Cualquier amor.
el más abrasador,
el que quema y reduce a cenizas
el cuerpo de los amantes;
ese hecho de lágrimas tan ardientes
que fecundan la tierra de la desesperación
en la que brota la rosa del amante feliz,
ése y el que tiembla y el que mata,
o se detiene al borde del abismo,
tiene en su fondo hielo.
Ahora que las músicas resuenan alegremente en la tarde;
ahora que el amor nos quema
mientras los regimientos se encaminan a la batalla
con sonoras fanfarrias;
ahora que con su coraza de llamas los amantes
empiezan sus deliquios entre las ramas
y estalla con enorme detonación el canto de la esperanza
ahora, no después ni antes,
en este momento
surge compacto, terso, reluciente
el hielo del fondo del amor.
Un grito ahogado con chillidos de pájaros acompañantes
se deja oír entre las frondas prometedoras,
en tanto que el viejo del bosque
arrastra lentamente la ilusión de los enamorados.
Buenos Aires, 1954