¿Se dijo o no se ha dicho?
Oíamos entretanto la música, acompañada del piafar de los
caballos. Un modo de eludir las enojosas preguntas.
Con todo, si se ha dicho o no, me preocupa.
¿Te acuerdas del sentido?
Si carece de sentido, callaremos.
¿Callar, se puede?
De cada lengua salen pistas de aterrizaje, hacia las pistas
practicadas en los oídos. Callar sería catastrófico: secaría la
emoción. Las palabras no podrían despegar.
—Dime si ya se dijo. Quizá recuerdes una palabra. Lánzala de tu
rampa de despegue. Lánzala hacia este oído, que se está
muriendo por oír.
Tu silencio llena mi pecho con vacíos pintados de cal.
Blanco, esparcido blanco.
Si te obstinas en callar, sin una mancha estará mi alma.
Enviléceme: habla.
Dime cuatro verdades.
Necesito tu voz y tu verbo.
Deberé luego hundir un puñal en tu pecho.
1976