En el sueño, infinitamente más perfecto y monstruoso. Yo sé
que tú, en la vida, ayudas a bien morir, y también matas con
mano despiadada. Los que mueren en mis brazos, rodeados por
el cristal del sueño, pueden, después de muertos, despertar.
Sé que entre dos luces surge tu animal de pezuñas y pelos
alucinantes. Brama escaleras arriba. La víctima se precipita
en el abismo que separa la vida del sueño. Yo en el sueño grito
tus crímenes, cuento las monedas, revuelvo el erizado cabello
de la víctima. Ella se escapa, convertida en otra cosa,
y horrorizado gimo, atravieso inexploradas galerías, y caigo en
tus propios brazos.
Soy tú mismo, el hermano que no puede confiarte el desenlace
de su figura, cuando en la mañana venturosa vuelvo a ocultarme
entre tus párpados.
31 de diciembre de 1953