Para Abilio Estévez
Con todo su cuerpo que resplandece,
en la mano derecha una flor,
en la izquierda una clepsidra,
rodeado de tinieblas, el joven se abre paso.
Cauteloso inicia su anábasis.
Cada paso repercute en su corazón:
debe a cada uno convertirlo en mito.
Justo cuando la flor se mustie
y la clepsidra derrame su postrer arena,
se esfumará para dar paso a la obra
—Monte Olimpo o Roca Tarpeya—.
Millones de ojos ávidos leerán
las revelaciones del escriba inmortal.
1979