¿NO LO SOMOS?

En caso de que fuéramos eternos

sacarías del ropero el vestido

de aquella fiesta, hace trescientos años,

y eternamente, sentados en el portal tomando el fresco,

hablaríamos de la época.

Nuestros dedos —siempre rosados— tocan ahora

la vivida representación.

Si logramos un instante de eternidad,

romperemos el sortilegio de la muerte.

1977