Aunque esta es una narración personal, que escribí al principio para mi familia, hay numerosas personas que me han ayudado a transformarla en un libro para el gran público.
En primer lugar quiero darle las gracias a Jeanne, mi maravillosa esposa. Ella mecanografió la parte del manuscrito sobre Peleliu a partir de los montones de páginas que escribí a mano y fue la primera en sugerir que este relato podría interesarle a otras personas aparte de a nuestra familia. Me ha alentado y ayudado con ideas, consejos, corrigiendo y mecanografiando. El hecho de que el largo manuscrito original se completara tras años de escribir e investigar en los ratos libres, durante el posgrado y la crianza de los niños, se debe tanto a su ayuda como a mi esfuerzo.
Le ofrezco mi más profundo agradecimiento a mi corrector, el teniente coronel Roben W. Smith, USMC (ret.)[1]. Durante su último año como director del Marine Corps Gazette, se interesó por ver esta narración en forma de libro, narración que conoció en su germen original, el artículo en tres partes: «Peleliu: una batalla olvidada». Su interés ha sido una suerte para mí. Además de sus enormes dotes para la edición, Bob ha supuesto una fuente inagotable de buenas ideas y consejos. Más de una vez me ha levantado el ánimo cuando me cansaba de este tema tan triste. Su objetividad me ha guiado a través del bosque cuando no podía ver los árboles, y cuando nos resultaba doloroso a los dos suprimir partes del original. Le agradezco su sensibilidad y su impecable profesionalidad.
Quiero dar las gracias a mi editor, el coronel Robert V. Kane, USA (ret.), y a Adele Horwitz, directora de Presidio Press, que vieron en mi verboso manuscrito original una historia que se debía contar.
Este libro no se podría haber escrito sin la ayuda del material histórico del cuerpo de marines. Mis peticiones de ayuda se concedieron siempre con rapidez y eficiencia. Por ello deseo dar las gracias al general de brigada Edwin H. Simmons, USMC (ret.), director del Marine Corps History and Museums, a Benis Frank, Ralph Donnelly y Henry I. Shaw.
Por su ayuda y aliento le expreso mi gratitud al general de brigada Walter McIlhenny, USMC (ret.); al teniente coronel John A. Crown, USMC (ret.); al general de brigada Austin Shofner, USMC (ret.); al capitán John A. Moran, USMC (ret.), y al comandante Allan Bevilacqua, USMC (ret.).
Al sargento mayor Robert F. Fleischauer, USMC (ret.), se le debe reconocimiento y agradecimiento por su magnífico trabajo con los mapas y los dibujos.
Doy las gracias a la señora Hilda Van Landingham por mecanografiar el primer borrador de la parte de Okinawa. Mary Francis Tipton, bibliotecaria de consultas de la Universidad de Montevallo, merece mi agradecimiento más profundo por su ayuda. La doctora Lucille Griffith, profesora emérita de Historia en la Universidad de Montevallo, fue una de las primeras personas en sugerir que se publicara este relato. Su fe en él se vio recompensada, y se lo agradezco.
Mi más sincero agradecimiento a mis viejos amigos del K/3/5 que tanto han ayudado a confirmar cifras de bajas de compañías y otra infinidad de detalles y a identificar fotografías: Ted Tex Barrow, Henry A. Boyes, Valton Burgin, Jessie Crumbacker, Art Dimick, John Hedge, T. L. Hudson, William Leyden, Sterling Mace, Tom Matheny, Jim McEney, Vincent Santos, George Sarrett y Thomas Retaco Stanley. Pido disculpas si he olvidado incluir algún nombre. Yo soy el único responsable de cualquier error que haya en este manuscrito.
Les agradezco su cooperación y comprensión a mis hijos, John y Henry, y su paciencia con un padre que a menudo estaba absorto en acontecimientos del pasado.
Una subvención del comité de investigación del profesorado de la Universidad de Montevallo ayudó a preparar este manuscrito.
E. B. S.