FELIZMENTE UN CAMINO

Escucha esas notas musicales

entre las cuerdas de un piano o de un arpa…

Notas, una por una,

cayendo en el debido sitio:

heridas inmortales que una vez abiertas

se convierten en flores, en flores o…

Pero no, no lo digas:

puede ocurrir que digas lo innombrable

y veas entonces el final del camino.

Del camino que nunca termina,

y camina sobre nosotros y con nosotros,

a veces tan ardientemente que el corazón se paraliza,

pero sólo un instante.

De pronto en Reina y Galiano

vas a Picadilly Circus en Londres,

o al doblar de la esquina en San Lázaro y Manrique

abruptamente estás en Piazza di Spagna.

Nada más natural: es el mismo camino:

no hay posible pérdida.

Cantando o llorando, caminas,

hermano mío de ruta, sin saber dónde.

Vamos, y otros vienen,

y nosotros venimos y otros van.

Las notas musicales nos acompañan

—lentas o veloces—, nos acompañan.

Quizá sepan dónde lleva el camino

y no lo preguntamos para no morir.

1975