Ahí lo tienes sentado en su sillón,
tembloroso, indefenso, la mano que vacila
al coger el cigarro, con la mirada
en la que el tiempo depositó sus arenas.
Ahí lo tienes llamando con su voz aniñada
a los que ya se fueron para siempre.
Salmodia en un lenguaje incomprensible,
en tanto afuera se oyen voces graves.
¿Pero acaso las oye? ¿Dónde está ahora?
De regreso en el tiempo hasta la infancia
para balbucear, y al final orinarse.
Como en este momento en que lo ves
en su sillón, definitivamente solo.
1977