado. No intervengas en nuestra vida porque, te lo advierto, representa tu rápida destrucción. Reconocemos a los verdaderos slan una inteligencia superior, o mejor dicho, un desarrollo superior de su inteligencia, debido a su facultad de leer los pensamientos, pero no hay astucia de la cual no los creamos capaces, no hay implacabilidad que no hayan igualado. Un plan que requiera cincuenta o cien años de preparación no les es desconocido. Por consiguiente, pese a que doy crédito a lo que me has dicho, ante la incertidumbre de la forma cómo puedes desarrollarte y transformarte cuando crezcas, me inclinaría a matarte en este mismo instante si estuviese en mi poder. Por lo tanto, no pongas jamás a prueba nuestra buena voluntad. Es la sospecha, no la tolerancia, lo que nos gobierna. Pero ahora, adiós y, por paradójico que pueda parecer… ¡buena suerte!
Jommy permaneció viéndola alejarse graciosamente y perderse en la oscuridad que cubría el valle por el oeste, el camino que llevaba a la ciudad… su camino también. Su forma se convirtió en una sombra en medio de la penumbra de la noche. Desapareció tras una colina. Jommy cerró rápidamente la puerta, entró en el almacén y cogió un par de trajes del espacio de la pared. La vieja refunfuñó débilmente cuando la obligó a endosarse uno de ellos. Él se puso el otro y entró en la sala de controles.
Cerró la puerta tras el rostro contorsionado de Granny, que seguía sollozando detrás del cristal del traje, y se sentó, fijando intensamente la mirada en la placa visual. Sus dedos buscaron el activador de las placas antigravedad; y entonces acudió la vacilación, la duda que había ido creciendo en él durante cada segundo que lo había ido acercando al momento de la acción. ¿Era posible que aquel plan tan sencillo surtiese efecto?
Jommy Cross veía las naves como oscuros puntos en el cielo. El sol brillaba ya, haciendo relucir las metálicas formas de torpedo como diminutos insectos sobre el inmenso cielo azul. Las nubes y neblinas del valle iban fundiéndose con mágica rapidez, y si la claridad con que podía verlas en la placa visual era digna de fe, incluso el tiempo se estaba poniendo en contra de él. Las sombras de aquel angosto valle lo ocultaban todavía, pero dentro de pocos minutos la perfección del día empezaría a disminuir sus probabilidades de salvación.
Su cerebro estaba tan intensamente concentrado, que por un momento el deformado pensamiento que acudió a su mente le pareció venir de sí mismo.
«… no necesitas preocuparte. La vieja Granny se liberará del slan. Tomará un poco de maquillaje y se cambiará la cara. ¿De qué le serviría haber sido actriz si no pudiese cambiar sus facciones? Granny se convertirá en una mujer deliciosa y blanca como ha sido. ¡Sí!»
Parecía sufrir convulsiones al pensar en su rostro, y Jommy Cross apartó la imagen de su mente. Pero recordaba sus palabras. Sus padres habían usado cabello postizo, pero el necesario e incesante corte del natural no había dado resultado satisfactorio. Sin embargo, los verdaderos slan se veían obligados a hacerlo constantemente, y ahora que tenía edad suficiente para conseguirlo de una manera satisfactoria, la ayuda de Granny y su experiencia podían ser la respuesta.
Era extraño, pero ahora que había trazado sus planes para el futuro, su vacilación desaparecía. Ligera como una mota de polvo, la nave se alejaba de la Tierra, alcanzando enorme velocidad bajo el empuje de los cohetes. Cinco minutos de aceleración y desaceleración, había dicho el comandante slan. Jommy sonrió. No desaceleraría. A una velocidad no disminuida se lanzó contra el río que formaba una línea negra en las afueras de la ciudad, la ciudad que había elegido precisamente porque tenía un río. En el último momento accionó a fondo toda la desaceleración.
Y en aquel momento final, cuando era ya casi demasiado tarde, la confianza de los comandantes slan debió flaquear; olvidaron su resistencia a hacer uso de sus cañones y mostrar sus naves tan cerca de una ciudad humana… y se cernieron como siete aves de rapiña, lanzando fuego desde los siete cruceros. Jommy Cross tiró suavemente del alambre que accionaba el gatillo del arma, montada en la punta delantera de la nave.
Desde el exterior un violento golpe aumentó la velocidad de quinientos kilómetros por hora de la nave. Pero apenas se dio cuenta de aquel único efecto del fuego de la nave enemiga. Su atención estaba concentrada en su propia arma. En cuanto tiró del alambre se produjo una intensa llamarada blanca. Instantáneamente un círculo de cincuenta centímetros de diámetro de la punta de su nave desapareció, y el mortífero rayo blanco se extendió hacia delante en forma de abanico, disolviendo el agua del río frente a la nave en forma de pequeño torpedo que, por el túnel así formado, se deslizó en plena desaceleración bajo la espantosa explosión de los tubos propulsores.
Las placas de visión se oscurecieron con agua encima y debajo, luego se ennegrecieron todavía más al terminarse el agua y a medida que la inconcebible ferocidad de la destrucción atómica iba abriendo paso en la tierra más y más profundamente.
Era como volar por el aire, salvo que no había otra resistencia que la presión de las explosiones de los cohetes. Los átomos de la tierra, destrozados en sus elementos componentes, perdían instantáneamente su irreal solidez matemática y tomaban el lugar del espacio tenuemente ocupado por la materia. Diez millones de años de formación cohesiva se desvanecieron, convirtiéndose en el más bajo estado de materia primitiva.
Con la mirada fija, Jommy contemplaba la aguja de los segundos de su reloj; diez, veinte, treinta… un minuto. Comenzó a levantar la proa de la nave hacia arriba, pero la enorme presión de la desaceleración hacía toda imposible nivelación física. Transcurrieron treinta segundos antes de que cortase el número de explosiones de los cohetes, y el final estuvo a la vista.
Al cabo de dos minutos y veinte segundos de avance subterráneo la nave se detuvo. Debía estar cerca del centro de la ciudad, y tenía aproximadamente doce kilómetros de túnel tras él, por el que penetraría el agua del deformado río. El agua cerraría el túnel, pero los frustrados slan no necesitarían intérprete para comprender lo ocurrido. Además, sus instrumentos debían señalarles en aquel mismo momento la situación de la nave.
Jommy Cross se echó a reír alegremente. Bien, que lo supiesen. ¿Qué podían esperar hacerle ahora? Tenía el peligro ante él, desde luego; mucho peligro. Especialmente cuando Granny y él saliesen a la superficie. Toda la organización de los slan sin tentáculos debía haber sido advertida ya. Sin embargo, aquello era el futuro. De momento la victoria era suya, y era agradable, después de tantas horas de agotamiento y desesperación. Ahora venía el plan de Granny, que consistía en separarse y adoptar un disfraz. La risa se desvaneció en sus labios.
Se dirigió pensativo a la habitación contigua. La negra bolsa del dinero estaba sobre el regazo de la mujer, protegida por su garra de bestia feroz. Antes de que ella pudiese darse cuenta de sus intenciones, la había cogido. Granny lanzó un grito y se arrojó sobre él. Fríamente, la mantuvo a distancia.
—No te excites. He decidido adoptar tu plan. Trataré de disfrazarme de ser humano y nos separaremos. Voy a darte cinco mil dólares. El resto lo tendrás dentro de un año aproximadamente. He aquí lo que tienes que hacer.
Detenidamente, le explicó:
—Yo necesito un sitio donde vivir, de modo que te irás a las montañas y comprarás un rancho o lo que sea. Una vez estés instalada, por un anuncio en un periódico. Yo contestaré por el mismo camino, y podremos seguir juntos. Conservaré el dinero para el caso en que decidieses traicionarme. Lo siento, pero fuiste tú quien me capturaste primero, y por lo tanto tienes que seguir conmigo. Pero ahora tengo que volver atrás y cegar el túnel. Algún día dotaré esta nave de energía atómica, y no quiero que los demás vengan hasta entonces.
Tenía que abandonar aquella ciudad durante algún tiempo, para emprender un viaje transcontinental. Allí podía encontrar otros slan sin tentáculos. De la misma manera que su padre y su madre se habían conocido accidentalmente, la suerte podía depararle encontrarse con otro verdadero slan. Además, también había la primera investigación que era necesario hacer sobre el todavía rudimentario plan que iba tomando forma en su cerebro. El plan de pensar el camino a emprender hacia los verdaderos slans.