De pronto,
como al ver una paloma vemos un tigre
o al decir una mentira perfecta
se nos antoja una luminosa verdad,
la boca se me reseca, un nudo en la garganta,
y ya no puedo decir: ¡Yo!
En vilo
cuelgas del abismo.
En un instante más, los dedos que se aferran
van a aflojarse, y te convertirás en abismo.
¿Qué puedo hacer por ti?
Espera, espera…
1976