Convocadme la sangre, el salto, el ánimo
y esta voz que se apaga.
Convocadme el latido, la distancia,
el fino arco y la ballesta esclava.
Convocadme las manos temblorosas,
densos escudos fijos a mi carne.
Convocadme la vida delicada
para gritar sobre la tierra amarga
esta insigne presencia de la vida viril,
la que jamás yo tuve entre mis brazos.
El viento impulsa vidas frente a mis ojos tristes,
congrega el viento torsos junto a la playa antigua.
Procesión de caballos y de lirios,
unicornios del mar, pulidos pólipos,
elásticos delfines.
Línea del horizonte besando algas marinas
y estupendo zodíaco.
Escenas de la sal soñando agujas de musical destino.
Contrapunto vivaz de tierra y agua,
de fuego y viento,
primarios elementos de la vida viril,
la que jamás yo tuve entre mis brazos.
Qué paseo de células, de óvulos, de ásperos embriones
para mi carne simple.
Qué polvorientos ojos mirando esta riqueza
que levanta la raíz de mi vida
hasta el despavorido silencio.
Miraré las recónditas potencias
que formaron los huesos delicados,
delicadas espaldas y delicadas manos.
Buscaré sin cansarme el centro,
el sentido de este círculo falso,
de este anillo de olvido.
Hallaré la razón y la tormenta,
el huracán que muere aquí en la sangre,
el huracán estático
que ni sube ni baja ni argumenta,
el sórdido huracán
que me suprime al tenso juego de la vida viril,
la que jamás yo tuve entre mis brazos.
Correré, gritaré: sombras se agolpan.
Delicadas espaldas se estremecen
y delicadas manos palpan el vacío.
Un cortejo de arañas me saluda desde sus telas vivas.
Estoy ante mi cuerpo como un niño vencido:
delicadas espaldas lo reciben y delicados brazos
como un descendimiento de mí mismo.
Me conduzco, me arrastro.
Me arrodillo, ángel sin alas, de un cielo tímido.
Me pregunto, me grito
igual que un alarido de olas firmes.
Mirad, menos soy que centella bajo el viento,
menos que sonido,
y más que frío de vida delicada.
Aliento de severas marmitas
donde bullen primarios elementos de la vida viril,
la que jamás yo tuve entre mis brazos.
La que tengo en el pecho florecida
por puro tacto,
por oídos de música imposible,
por gusto y por olfato sin tangencia viva,
soñando ser sentidos.
Voluntad de vivir
dibujando en el viento armoniosas presencias,
voluntad de vivir en fuego y agua,
en elemento de viril escena.
Vivir dando la espiga.
Voluntad de morir activamente.
1939