NATURALMENTE EN 1930

Como un pájaro ciego

que vuela en la luminosidad de la imagen

mecido por la noche del poeta,

una cualquiera entre tantas insondables

vi a Casal

arañar un cuerpo liso, bruñido.

Arañándolo con tal vehemencia

que sus uñas se rompían,

y a mi pregunta ansiosa respondió

que adentro estaba el poema.